Javier Tolentino: “Las plataformas no deben imponer el cine que viene”

Javier Tolentino, crítico y ahora cineasta, no se atreve a definir Un blues para Teherán, su primer largometraje, ya que no se trata de un trabajo de ficción pero tampoco de no ficción. “Los géneros están cruzados, trabajo un cine de ficción donde los personajes son reales aunque los trato como actores y hay una escenografía. Eso es cine puro”, afirma el conductor del programa radiofónico El séptimo vicio, quien bromea sobre lo que tiene que “soportar” de otros compañeros de profesión cuando se ríen de él por su amor incondicional al cine iraní. Cine al que ahora rinde homenaje, también a su música, en un documental que no lo es aunque lo sea.

- Ha realizado dos cortos y con Un blues para Teherán debuta en el largometraje. ¿Qué lleva a un crítico de cine a pasarse al otro lado de la cámara?

“Ya estuve en 2011 a un paso de dirigir un proyecto de largometraje, El fantasma enamorado. Se trataba de pura ficción y se iba a rodar en Canarias sobre la figura de Miguel de Unamuno. La película quería mostrar cómo las islas y en concreto la de Fuerteventura, lo transformó pero al proyecto se le pasó el arroz cuando se estrenaron no una sino tres películas centradas en el autor de La tía Tula. Con todo, las ansias de rodar siempre estuvieron ahí por lo que tras asistir a varios cursos con Abbas Kiarostami y otros cineastas iraníes surgió un debate en el que se planteó por qué un español, un europeo, contemplaba la posibilidad de rodar en Irán. Hasta ese momento, nadie se había acercado desde fuera a Irán por lo que se convirtió en un reto. Fui invitado al Festival Internacional de Cine de Teherán, el Festival Internacional de Cine de Fajr y estando un día en la casa de Kiarostami con otros cineastas iraníes se mostraron encantados de que pusiera en marcha este proyecto que es heredero de todo ese cine que a uno lo ha marcado. Con Un blues para Teherán les devuelvo, o eso intenté de alguna manera, el favor”.

- ¿Qué atractivo tiene para usted el cine iraní?

“Es una de las cinematografías que más me impactaron en los 80 y 90 porque hasta ese momento el cine oriental no se exhibía demasiado en festivales. De hecho, al cine africano le quedaba entonces unos diez años para que los espectadores se fijaran en él. En cuanto al cine iraní, descubrí que destruía la narrativa clásica y, al mismo tiempo, mostraba un enorme amor a la naturaleza con un gran poso poético. Tenía algo de un cine que ya no lo vas a ver en Scorsese o Allen”.

- La música y la poesía de las canciones marcan el ritmo de Un blues para Teherán.

“La poética persa y la india son a las que más me acerco. El cine iraní es heredero de su poesía lo que hace que me identifique con él. Es un cine de puro zen, que deja descansar la mirada por sus paisajes y, sutilmente, te enseña cómo está organizado socialmente Irán y cómo se produjo el desenganche con occidente, lo que resultó tremendamente negativo tanto para ellos como para nosotros”.

- La película parece un documental pero no lo es…

“Es algo que caracteriza mi trayectoria profesional. Por ejemplo, El séptimo vicio es un programa de cine pero no de actualidad… Acabo de publicar Un alfabeto para Emma Suárez que no es un biopic sino una fantasía sobre la actriz. En este aspecto, no podía realizar un documental de, por ejemplo, Abbas Kiarostami. El origen de Un blues para Teherán fue primero la historia de un cronista de radio que ama la música y que viaja al Kurdistán para encontrar las más antiguas músicas persas con la idea de descubrir dónde se rompió el cordón umbilical entre oriente y occidente. Esa fue la propuesta original, el punto de partida de la película, un leiv motiv que creo que sigue estando presente en el filme. La búsqueda de las canciones planteó a la sonidista Tere Núñez un juego que despliega en toda la banda sonora al proponer un pulso entre lo que canta una de las intérpretes con el canto de las aves. Se imita el de las garzas”.

- Usted subraya en la película un elemento crucial en la cultura iraní como es el de honrar a sus poetas.

“Los norteamericanos con esta especie de unión europea que tenemos han consentido en propagar la idea de que los enemigos de Dios son los persas cuando ha sido occidente quien ha explotado los pozos de petróleo de Irán. En especial el Reino Unido que colocó en el trono a un sha y a otro cuando eran soldados a los que se convertían en reyes con el fin de que garantizaran a las potencias occidenta la explotación de sus recursos naturales. El persa es heredero de una cultura ancestral. Puede ser analfabeto desde la lengua pero no desde el conocimiento. Te explican cómo es su país con un comentario sencillo, honrado y cargado de mucha verdad y eso es lo que quería encontrar y mostrar”.

- ¿Y que destacaría del iraní de a pie?

“Sobre todo su humildad y que la pobreza no tiene por qué significar miseria. Es el Irán que descubres cuando te alejas bastante de Teherán, de ahí el título de la película, ya que Teherán encarna la derrota de su propia capital. Irán es otra cosa, es la profundidad del desierto, del mar Caspio, del golfo… Te encuentras con persas que parecen de la antigüedad. Y digo parecen por su conocimiento”.

- Una de las canciones que se escuchan en la película lamenta sin embargo la maldición de haber nacido en Asia.

