El delator, una novela de Juan-Manuel García Ramos

No es El delator (Mercurio Editorial, 2021) un libro cómodo. Ya lo advierte su autor, Juan-Manuel García Ramos en el prólogo, “prólogo de salvaguardia”, en el que explica las razones que lo llevaron a escribir una obra siendo consciente –es una suposición– que lo que iba a exponer no iba a gustar a demasiada gente.

Esto hace que cualquier reflexión en torno a este libro resulte difícil e incluso contraproducente. El propio escritor narra una versión de los hechos, la muerte y desaparición del poeta tinerfeño Domingo López Torres, incómoda ya que acusa (veladamente, es verdad) a algunos de los integrantes del grupo que aglutinó la revista Gaceta de Arte de la delación, encierro y posterior ejecución del poeta santacrucero.

Para apoyar el hilo de esta investigación literaria, Juan-Manuel García Ramos se basa en “revelaciones” y “testimonios directos de familiares allegados” de una víctima que pone nombre y apellido a tantos y tantos desaparecidos por la represión militar iniciado el golpe de Estado en contra de la II República en la islas Canarias. Recurre García Ramos a la especulación literaria, sabedor de que su libro (crónica, afirma el autor) caerá como un mazazo entre los que defienden la versión oficial, la dignidad antes durante y después de la guerra de los miembros de Gaceta de Arte que sobrevivieron a la represión pero no al miedo feroz que alimentó sus vidas en aquellos años de plomo.

La intención de El delator no es solo la de cuestionar el protagonismo durante la Guerra Civil de los que integraron Gaceta de Arte, uno de los pocos referentes culturales sagrados de los que podemos enorgullecernos los nacidos y residentes en esta tierra, sino la de reivindicar la figura más como víctima propiciatoria que como poeta de Domingo López Torres, que sigue siendo con otros uno de los personajes menos conocidos y reivindicados de aquel grupo adelantado a su tiempo. También la única víctima de aquellos desgraciados años.

Para construir la obra, Juan-Manuel García Ramos se ha servido además de las fuentes mencionadas, de la literatura que se ha escrito sobre Gaceta de Arte y algunos de sus miembros más destacados. Mezcla con oficio una gran variedad de géneros que convierte esta “crónica literaria”, este relato que noveliza hechos basados en la realidad, en una obra híbrida que tiene mucho de policíaco pero también de ensayo y de lo que ahora se conoce como novela de no ficción, aunque esto último no lo sea en su sentido más estricto.

El delator propone muchas lecturas, entre otras una marcadamente moral que sirve, algo forzadamente, para defender la dignidad vital y como artista de Domingo López Torres, un hombre comprometido con el socialismo que vivió de lo que sacaba explotando un estanco próximo a la plaza de la Candelaria, creo, si no me equivoco, de La Constitución por aquel entonces. Juan-Manuel García-Ramos tiene la capacidad de humanizar al poeta, de hacer creíble un personaje literario llamado Domingo López Torres mientras se pregunta quién y la razón de su delación. Y da una respuesta velada sobre la persona que pudo ser –no proporciona sin embargo pruebas materiales que acusen a uno o varios de la traición– ya que deduce que fue alguien muy cercano, un amigo y compañero de Gaceta de Arte.

El libro está planteado más que como una crónica como un reportaje literario que no periodístico porque los hechos aquí son factibles de ser manipulados, pero sí recupera y vindica además del poeta a otros personajes que sufrieron represión y en algunos casos la muerte como Luis Rodríguez Figueroa y José Antonio Rial, este último sobreviviente de la represión y autor de un libro fundamental que escribió en el exilio para conocer desde dentro la brutal represión de los rebeldes: La prisión de Fyffes. Hay mucho de esta obra en El delator, sobre todo en las escenas que se desarrollan y describen desde dentro de esa cárcel improvisada en la empaquetadora de plátanos que se encontraba entonces a las afueras de Santa Cruz de Tenerife.

Resulta curioso que las últimas novelas de Juan-Manuel García Ramos se encasillen en el género histórico. Se acomoda a él El guanche en Venecia, El zahorí del Valbanera y por supuesto El delator. Se tratan de tres obras comprometidas y cada una de ellas propone una atractiva y también discutida revisión de capítulos claves en la Historia de Canarias como lo fue la resistencia final de los primeros pobladores de Tenerife contra los conquistadores castellanos; el exilio de los canarios a principios de siglo a América, en este caso Cuba y ahora Gaceta de Arte y la Guerra Civil. No obstante, si llega a tocar la fibra sentimental es, precisamente, con El delator porque se desarrolla gran parte en un tiempo no tan reciente pero que sigue estando ahí al ser episódicamente recuperado por unos y por otros: La Guerra Civil. En este caso, narrada con la melancolía de quien sabe que no va a ser entendido, que provocará rechazo por cuestionar la versión oficial y las actitudes que, según el libro, mantuvieron algunos de los miembros de Gaceta de Arte cuando los militares se hicieron con el poder en las islas.

El delator parece –pero no creo que fuera esa la intención– demoler el espíritu cohesionador de aquel grupo tan representativo en la vida intelectual y artística canaria ya que trascendió fronteras, invitó al padre del surrealismo André Breton a conocer la isla y editó una revista hoy casi objeto de culto. El libro se cuestiona el papel de alguno de ellos cuando las cosas se quebraron a partir de mediados de julio de 1936 pero no dice esto fue así sino que escoge y ordena suposiciones que hacen sospechar que las cosas no fueron como nos la han contado.

Recomiendo una aproximación a El delator con distancia y objetividad y la esperanza de que si gusta (y reúne todos los elementos para gustar) despierte el interés por conocer a un grupo de poetas, escritores, artistas e intelectuales que además de la revista y traerse a Breton y endeudarse por ese viaje, organizaron dos exposiciones surrealistas que pese a la calidad de sus obras apenas tuvo repercusión en la pacata sociedad tinerfeña de los años 30.

El delator, con todos sus peros, no hay que tomárselo al pie de la letra como obra histórica pero sí como una inteligente especulación sobre el destino final de Domingo López Torres.

El libro se lee de un tirón, está escrito con emoción contenida y reivindica la sangre vertida del poeta –una voz silenciada– porque salvó a sus amigos y compañeros de Gaceta de Arte.

Saludos, resignado y sin miedo, desde este lado del ordenaor

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