Nacido para fracasar

La primera novela del escritor norteamericano Nico Walker, Cherry, entronca directamente con toda una tradición literaria que está vinculada a la memoria de hombres y mujeres que se hicieron soldados, combatieron y regresaron a casa con la sensación de una juventud no perdida sino robada.

Lo relata Gustav Hasford en Una chaqueta metálica, novela que llevó al cine Stanley Kubrick y ahora Nico Walker con Cherry (Literatura Random House, 2020), solo que el escenario de Vietnam es sustituido por el de Irak, una guerra radicalmente diferente a la del sudeste asiático no solo porque sus geografías resulten radicalmente opuestas (espesas junglas en una, áridos desiertos de roca en otra) aunque sí que existe una conexión entre ambos conflictos y es la formación errática de los soldados, lo que explica su carácter desnortado tras volver a casa.

El protagonista de Cherry vive al límite tanto en la paz como en la guerra. Carece de una relación familiar normal, consume grandes cantidades de droga y no tiene donde caerse muerto hasta que ingresa en el ejército como enfermero guerrero para reproducir en otro país –que está en guerra– los mismo vicios que en casa y traérselos de vuelta cuando lo licencian. No hay futuro para el protagonista de la novela, protagonista que el aparato mediático se empeña en afirmar que es autobiográfico aunque el escritor lo desmiente en la primera página del libro.

Recoja o no la novela la desordenada vida que lleva el protagonista de Cherry es sin embargo lo de menos porque lo que cuenta es la forma dispersa en la que ordena los capítulos y la sensación de que todo lo que escribe fue verdad porque sabe a verdad. Este y no otro es la cualidad dominante en Cherry, que sus páginas resulten tan auténticas aunque el lector se vea mareado, sobre todo en la parte dedicada a Irak por un bosque de siglas militares que hace acudir con demasiada frecuencia al glosario que se incluye al final de la obra.

La conclusión es que el protagonista de la novela como probablemente el mismo autor, ha desperdiciado una vida por miedo a reconocerse en el espejo. La realidad reflejada, sospecha, no va a gustarle. Esa huida hacia adelante es lo que explica que se enrole en el ejército y deje en casa a su novia de toda la vida, una yonqui como él que le roba el corazón. Aunque uno intuye que es otra excusa que busca para olvidarse de sí mismo.

La novela está estructurada en seis partes (Cuando la vida apenas comenzaba, te vi; Aventura; Novato; Picaflor; El gran romance yonqui y Un bajón) en las que cuenta la vida del protagonista en casa. Donde trabaja y pierde trabajo. Vuelve a trabajar mientras dice que está enamorado entre juergas de campeonato que desgastan un poco más su visión de las cosas. El libro continúa con la descripción del personaje protagonista en el ejército y el destino donde va a servir como enfermero guerrero.

Se trata de la parte más interesante de la novela porque describe el día a día de un grupo de hombres y mujeres que están ahí porque es su trabajo. Hay semanas en las que las camas de los barracones quedan vacías porque ha muerto uno de los ellos, bastantes con apellidos hispanos. La tropa entre misión y misión, se relaja drogándose y bebiendo y observando películas de violencia real con ratones por internet. Relata también algunas operaciones como la quema de cabañas vacías, el asesinato de inocentes porque “estamos en guerra” y algún que otro combate mientras tachan los días del calendario.

Tras esta experiencia, el escritor muestra el regreso a casa del protagonista y su vida de nuevo como civil. Se casa con su novia de siempre, se divorcia y conoce a otras mujeres mientras se droga y bebe. Ahora aprovecha su experiencia militar –algo así como enfrentarse a la muerte todos los días– para cometer pequeños delitos. Pero no es Dillinger y sí un paleto que no sabe qué hacer con una vida que se le va por la nariz y las venas del brazo.

Cherry, que así apodaban los veteranos a los novatos que llegaban a Irak, es una novela interesante cuya lectura me hizo recordar la de Una chaqueta metálica. Lo llamativo del caso es que se trata de un libro que no desconcierta por el dramatismo absurdo de su experiencia como enfermero guerrero sino por contar con textos donde todo lo cotidiano resulta dantesco y el cambio paulatino que se produce en el narrador que cuenta la historia en primera persona.

Se reitera que Nico Walker dice lo contrario pero el libro, que lo escribió en la cárcel, está basado en hechos reales. Otra cosa es que los haya maquillado para recrearlos en una novela que no está escrita con rabia ni intención de renuncia sino como el testimonio de un enfermero guerrero en el frente de Irak como en casa.

La novela ha sido saludada con palabras elogiosas por Donald Ray Pollock y no faltan razones para entender estos elogios ya que tanto Pollock como Walker escriben desde dentro. La verdad asoma aunque esté maquillada de ficción. Está viva porque no recrea una mentira sino una experiencia. Nico Walker como Ray Pollock no son de los que marean la perdiz con la crueldad porque la violencia que aparece en sus libros… No chirría ni agota al apreciarse que forma parte de ese mundo. De su vida normal sea en la paz como en la guerra.

Lo que cambia es solo el escenario. Y el escenario que cambia afecta al personaje. Partieron y regresaron siendo los mismos solo que un poco más alejados de la realidad. Saben que no tienen futuro y que su única escapatoria como parias de la tierra, como carne de cañón, es abandonarse con sustancias que lo vuelvan un poco más nihilista y menos, mucho menos soñador.

Despiadado retrato generacional, la publicación de Cherry con todas sus flaquezas (que las tiene y muchas) pone el dedo en la llaga sobre una generación que no es otra cosa que anteriores generaciones: peones. O tipos que saben –pero no quieren admitirlo– que no hay sitio para ellos en lo que llaman el sueño americano.

Saludos, tras lla lluvia, el sol, desde este lado del ordenador

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