Cuentos y novelas sobra la Gesta del 25 de julio de 1797

Cuentan que fue Domingo Pérez Minik quien dijo en cierta ocasión que dos de los grandes errores de Canarias fue no dejar entrar a Horacio Nelson en 1797 y dejar escapar a Francisco Franco en 1936.

Ambos momentos, curiosamente, se produjeron en julio, época estival en la que el calor, entiendo, no contribuyó esta vez e a multiplicar la reacción aplatanada que, opinan unos, caracteriza a los habitantes de este territorio. El caso es que entre el 22 y el 25 de julio de 1797 una escuadra británica, formada por nueve barcos bajo el mando del contraalmirante Horacio Nelson, trató de tomar el puerto de Santa Cruz de Tenerife y conquistar esta plaza fuerte.

Se han escrito algunas historias sobre la Guerra Civil en Canarias (la semana pasada dedicamos tres entradas seguidas en este mismo blog para recordar algunas de ellas) también sobre lo que se conoce como la Gesta del 25 de julio, que celebra la victoria contra las fuerzas británicas en 1797 y por la que Santa Cruz de Tenerife recibió el título de Muy Leal, Muy Noble e Invicta Villa, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago, convirtiéndose desde ese momento en patrono de la capital chicharrera.

Aquellos días de julio y en la por aquel entonces puerto y plaza corrió la sangre mientras sonaban los disparos de los cañones y el de la fusilería. También el combate cuerpo a cuerpo por sus calles estrechas que ha sido reflejado con mayor o menos exactitud histórica por un grupo de escritores que han teñido de épica aquellos días de julio con el fin de grabarlos al rojo vivo en la memoria colectiva de los santacruceros.

En este artículo repasaremos algunos de los cuentos y novelas que se desarrollan antes, durante y después de estos combates que significó una de las primeras derrotas del por aquel entonces contralmirante Nelson. Las historias, la mayor parte de las veces, están narradas desde el puto de vista de los vencedores. Destacan entre los títulos que recuerdan aquellos hechos El fuego de bronce y Entre piratas. El contralmirante Nelson y el general Gutiérrez en las islas Canarias, de Jesús Villanueva y Miguel Ángel Díaz Palarea, dos títulos que sirven además para observar esos días desde dos perspectivas radicalmente diferentes. El el caso de Villanueva con acento puesto en el heroísmo de un pueblo ante el ataque británico y en el de Palarea con una mirada crítica y nada disimulada sobre el papel que jugaron los militares profesionales españoles en aquella batalla.

En clave de humor, Ángel Luis Marrero Delgado relata con milimétrico respeto histórico esos días de julio en las novelas La amenaza de Albión y El leviatán chasqueado mientras que David Galloway se sirve también de aquellos hechos en La cueva de las mil momias. A modo de rareza, en Los apuros de don César, una de las novelas de la serie El Coyote de José Mallorquí, se recuerda que uno de los antepasados del ya legendario personaje se encontró en alta mar con los navíos al mando del contraalmirante Horacio Nelson cuando regresaban a puerto tras la derrota sufrida en Tenerife.

Otras historias que se desarrollan en estas mismas fechas son 1797. Cinco días de julio, de Luis Cola Benítez; 1797. Piratas del Atlántico, de Luis Medina Enciso; Nelson no es bienvenido en Tenerife, de Néstor Pastor Beato.

Por otro lado, Félix Díaz González planteó una original revisión de la Gesta del 25 de julio en la novela Kronos. Viajes por el espacio y por el tiempo en la que alguien hace entrega a los británicos de los planos correctos de Santa Cruz de Tenerife con el fin de que el ataque resulte un éxito ese verano de 1797.

