El ferrocarril subterráneo, una novela de Colson Whitehead

“Los hombres nacen buenos y después el mundo los hace malos. El mundo es malo desde el principio y empeora día tras día. Te utiliza hasta hasta que ya solo sueñas con morir”.

(El ferrocarril subterráneo, Colson Whitehead. Traductor: Cruz Rodríguez Juiz. Literatura Random House, 2017)

La carrera literaria de Colson Whitehead dio un salto de gigante tras recibir el Premio Pulitztez en 2017 y 2020 por El ferrocarril subterráneo y Los chicos de la Nickel, algo inusual. Inusual que un mismo escritor recibiera dos Pulitzer, también que se convirtiese en el segundo escritor de raza negra en obtener el Pulitzer y el National Book Award por una misma novela.

La crítica y los lectores han coincidido por una vez en el éxito que acompaña a Whitehead sobre todo por sus últimos trabajos literarios, dos obras extremadamente sensibilizadas por la vida de los afroamericanos en los Estados Unidos de Norteamérica la tercera década de 1800 y en los años 70 del pasado siglo XX. En este aspecto y aunque no lo parezca, las dos novelas que han consagrado a Colson Whitehead, El ferrocarril subterráneo y Los chicos de la Nickel, se tratan de obras coincidentes pese a que sus argumentos se desarrollen en siglos diferentes.

En ambas novelas el autor trata de profundizar en el orgullo herido de una raza a la que le ha costado sangre, sudor y lágrimas ocupar el lugar que hoy ocupa en la sociedad norteamericana.

Este camino hacia la igualdad necesitaba de obras de calado potente como son la del ganador del Pulitzer en 2017 y 2020, en especial porque el autor más que recrear un momento fundamental en la historia de Norteamérica lo que hace es explorar con las herramientas de la imaginación y la fantasía –sobre todo en El ferrocarril subterráneo– el largo y arduo proceso de liberación de los negros. El momento en el que algunos tomaron conciencia y decidieron romper con las cadenas de una esclavitud que les había sido impuesta. El fin era volver a ser personas libres en los estados del norte.

El movimiento en favor de la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos de Norteamérica cuenta con una larga y afortunada bibliografía. Capítulo al que ahora Whitehead aporta su grano de arena con una historia en la que la red de ayuda que se construyó para liberar a los esclavos en su huida hacia el norte (el ferrocarril subterráneo) adquiere dimensión real. Es decir, que el escritor plantea en la novela la existencia de un tren subterráneo al que se suben los esclavos que buscan libertad. También lo que pasa en las distintas estaciones donde se detiene la máquina para repostar.

El ferrocarril subterráneo, no así Los chicos de la Nickel, apuesta por la alegoría para mostrar un mapa detallado de la esclavitud en su país durante el siglo XIX. El libro inserta anuncios antes de cada capítulo en el que se reproducen carteles que llaman a la detención de esclavos fugitivos y describe cómo eran las relaciones entre blancos y negros en aquellos años.

En la novela de Colson, novela que debe mucho al realismo mágico sudamericano, no todos los blancos son racistas ni todos los negros, hermanitas de la caridad. El escritor intenta mantener cierta distancia sobre los lúgubres hechos de los que se hace eco, por lo que no se trata de un texto maniqueo, en el que buenos y malos están claramente definidos sino de una novela cuyos protagonistas son seres humanos con independencia del color de su piel.

Como todo viaje que se precie, y El ferrocarril subterráneo es un gran viaje por algunos de los estados más racistas de ese gigantesco país, los protagonistas de la novela, Cora y Caesar, los esclavos que huyen hacia el norte y tras el mito de ese tren que viaja bajo tierra rumbo a la libertad, irán transformándose a medida que se avanza en la acción.

Al final, ni Cora ni Caesar serán los mimos personajes que conocimos al inicio de la historia. Ya no serán ellos mismos, algo dentro ha hecho click y los ha convertido en otros muy distintos a los inocentes que conocimos en las primeras páginas de la novela.

El ferrocarril subterráneo no desdeña la poesía para retratar la valentía pero también el miedo que alimenta a sus protagonistas. Sugiere además preguntas con sus respectivas respuestas en torno al racismo y la esclavitud. Se hace preguntas sobre unos hechos que forman parte del negro pasado de un país que reitera a a través de sus altavoces propagandísticos tanto dentro como fuera de sus fronteras que es la nación de la democracia y la libertad. Por desgracia, momentos como los que refleja este libro de forma alegórica, y es ahí donde radica una de sus peculiaridades, demuestra todo lo contrario.

Se trata de una novela que propone un interesante estudio sobre el alma humana más que de un hecho histórico que ennegrece el pasado estadounidense. Una exploración que apenas cae en el radicalismo feroz, para recordar unos días donde los hombres negros no eran libres “en el país de la libertad”. Una acertada e inteligente parábola que sirve para recordar que todos, con independencia de razas y credos, nacemos y debemos morir libres, sin cadenas ni miedos.

Saludos, verano, desde este lado del ordenador

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