Mario Moreno cumple 110 años y Cantinflas, un poquito menos

“La ’filosofía’ de la vida es “to be or not to be” que quiere decir “te vi o no te vi”.

“Ahí está el detalle, señor juez, no es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.

“Lo difícil lo hago de inmediato, lo imposible me tardo un poquito más”.

“No sospecho de nadie, pero desconfío de todos”.

“O actuamos como caballeros, o como lo que somos”.

(Cantinflas, filósofo)

Probablemente sean muy pocos los que lo reconozcan por su nombre y apellido, Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes (Ciudad de México, 12 de agosto de 1911-Ibidem, 20 de abril de 1993) pero sí les digo que se hizo eterno como Cantinflas, no es que esté seguro, pongo la mano en el fuego (¡ay!) en que más de uno y de dos y de tres sabrá a quien me refiero… Sí, a ese mismo, al cómico mejicano que hizo inmortal el arte de tomarle el pelo a todo el mundo, incluido él mismo.

Casi nadie sabe de donde sacó el nombre, Cantinflas, que hoy ocupa una entrada en el Diccionario de la Real Academia, y Mario Moreno, el hombre detrás de la máscara, se fue al otro mundo a vacilarse con Dios y los ángeles sin que revelara de dónde salió lo de Cantinflas. Uno dicen que de la expresión “inflas en la cantina” que, al parecer, le hacía mucha gracia a nuestro hombre, pero el debate sigue abierto mientras alimenta el mito de un artista que, de verdad, aquí en la tierra en la que vivo fue toda una estrella (como lo fue internacional) y al que llegamos por las películas que protagonizó. Y es que este caballero de desgarbada figura elevó a obra maestra el arte de la verborrea, de no decir nada hablando mucho, lo mismo que unos que yo conozco aunque estos últimos no tengan maldita la gracia.

Tuve así la suerte de ver muchas de sus películas en pantalla grande. Riéndome cuando era un renacuajo de aquel fulano que soltaba frases absurdas como una ametralladora y ya de adulto (o de Peter Pan con pantalones largos) con el mismo actor interpretando casi siempre al mismo personaje. Personaje que disfruta de plenitud en las películas que rodó en blanco y negro y personaje del que se fue deshaciendo cuando saltó al color donde Cantinflas dejó de ser Cantinflas para convertirse en El padrecito, canciller de la imaginaria república de Los Cocos, profesor y patrullero de la policía mejicana en la que probablemente sea, esta última, una de sus peores películas.

Fue tanta la fama de la que llegó a disfrutar en vida Cantinflas que Mario Moreno tuvo que dejar que dominara su vida a medida que llenaba de dinero sus bolsillos y crecía su influencia. Hizo de Picaporte, el leal compañero de Phileas Fogg en La vuelta al mundo en 80 días, una maravillosa y verniana película repleta de cameos de estrellas de cuando Hollywood era Hollywood y con marcado acento mexicano de Sancho Panza en Don Quijote cabalga de nuevo, película en la que no se despega del caballero de la triste figura, un Fernando Fernán Gómez lanza en ristre contra gigantes con formas de molinos de viento… pero sí por algo lo celebramos quienes crecimos con él son por sus comedias. Comedias que en los últimos tiempos caían en un sentimentalismo que ahora da risa maría luisa pero que en su momento nos tragábamos entre carcajadas, risas locas por cómo decía las cosas aquel mamarracho, ese cantinflas de la vida que fue Cantinflas en pantalla (grande o pequeña) con el fin de poner las cosas del revés. Y una vez puestas, volver a manipularlas para devolverlas a su estado original.

Ese y no otro fue Cantinflas, una de las estrellas más grandes del cine hablado en español. Español mejicano que entendemos casi todos con independencia de donde haya aprendido a hablar este idioma que cruzó y cruza fronteras.

Busquen por la red su inspiradora Por mis pistolas y escuchen si pueden sin que les de la risa Un día con el diablo, en la que desafía al mismísimo Sata, Sata de Satanás.

Como solo alcanzan los grandes humoristas, Cantinflas soltaba chistes como un filósofo suelta ideas. Sus bromas, sus cantinfladas, tienen que entenderse así como piezas de una profundidad extrema, torpedos que van dirigidos a la línea de flotación de nuestra experiencia diaria (tristona) para celebrarla con carcajadas. Ya lo dijo ese escritor francés que sin ser Cantinflas lo imitó sin que se diera: la risa es tomarse en serio las cosas. Por eso Cantinflas, no Mario Moreno, se partió de la risa toda su canallesca vida.

La pregunta es: ¿de quién se reía este vagabundo que por no tener no tenía ni donde caerse muerto? Pues de todos nosotros y, especialmente, de sí mismo que es a lo máximo que puede llegar los hombres sabios, tan sabios como… Cantinflas.

Saludos, viva su excelencia, desde este lado del ordenador

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