Jesús Villanueva sitúa en estos días algunos de los cuentos que incluye en Ahora, relatos ilustrados por Eduardo González, como son Las lágrimas de María Antonieta, en el que informa que Jean Babtiste Drouet, el maestro de postas que descubrió y mandó a arrestar a Luis XVI en Varennes, el 22 de julio de 1792, fue uno de los franceses que años más tarde lucharían del lado de los españoles contra el ataque británico a las costas de Santa Cruz de Tenerife mientras que En la Nochebuena de 1797 describe cómo debieron de celebrar las fiestas ese año el general Antonio Gutiérrez y Horacio Nelson.

Se hace eco de la batalla de Santa Cruz de Tenerife en las memorias que escribieron dos de los supervivientes de La Medusa, naufragio que dio lugar a un cuadro, La balsa de La Medusa de Théodore Géricault inspirado en los recuerdos escritos años después por Alexandre Corréard y el cirujano Jean Baptiste Henri Savigny, quienes cuando llegan al puerto tinerfeño explican que fue allí y gracias a los franceses donde se derrotó y mutiló a Nelson.

“El comandante decidió enviar un bote a Santa Cruz, una de las principales ciudades de la isla, para conseguir algunas cosas que necesitábamos, tales como filtros y frutas; en consecuencia, durante toda la noche dimos cortas bordadas. A la mañana siguiente costeamos parte de la isla, a la distancia de dos tiros de fusil, y pasamos bajo el cañón de un pequeño fuerte, llamado Fuerte Francés. Uno de nuestros compañeros dio saltos de alegría a la vista de esta pequeña fortificación, que fue erigida en breve tiempo por unos pocos franceses cuando los ingleses, bajo las órdenes del almirante Nelson, intentaron hacerse con la posesión de la colonia. Fue aquí, dijo él, donde una numerosa flota, comandada por uno de los más valientes almirantes de la Armada inglesa, fracasó frente a un puñado de franceses, que se cubrieron de gloria y salvaron Tenerife. Fue ahí donde estos bravos, en un combate largo y enconado, obtuvieron a cañonazos la derrota de este Almirante que perdió allí un brazo y se vio forzado a buscar su salvación en la huida.”

A modo de curiosidad destacaríamos también Tigre 1797, un curioso libro para jóvenes que firman Carlos Miranda y Víctor Bidart, así como la novela gráfica La gesta del 25 de julio de 1797 de Juan Carlos Mora.

En clave satírica, Ramón Ayerra se inspira en esta batalla en uno de los tres relatos que reúne en Plaza Weyler, concretamente el titulado Una misión confidencial, donde narra la extravagante historia de un agente de la Guardia Civil que viene a la isla para desarticular un comando británico que quiere hacerle una trastada al cañón Tigre, el que supuestamente con su metralla cercenó el brazo del contralmirante Horacio Nelson cuando pretendió saquear la plaza aquellos días de julio de 1797.

En el relato, Ramón Ayerra pone en antecedentes al lector de lo que significó aquel hecho histórico para Santa Cruz de Tenerife, mientras el protagonista aprovecha para callejear por la ciudad en busca de los agentes británicos entrando en todos los bares que se encuentra, lo que hará que se coja una melopea de las que hacen época.

Gregorio Duque ubica en 1840 unos de los cuentos de Pequeños homenajes. En concreto el que lleva por título Visita guiada, en el que cuenta la batalla desde la perspectiva de un chicharrero buscavidas que hace de cicerone de un viajero británico empeñado en contemplar las banderas que el pueblo de Tenerife arrebató a la escuadra de Nelson y que entonces estaban depositadas en la Iglesia Matriz de la Concepción.

Desde el lado británico solo conocemos una novela que dé su versión de la batalla. Se trata de Rockingham o un hombre de honor, que se publicó en Gran Bretaña por primera vez en 1840 y de la que se desconoce a día de hoy quien fue su autor. Algunas fuentes afirman que una de las tres hermanas Brönte (Emily, Charlotte y Anne) pero otros, como el investigador tinerfeño José Luis García Pérez, sospechan que fue Philippe Ferdinand Auguste de Rohan-Chabot, conde de Jarnac.

