Un archipiélago mestizo

Tras la conquista, qué palabra, la Historia de Canarias es la de un intenso proceso de mestizaje en el que se mezcla en un todo los primeros pobladores de las islas con las gentes que cruzaron el mar para construir una nueva vida en estos peñascos diseminados a este lado del océano Atlántico.

La literatura que se escribe en el archipiélago no ha explotado todavía con la fuerza que se merece cómo se transformó la sociedad canaria tras ser sometida por los europeos, aunque hay algunos ejemplos significativos que han ahondado con mejor y también con peor fortuna en lo que implicó esa mutación. El mestizaje entre las gentes que venían del mar con los que vivían en las islas a través de los años y los siglos.

Lo interesante de estas obras es, a nuestro juicio, la reflexión por poco profunda que resulte, que se plantean los autores entre los primeros pobladores de Canarias con los que llegaron después, con la espada en una mano y la cruz en la otra, con el fin de ser los embriones de lo que más tarde serán los canarios, resultado en la actualidad de aquella mezcla tan característica y habitual en los territorios de frontera.

Pese a su atractivo, no ha sido un tema que haya generado mucha literatura quizá porque aún desconcierta la verdad de donde procedemos: una sociedad en constante evolución, mezclada, con sangre castellana, andaluza, indígena, flamenca, portuguesa, africana, entre otras, que da una idea de la mixtura de un pueblo que aún vive de espaldas a su origen. Un origen que no procede precisamente de los primeros pobladores, aquella raza que según la canción “nació en la Historia para vivir en la leyenda”, sino de los que llegaron más tarde, se mezclaron y buscaron un sitio en el que establecerse antes de que el sueño americano llamara a su puerta.

Nos hemos centrado pues en este recorrido en las novelas y cuentos que desde la perspectiva del siglo XX y XXI han desarrollado sus historias después de la conquista hasta el siglo XVII, aprovechando la reciente publicación de Llevadme a ver el mar, de Jorge Fonte, que se desarrolla en una La Laguna que todavía puede ser reconocida en algunas de sus calles y plazas. Omitimos, aunque el arco temporal en el que ubicamos estas obras sea una constante temporal en los thriller de Mariano Gambín, un puñado de obras por desconocimiento pero los títulos que se comentan están aquí porque, a nuestro juicio, encarnan lo más representativo de una literatura que si tuvo alguna pretensión fue la de mostrar a sus lectores cómo era Canarias en unos tiempos donde comenzaba a tomar conciencia de sí misma.

Se menciona como antecedente el canario que forma parte de la expedición de Pedro de Ursúa y en la que se encuentra Lope de Aguirre, y que la pluma de Ramón J. Sender describe en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre como un personaje “taimado y peligroso”.

Entre los primeros títulos que imaginaron cómo pudo ser aquella Canarias de frontera, un territorio dado al mestizaje y última escala antes de navegar por el Atlántico rumbo a las Américas, se destacaría por su singularidad Benartemi o El último de los canarios, de Agustín Millares Torres, novela notablemente influenciada por El último mohicano de J. Fenimore Cooper. La obra transcurre en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria una decena de años después de la conquista con una buena parte de la población aborigen reducida a la esclavitud. Algunos rebeldes canarios se han refugiado en los montes y atacan de cuando en cuando la ciudad, si bien es cierto que cada vez son menos y mucho más esporádicas sus incursiones. El jefe de todos los rebeldes es Benartemi, al que el pueblo ha convertido en un mito y los castellanos en el mismo diablo, aquel al que debe darse muerte.

Islas afortunadas. Retablo pintoresco de vida colonial (J. García de Vegueta, Ediciones Aymá, 1944) propone un recorrido de ambientación histórica precisamente en los siglos que nos ocupan, comenzando su recorrido por Tenerife para finalizar en la legendaria San Borondón. El autor explica en el prefacio de la obra que su libro recoge leyendas en contadas ocasiones y que su objetivo era fijar la atención en la Historia del pueblo que habita las islas si bien reconoce que “no es tarea fácil dar nueva vida a los personajes que yacen olvidados en los archivos. La historia de los antiguos Purpurista o Hespérides es una intrincada maraña, y hemos tenido que abrir una brecha para encontrar a nuestra gentecilla”.

El libro Islas afortunadas… ofrece así un interesante recorrido a medio camino entre la realidad y la ficción de un archipiélago que comenzaba a adaptarse a la civilización europea.

Si tiene un pero este libro es que está escrito con el español de su tiempo, lo que puede lastrar su lectura a los lectores actuales siempre caracterizados por las prisas y la impaciencia.

Esa misma Canarias que comenzaba a españolizarse marca la época en las que se desarrolla La pluma del arcángel, de Carlos Álvarez, y obra por la que obtuvo el premio Benito Pérez Armas. Álvarez, soriano de nacimiento pero isleño de corazón, insistiría años más tarde en la novela histórica con La señora. Doña Beatriz, señora de Gomera y Fierro, centrada en la vida de Beatriz de Bobadilla en La Gomera pero no ahondaremos en ella porque se salta la línea temporal que hemos establecido de relatos que se ocupan de las Canarias después de ser conquistadas aunque eso no le resta mérito a una obra en la que el escritor y guionista pretende dar otra visión de quién fue la señora de La Gomera y El Hierro muy alejada de la visión insultante y descalificadora que hasta la fecha habían acuñado muchos historiadores sobre doña Beatriz.

