Desgracias familiares

Es una apreciación, como lo son todas, muy personal pero considero a Ignacio Martínez de Pisón uno de los mejores novelistas del panorama narrativo actual en España. A su obra me remito. Y todo sin forzar las tornas, sin explosiones estilísticas sino más bien al contrario. Los libros de Martínez de Pisón, los buenos y los que no son tan buenos (todavía no he encontrado uno que sea rematadamente malo) cuentan historias. Y muchos de ellos cuentan historias familiares. La familia es de hecho una de las grandes protagonistas en la producción literaria del escritor.

La familia está presente en Dientes de leche y vuelve a estar presente en su nuevo libro, Fin de temporada, aunque en esta ocasión se trata de una unidad familiar reducida, la que forma madre e hijo y la extraña y morbosa relación que los une. Y sí, sí que tiene algo de complejo de Edipo pero sobre todo del complejo de Agripina, lo que explica la ligazón que los ata a los dos, sobre todo a la madre que es incapaz de vivir sin su hijo al que, curiosamente y por amor, iba a abortar cuando un fatal accidente provocó la muerte de su novio, el padre del joven que convierte al hijo en una réplica asexuada (aunque no falten abrazos y besos demasiado cariñosos) de aquel muchacho que perdió la vida al volante del coche que llevaba a la pareja al hospital.

Este hecho, y así se encarga de destacarlo Martínez de Pisón a lo largo de todo el libro, no es para nada baladí sino fundamental para entender a madre e hijo. Sobre todo al hijo que intenta huir como buenamente puede de las garras amorosas de su progenitora.

No vale que se busque una novia, una buena chica francesa, ni que intente labrarse un porvenir en un país que no es el suyo, al final los cantos de sirena de su madre harán que regrese al nido, al cobijo de los amorosos brazos de una mujer que no anda demasiado bien de la cabeza y que no mantiene contacto con su familia ni con la del novio muerto con el fin de construirse una nueva vida a solas con su vástago.

En la contraportada del libro se lee que Fin de temporada es una novela sobre la fuerza, “a veces envenenada, de los lazos de sangre; sobre secretos familiares que hacen que cada generación se vea abocada a repetir ciertos errores, y sobre cómo saber nos transforma en otras personas”, también que el escritor tiene facilidad para trazar “personajes memorables” que en la novela narra casi un cuarto de siglo de relación materno filial que se enquista en determinados vicios porque ni uno ni el otro han resuelto el pasado que arrastra. “Una trampa vital aunque intentemos ignorarlo, o precisamente por ello”, destaca la contraportada.

Como en otros libros del escritor el pasado es junto a la familia uno de los grandes temas de su literatura. Desentrañar las huellas que deja nuestro paso por la vida es una de las preocupaciones que dominan en los libros de Martínez de Pisón bien recreando ese mismo pasado en títulos como Enterrar a los muertos, en los que investiga la vida y obra de José Robles Pazos, traductor de John Dos Passos y asesinado en 1937 por agentes secretos soviéticos; la mencionada con anterioridad Dientes de leche, El día de mañana, Una guerra africana, que se ambienta en los años 20 durante la guerra de Marruecos y la novela de no ficción Filek, el estafador que engañó a Franco.

Cinco ejemplos donde familia y pasado forma parte del eje narrativo de un escritor al que unos llaman realista en unos tiempos en los que no gusta esta palabra.

El caso de Ignacio Martínez de Pisón es que se trata de un narrador que no deja indiferente a nadie. Gusta o disgusta según la clase de públicos. A nosotros nos gusta, por lo que sus libros no suelen decepcionarnos.

La apuesta que planteaba Fin de temporada resulta así satisfecha. El escritor vuelve a escribir una buena novela sobre la familia, atípica como son la mayoría de las familias, el amor y el pasado. Estos elementos son los que arman un libro que cuenta también con personajes con grises, que no resultan perfectos y propone una indagación sobre el presente que bebe de las fuentes de un pasado remoto, desconocido, no repleto de engaños sino oculto al veinteañero protagonista de una novela donde el personaje pierde camino para volver a encontrarlo y perderse nuevamente en un texto que se lee con interés porque gusta y captura la atención.

Saludos, buenas lecturas, desde este lado del ordenador

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