Reflicciones, cuentos de Agustín Gajate

Escritor preocupado por rescatar la lengua que hablaban los primeros habitantes de las islas Canarias, Agustín Gajate Barahona publicó hace unos años un poemario escrito en ese idioma bajo el título de Achicaxna xaxo agual, palabra de momia paria. 110 poemas y 9 grandes silencios en lengua guanche que, con toda la discusión que puede suscitar, no dejaba de resultar una rareza y un loable intento por armar una gramática rupestre para recordar a un pueblo que, como decía la canción, nació en la historia para vivir en la leyenda.

Escritor y periodista, Agustín Gajate Barahona continuó con una carrera literaria cuanto menos extraña en las letras que se escriben a este lado del Atlántico, casi como si pretendiera aportar su granito de arena a una batalla cultural que no termina de levantar cabeza en este archipiélago abandonado de la mano de los dioses más por indiferencia social (lo que podría generar otro debate para reflexionar las razones que lo provocan) que por otra cosa aunque unos pocos insistan en que se debe a una conspiración organizada por poderes a los que se califican de coloniales.

Lo colonial no termina de convencer sin embargo a la mayoría de los habitantes de unas geografías que, como escribía H.P. Lovecraft, prefiere vivir de espaldas a la realidad y permanecer en unas islas de plácida ignorancia pero no es éste el momento ni el lugar para plantear si es necesario seguir alimentando de polémicas y discursos endebles a ese monstruo de siete cabezas que es la Cultura ni la de reivindicar un pasado aborigen que se difumina por lo contradictorio que resulta según las fuentes consultadas. Baste decir que el mérito de Agustín Gajate ha sido el de construir un armazón literario en el que su idea de lo pasado y presente se fusiona con la suficiente naturalidad para dar origen a un futuro en el que se observa con cierta nostalgia un tiempo que el viento se llevó, creando a su alrededor una geometría –circular me atrevería a decir– concebida con elementos que configuran un mundo literario personal y con señas de identidad. Otra cosa es que ese mundo guste o disguste a unos y a otros, en nuestro caso lo observamos con cierta atención, reconociendo el esfuerzo por elevar ese imaginario y su voluntad por darle coherencia.

Gran parte de todo esto lo vierte en la novela Los cimientos de Gomorra, título que iba a dar paso a otras historias más que, de momento, permanecen aparcadas. En esta historia, excesiva y ambiciosa, el escritor no terminaba de dominar el fresco cultural y antropológico al que aspiraba pero no dejaba de resultar un libro interesante por lo original de su propuesta y quiero entender que por su involuntario ánimo de polemizar.

Me sorprende por eso Reflicciones (Ediciones Aguere/Idea, 2019), volumen que reúne cuarenta cuentos de temática y estilos muy diferentes porque en la mayoría de ellos se aprecia el nervio como narrador de un escritor con una atractiva vocación realista que espolvorea con elementos oníricos para dar como resultado unas piezas que, en conjunto, revelan algunas de las obsesiones de su autor en el período comprendido entre 1982 y 2019.

Muchas de estas historias evocan además influencias que, posiblemente, no han marcado el itinerario como escritor de Gajate Barahona pero que a quien ahora les escribe le sugirieron por el cómo lo cuenta y los giros finales, marcados por autores como Wilde, O´Henry o Bierce. Si algo une estos relatos es, en este aspecto, su profunda vocación humanista así como un naturalismo feroz que disemina en las páginas de historias donde los menos favorecidos son los protagonistas.
Encuentro así solidaridad más que piedad en unos relatos que muestran a un escritor comprometido y preocupado por lo que pasa a su alrededor (pesa su vocación como periodista) y su objetivo por escribir cuentos que además de contar, calen en el corazón del atribulado lector.

En la contraportada de la edición se dice que al ser tantos los cuentos y al estar escritos en estilos tan diferentes alguno podría pensar que estas historias no han sido escritas por un solo autor pero pienso que se equivoca porque detrás de cada uno de los relatos se nota que ahí está respirando la misma persona. Sí es verdad, en todo caso, que el alto número de historias resienta la unidad del libro, esa unidad que resulta necesaria en esta clase de recopilatorios, pero todos los cuentos, absolutamente todos, son de un mismo autor.

A la espera de una nueva incursión en la ficción, se concluye que sin ser redondo, Reflicciones resulta un volumen interesante para conocer las constantes de su autor. Se puede disculpar así el tono irregular de los relatos por el arco temporal en el que fueron escritos, unos están más trabajados que otros, pero la mayoría coincide en sus preocupaciones ante lo que le rodea.

Saludos, de cara al mar, desde este lado del ordenador

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