La Garbo vive

No es que fuera extremadamente bella, de una hermosura que estremeciera la sangre que circula por las venas pero sí que tenía algo, un algo que no definiría como sexual sino divino. La conocimos de hecho como la Divina y divina quedó para siempre en la Historia del Cine que no está plagada como algunos creen de seres del otro mundo y sí de muchas y muchos que no son de este mundo.

Greta Lovisa Gustafsson, conocida como Greta Garbo (Estocolmo, Suecia, 18 de septiembre de 1905-Nueva York, 15 de abril de 1990) es otra cosa. Un punto y aparte, un algo indefinible, una mujer que sin ser especialmente rutilante conquistó tanto a hombres como mujeres en pantalla (grande siempre, por favor) porque era divina, ya se dijo, y seducía a la cámara con sus poderes que no son de este planeta.

Comenzó en el cine sonoro, se marchó a Hollywood del brazo de un cineasta, Mauritz Stiller, que creía que la tenía bajo cuerda y allí se liberó de su pesada influencia para provocar un terremoto en la ciudad de las estrellas.

Siempre seria, con esa mirada casi rasgada que otea el horizonte, la Garbo, porque así también se la conoció, se hizo un espacio en aquel mundo de lujo falso y amistades que no valían ni dos centavos para convertirse en la diosa que todavía hoy nos saluda desde sus películas (porque son sus películas) y carteles que cuelgan en las habitaciones de sus seguidores. Todos gentes que la adoran, que rezan en la oscuridad la salvación de su alma invocando su nombre.

¡La Garbo ríe! Exclamó la publicidad tras el estreno de una de sus mejores películas y de una de las mejores comedias de la Historia del Cine. Ninotchka (Ernest Lubitsch, 1939) que dirige con su mágico toque un berlinés que nos enseñó que la risa puede ser elegante… sobre todo cuando sugiere un encuentro, una habitación que se cierra, un casco de acero del amante que se pone sin darse cuenta el esposo hasta reparar que no encaja en su cabeza… La comedia es además un feroz ataque a la Rusia bolchevique y La Garbo, y casi todo el mundo (salvo unos pocos comunistas sin sentido del humor) se ríe con esa rusa que encandila a quien la conoce en un París recreado en estudio que debe ser el París de verdad porque es el de los sueños.

Antes, Greta Garbo había protagonizado Mata Hari, Grand Hotel, Ana Karenina (¿la mejor Karenina?, creo que Tolstói afirmaría con la cabeza mientras se mece su desordenada barba) y una película por la que siento una extraña fascinación: La reina Cristina de Suecia.

Rueda en 1941 La mujer de la dos caras, que parece un título revelador, a las órdenes de George Cukor y de repente, sin avisar, se retira del cine y del mundo y desaparece.

¿Dónde demonios está la Garbo?

La actriz que ya no es actriz y que vuelve a ser mujer se esconde, no quiere que los que la aman vean cómo envejece. Para la Divina no pasan los años. La Divina será eternamente joven gracias al cine.

El mundo no la olvida sin embargo. Y se publican imágenes de la mujer que fue actriz paseando por la calle con gafas oscuras. Los odiosos de siempre la señalan con el dedo y cuestionan su sexualidad en unos tiempos donde se cuestionaban tus gustos de cama y se publica toda clase de basuras, de noticias falsas… Su retiro silencioso genera incluso novelas y películas que se inspiran en ella como Fedora...

Son muchas las anécdotas ciertas y falsas que se han escrito sobre ella. Groucho Marx narra una en sus memorias marxistas, pero la Garbo en aquel entonces era la Garbo con todas sus letras. Otra, un viaje en taxi con Burt Reynolds que no la reconoce hasta que el actor se despide de ella. Claro que entonces la Garbo ya se había convertido en una leyenda de un cine en blanco y negro que ya no volverá, había desaparecido. Volvía a ser la señora Gustafsson hasta su fallecimiento.

Fallecimiento que no acepta su legión de seguidores porque la Divina no puede morir. Vive eterna en sus películas, que son sus películas.

La Garbo ríe, claro que sí, pero sobre todas las cosas La Garbo vive.

Saludos, eternamente a sus pies, desde este lado del ordenador

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