Un cadáver en el camino

El cadáver de un oso de peluche en el fondo de uno de los barrancos que atraviesa la ciudad en la que vivo. No sé la razón, pero la imagen que me la hace llegar un anónimo lector de este su blog El Escobillón me resulta de una crueldad extrema. Los restos de un peluche en medio de la mierdad en la que crecen plantas salvajas y alguna flor de perfume desconocido. Seguí mji camino con la perra tirando insistente de la correa y de pronto, a medida que avanzábamos por la avenida solitaria me asaltaron las ganas de llorar. Pero no hubo lágrimas que se deslizaran por las mejillas y sí una sensación terrible de tristeza. Un ahogo enfermizo que me hizo detener ante un kiosco en el que compré una botella de agua fría. Muy fría, por favor, le rogué al kiosquero.

Saludos, ese fue, desde este lado del ordenador

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