La pluma del arcángel sin embargo sí que se adecua a las intenciones de este artículo ya que el escritor ubica la acción a inicios del siglo XVI, cuando el inquisidor Fernán Ximénez llega a Canaria, “rincón del Imperio donde las costumbres se han relajado bastante, dispuesto a imponer su viejo rigor toledano”. Su llegada, sin embargo, no es celebrada por casi nadie en este pequeño microcosmo de la sociedad colonizadora, y que encarnan en el libro el gobernador Diego de Herrera, hombre pragmático que teme que los excesos de la Iglesia hagan de su isla un lugar inevitable; el mujeriego teniente Múxica, brazo derecho del gobernador; el pescador y visionario Antón Carreño; Martín Toscano, rico comerciante y judío converso; Nemesio Quiroga, pregonero, recadero y hombre para todo del teniente Múxica; o la vieja Farfana, prostituta y hechicera.

La novela, prácticamente inencontrable en papel, se puede descargar en la página web de Hora Antes Editorial por el módico precio de tres euros.

Premio Benito Pérez Armas también por El corsario de Lanzarote, Francisco Estupiñán narra en esta novela las peripecias de una poderosa familia canaria del siglo XVI y de paso reflexionar sobre “cómo fue la construcción de Canarias y cómo es hoy Canarias a través de esta construcción”.

La obra se centra en un personaje real de la Historia del Archipiélago, Agustín de Herrera y Rojas, marqués de Lanzarote, mestizo por el que corría en sus venas sangre de nobles castellanos con la de los conquistadores normandos y los primeros pobladores del archipiélago en unos años en los que comenzaban a instalarse los primeros cimientos de la sociedad canaria.

El libro reincide en las correrías que tanto los naturales de las islas más orientales del archipiélago como los africanos que tenían como vecinos hacían unos con otros con el fin de intercambiar rehenes, hacer pillaje y cualquier otro trabajo con el que sacar algo de dinero. A mal tiempo, buena cara.

Francisco Estupiñán insistiría en la misma época en Negro Juan, donde noveliza la vida de Juan Garrido, el único hombre de raza negra y condición libre del que existe constancia documental, muy escasa, sobre su participación en la conquista y colonización de América.

Juan-Manuel García Ramos se ocupa también de este periodo en El guanche en Venecia, novela que transcurre durante el verano de 1496, una vez culminada la conquista de Tenerife, cuando siete de los derrotados menceyes guanches, uno de ellos Bencomo de Taoro, son conducidos ante la Corte de los Reyes Católicos por el capitán-conquistador Alonso Fernández de Lugo. La historia, sin embargo, se desarrolla más en la Venecia del título que en la isla de Tenerife aunque la primera y última parte sí que se desarrolla en la isla.

Ni el siglo XV ni en el XVI sino en el XVII se ambienta La sombra y la tortuga, de Alberto Omar, interesante retrato de la sociedad tinerfeña de frontera donde lo religioso y pagano se mezcla sin estridencias, dando verosimilitud a un relato que se desarrolla en su mayor extensión en la ciudad de La Laguna, ahondado en las diferencias sociales y las fisonomías de los grupos cerrados que existían entonces en la ciudad.

Otras novelas que se han ocupado de este periodo son Ponte en mi piel, de Emma Lira, que se desarrolla en Tenerife durante el siglo XVI y que explica la historia de Petrus Gonsalvus, un personaje que existió y que recorrió las cortes europeas por su abundante vello y El baúl de los cangrejos, de Javier González y novela en la que propone un viaje a través de los siglos de una familia que se establece en el Puerto de la Cruz desde el XVI hasta nuestros días.

Historias de complicado andamiaje, El baúl de los cangrejos como bien explica en el prólogo el escritor y periodista tinerfeño Juan Cruz Ruiz coincide con las intenciones con las que abordamos este artículo ya que “los herederos de esos conquistadores, en su inmensa mayoría luego fueron considerados como canarios, porque lo eran, mezclaron sus sentimientos de dependencia y su reticencia ante los conquistadores y no lograron zafarse de esas ataduras morales o económicas y optaron más por magnificar las leyendas que por rebuscar en los hechos de la historia”.

La literatura sobre piratería ha dado también origen a varios libros que se desarrollan de manera indirecta la mayor parte de las veces en Canarias. Destacaríamos al ceñirse a nuestro corsé temporal novelas como Alí, el canario. Un corsario berberisco, de Moisés Morán Vega y que se desarrolla en el siglo XVII y que recrea la vida de Simón Romero, nacido en el año 1639 en la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria y que a los 16 años fue capturado por un corsario argelino cuando pescaba en las costas de berbería, en África. No obstante, la literatura de piratas se desarrolla mayoritariamente en el XVIII y XIX, siglos en los que aparecen dos mercenarios de origen canario cuya leyenda se confunde con la realidad como Amaro Pargo y Ángel García, Cabeza de perro, este último más mito que otra cosa en opinión del catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel de Paz, quien afirma que es un personaje literario que aparece en la novela Sor Milagros o secretos de Cuba: novela histórica contemporánea ilustrada, escrita por Aurelio Pérez Zamora en 1895 y publicada en 1897.

Es muy probable que haya algún título más que se desarrolle en estos dos siglos de Historia de Canarias, periodo que, quién sabe, despertó la imaginación de un escritor con independencia de su sexo con el objetivo de corregir algunos de los conflictos que seguimos arrastrando de “nuestro pasado común”. Defiendo que, pese a sus atractivos, continúa tratándose de un periodo no demasiado frecuentado en la literatura que se escribe en Canarias. Sin embargo, y como dijo el poeta, la esperanza me mantiene.

Saludos, leer, leer, leer, ¿esa es la cuestión?, desde este lado del ordenador

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