Una tumba en el aire

“Desaparecer, pero eso era imposible. El inmediato deseo infantil de ser invisible, de poseer ese don de prestidigitador, se coló entre el diluvio de pensamientos fugaces de Humberto. Pero no, algo así era absurdo. Casi tanto como la estúpida pregunta de por qué a ellos, por qué les había ocurrido eso precisamente a ellos. Ambos sabían que tenía que ser un error, que los habían confundido. Una ruleta rusa. Les había tocado. Mala suerte”.

(Una tumba en el aire, Adolfo García Ortega, Galaxia Gutenberg, 2019)

La noche del 24 de marzo de 1973, tres jóvenes españoles, Humberto, Fernando y Jorge, cruzaron la frontera francesa para ver en Biarritz la película El último tango en París, entonces prohibida en la España franquista. Se sabe que esa noche entraron en una discoteca y que fueron confundidos por policías por varios miembros de ETA que los secuestraron, torturaron y asesinaros. Nunca más se supo de ellos.

Esta historia, este resumen de Una tumba en el aire (Galaxia Gutenberg, 2019), un libro de Adolfo García Ortega, traductor y escritor, indaga en las numerosas sombras que rodean todavía este caso para armar un relato que mezcla realidad con ficción para desvelar los lados más oscuros de un suceso que nunca tuvo que haber ocurrido.

El libro, ¿novela de no ficción?, sí que bebe de fuentes periodísticas, materiales informativos con los que García Ortega construye un relato que se lee con devorador interés porque no le falta ni le sobra nada. Es una obra redonda, de una intensa emotividad pero que no pierde el tiempo en exponer valores morales (el suceso es tan casual y horripilante que no hace falta) sino que procura mantener en todo momento un equilibrio entre las partes porque los asesinos que fueron capaces de esta ejecución son descritos como lo que fueron y lo que aún son –quedan supervivientes que participaron en aquel atroz crimen– un grupo de personas con sus idas y venidas devorados más que entregados a una idea y por esa misma idea a sacrificar su existencia en una guerra subterránea que cuenta ya con demasiados muertos. Algunos de ellos, como los protagonistas de la novela, sin aparecer.

El libro recibió el Premio Málaga de Novela en la XII edición y resulta además de un excelente volumen para conocer en que estado se encontraba un conflicto que estaba dejando sus primeros muertos, en un revelador documento de personajes. Un retrato humano y certero sobre tres jóvenes entusiastas con toda una vida por delante, y la de una banda de etarras que hacen con ellos lo que no está escrito para sacarles una información que nunca tuvieron porque no eran policías.

No deja de ser un libro muy amargo Una tumba en el aire. En sus páginas desfilan una galería de situaciones que el escritor ha reconstruido con elogiable pericia y plantea un retrato de personajes, los tres jóvenes que desaparecieron tras ser asesinados y torturados por ETA, así como el de algunos de los miembros de la banda que colaboraron en la ejecución, que destacan por su humanidad. La de los tres inocentes precisamente por su inocencia y la de los terroristas por el mundo violento y cruel que caracteriza su existencia. Una violencia y una crueldad que tiene su origen en el odio, un odio profundo e incomprensible para el profano.

Se trata de una guerra, dice uno de los terroristas.

Una guerra que esos días estaba preparando un gran golpe en pleno corazón de Madrid, la operación Ogro, operación que le costó la vida al almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno en diciembre de 1973. Este atentado es el detonante que hace sospechar a los etarras cuando se encuentran a los tres jóvenes gallegos en esa discoteca del sur de Francia ya que piensan que se tratan de agentes de la policía secreta española y están convencidos que las fuerzas del orden conocen la existencia de una Operación pero no de su objetivo. Pura especulación, paranoia que se hace real en los terroristas quienes deciden secuestrarlos para sacarles a golpes lo que saben.

El drama es que los jóvenes no conocían nada. Si algo estaban pensando cuando se produjo la tragedia es que El último tango en París no era la película erótica que estaban pensando que iban a ver cuando cruzaron la frontera.

El libro, que ha consultado toda clase de fuentes para dar verosimilitud a lo narrado, hace un gran trabajo de memoria histórica y quisiera entender también que de justicia histórica aunque la grandeza de sus páginas se encuentra en un contenido que mantiene en todo momento el equilibrio entre las partes ya que no quiere hacer demagogia sino reflejar con la mayor exactitud posible y con lo que se conoce una tortura que se les fue de las manos a los asesinos. Un acto criminal que por casualidad tuvo lugar la primavera de 1973.

Que nadie lo compare así con otros libros que han abordado literariamente la guerra con ETA porque las ambiciones de Una tumba en el aire son otras: esclarecer un asesinato que aún mantiene en vilo a las familias de los tres jóvenes ejecutados. También la inutilidad de un conflicto que se radicalizó tanto,que terminó por confundir a un lado y al otro. En el lado terrorista, a sospechar de compañeros, a condenarlos también a muerte aunque las pruebas se sostuvieran con alfileres.

Recomendaría al lector interesado a que no se perdiera este ejercicio de literatura que fusiona lo mejor del periodismo aunque pese más lo literario por fortuna que lo meramente periodístico en la narración. El libro tiene mucho calado. Demasiado para algunos. Cuenta el autor en el epílogo que muchas de las personas con las que conversó cuando se documentaba para escribir la novela le pidieron que respetara su anonimato, lo que no deja de sorprender después de transcurridos 47 años de aquellos hechos lo que pone de manifiesto que el miedo sigue latente. El miedo y el odio.

Saludos, sol, calor, desde este lado del ordenador

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