La novela en principio no tendría mayor atractivo para un lector de las islas si no fuera porque en la segunda parte –capítulos primero al tercero– se desarrollan íntegramente en Tenerife, en concreto en el valle de La Orotava, el puerto de la Cruz, y en Santa Cruz, donde el protagonista de la obra, lord Edward Rockingham, un guardiamarina enrolado en la escuadra del contralmirante Horacio Nelson, participa en la batalla por la plaza con catastróficos resultados para los británicos. Y sitio, se relata, donde el protagonista resulta herido y abandonado por sus camaradas.

Rockingham narra también la historia de amor romántico que nace entre el joven marino convaleciente y la mujer que lo cuida, Dolores Almansa, “supuesta sobrina en la novela del general Antonio Gutiérrez”, escribe García Pérez en la introducción del libro.

La novela sitúa al lector en el momento en que es herido el contralmirante Horacio Nelson al pretender desembarcar en la costa santacrucera:

“Nelson se apoyó ligeramente en mi hombro al saltar del bote pero, cuando ya había puesto pie en tierra, pesó de improviso tanto sobre mí que no pude sostenerle. Observé que cambiaba con rapidez su espada de la mano derecha a la izquierda y luego se desplomó en el suelo, aun cuando puse a contribución todas mis fuerzas para impedirlo.

Lleno de temor, miré a Thorthon, quien se encontraba a mi lado.

El almirante está herido –murmuró– y me temo que de gravedad. Tenemos que ayudarle a regresar al bote”.

Una vez trasladan a Nelson al Theseus, se puede leer:

“Apenas acababa de pronunciar estas palabras, cuando, sobre las oscuras olas, detrás de nosotros, se elevó un grito salvaje y penetrante… El grito de muerte de doscientos de nuestros más bravos corazones que, alcanzados por un solo disparo cruel, fueron arrojados a su húmeda tumba.

- ¿Qué es eso, Thorthon? -inquirió Nisbert.

Creo que el Fox se hunde. Hace un instante que aún estaba junto a nosotros”.

Es muy probable que haya otras historias cuya acción se desarrolle en esos días de julio aunque la verdad es que tras mucho rastrear no hemos encontrado otros títulos salvo los estrictamente históricos: cartas y diarios de algunos de los protagonistas así como artículos en prensa entre los que destaca una referencia escrita por un “sospechoso patriota” que firma como Ángel Guerra. Se trata de un artículo sobre Santa Cruz de Tenerife publicado en el número del 7 de diciembre de 1919 de Blanco y Negro:

“bastaría a su gloria la heroica defensa que hizo el 25 de julio de 1797.”

Estas novelas y relatos describen unos hechos trascendentales para la historia de una isla y por extensión un archipiélago cuya memoria se conserva en la actualidad en el Museo Militar, que custodia además las dos únicas banderas del Imperio Británico capturadas en combate a su armada. La nota singular, como lamenta Villanueva en una reseña publicada en El Cultural, es que no deja de resultar extraño que Santa Cruz de Tenerife haya dedicado una de las calles con más solera al almirante británico que perdió aquí su brazo por la metralla de un cañonazo y una “callejuela de treinta metros” al general español, Antonio Gutiérrez Otero y Santayana, cuyas fuerzas –compuesta de soldados y milicias– terminaron por vencer a quien años más tarde se convertiría en el león de los mares.

Los hechos concluyeron el 25 de julio de 1797 con la rendición de las tropas británicas, la entrega de regalos entre vencedores y vencidos y una carta que conminaba a Nelson a no intentar de nuevo una aventura bélica contra Canarias” .

Saludos, otras voces, otros ámbitos, desde este lado del ordenador

2 Responses to “Cuentos y novelas sobra la Gesta del 25 de julio de 1797”

  1. jesús Says:

    ¿Será verdad eso de que sobra la Gesta?

  2. admin Says:

    Como decía mi padre…. ¡esos es un infundio de los monárquicos!

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