“Sí, porque parece que en el planeta solo sirve Europa, EE.UU y Canadá. El resto es como si no existiera. Es la maldición, la maldición de no haber nacido en otro país. Los iraníes tienen muy metido en vena que quieren evolucionar por su cuenta. En las conversaciones los grafiteros se plantean para qué prostituirse en Europa cuando pueden enseñar su arte desde su propio país”.

- ¿Hubo dificultades para rodar en Irán?

“La película tuvo muchos problemas. Primero fueron los de conseguir los permisos para colaborar porque no existe colaboración entre los gobiernos de España e Irán. Me hubiera gustado que la película fuera resultado de una coproducción entre ambos países pero resultó imposible. No hay legislación ni reglamentos pero con todo espero que algún día Irán deje de ser el enemigo de Dios para que ambas cinematografías puedan colaborar. En Un blues para Teherán hemos tardado más de dos años en obtener los permisos y las autorizaciones para poder rodar sin dificultad aunque fue imposible hacerlo sin problemas en Teherán. La policía viene a pedirte primero los permisos y luego te llevan a la comisaría si no les gusta lo que escuchan hasta que certifican que tienes los permisos. Fuera de Teherán el cien por cien de los persas y de los kurdos te abren las puertas de sus casas de par en par. Te dan de cenar, te invitan. Es la cultura del saber y del conocimiento. En Irán no está Teherán sino el pueblo”.

- ¿Sabe si la película se estrenará en Irán?

“Es lo que me gustaría, es mi sueño porque el depositario de la película es el espectador iraní, es a quien va dirigida Un blues para Teherán que es una película sobre su país realizada por un europeo que sabe perfectamente que hubo un origen de la cultura occidental y que ese origen procede de Persia. Somos herederos de esa cultura y creo que he transmitido ese afecto por el pueblo iraní en la película aunque no es una declaración de amor sino un filme basado en la relación de Persia con toda la cuenca del Mediterráneo”.

- ¿Cómo cree que los iraníes perciben esa relación?

“Tienen la sensación de que la evolución social, económica y política de Irán es muy buena pero no para el pueblo iraní. Nosotros nos vamos a dejar la piel para que la película se proyecte de una u otra manera en Irán”.

- La música es el gran motivo de Un blues para Teherán pero, curiosamente y lo afirma uno de los protagonistas del filme, el cine iraní se caracteriza por no contar con apoyo musical.

“Tanto Bergman como Lars von Trier y Kiarostami, entre otros, piensan que la música en el cine es una manipulación ya que la vida no tiene música. Por esto mismo, piensan que debe ser ajena al contexto de la película ya que su uso implicaría una mayor manipulación, dejémoslo así. Yo no opino igual porque vivo la música por encima de todo. Si ves Nadie sabe nada de gatos persas (Bahman Ghobadi, 2009), una película rodada con grupos underground en Teherán, lo observarás. Respeto las opiniones que dicen que nuestra realidad no tiene banda sonora pero este proyecto nació casi como un musical. Es la historia de la búsqueda de unas canciones a través del diálogo con músicos iraníes”.

- Cambiemos de asunto y hablemos de las alarmas que se han encendido a partir de la pandemia con el cierre de las salas de exhibición cinematográfica. ¿Estamos asistiendo si no a la muerte sí a la agonía del cine?

“No lo creo. Una cosa es que no podamos salir al campo o a la playa cuando estuvimos confinados pero cuando esto termine estoy seguro que regresaremos al campo, a la playa y a los bares porque eso es la vida y no podemos ir contra la vida. Diría a los espectadores que se enfrenten a todo eso porque hay un punto –si quieres político– en que nos quieren como nos quería Dios: que no nos toquemos ni nos acostemos pero el cine es un lugar seguro: llevas mascarilla, las butacas están espaciadas. Hay que mantener las salas. El cine es para verlo en salas. Además, no hay nada como ir una tarde al cine con tu gente, con los amigos. La atmósfera que se respira”.

- ¿No cree que el éxito de las plataformas agrave el problema?

“El cine visto en plataforma hace que se pierda el contacto con el público si bien admito que es una opción pero no deben imponer el cine que viene. Las series son otra cosa, otro formato porque el cine, lo que conocemos como cine, se piensa para la pantalla grande con el fin de que mantenga su ritmo, cierta cadencia”.

- En cuanto a usted, todo indica que sigue apostando por el cine. Ahora mismo prepara el guión de otro largometraje.

“Estamos rodando en Cataluña y es un musical pero hasta ahí puedo decir. Vivimos momentos muy híbridos en los que puedes coger recursos de todos los géneros como, por ejemplo, el thriller y el documental puro para la ficción. Así que ¿para qué reducir lo que cuentas a un solo género cuando lo tienes todos a tu alcance?”

UNA PRODUCCIÓN DIFERENTE

Poner en pie la producción de Un blues para Teherán fue un trabajo laborioso, de muchos años con sus alegrías y sus decepciones. Este amor al proyecto hizo que el filme se estrenara antes que en ningún sitio en Bilbao, Barcelona, Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. “Técnicamente, la película fue posible gracias a la colaboración de mucha gente que participó en un crowdfunding por lo que procuramos que, geográficamente, los que nos apoyaron fueran los primeros que la vieran”. Un blues para Teherán se exhibió primero en un cine club de Bilbao porque fue el primero que apoyó económicanente “la viabilidad del proyecto”. Después vino Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife sin olvidar, añade Javier Tolentino, el festival MiradasDoc que se celebró esta misma semana en Guía de Isora (Tenerife).

Saludos, ¡¡¡corten!!!, desde este lado del ordenador

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