El trío calavera

EL BUENO

Si me dijeran que película de Federico Fellini (Rímini, Emilia-Romaña, 20 de enero de 1920-Roma, 31 de octubre de 1993) me llevaría a una isla desierta con todas las condiciones “civilizadas” para hacer más soportable la soledad escogería sin pensármelo dos veces Amarcord, que vi en la noche de los tiempos en el cine Yaiza Borges, que antes fue cine Tenerife y después, cuando los cines pasaron a mayor gloria, un gimnasio y hoy un local vacío y en estado ruinoso. Luego, si me lo permitieran, metería en la mochila sus primeros trabajos, todos ellos realizados en los años 50 (tengo especial querencia por El jinete blanco y Los inútiles, también La Strada y Las noches de Cabiria) y ya de su última etapa, la de a colores, filmes como Amarcord, Satyricon y,a ratos, Roma que, como todo el mundo sabe, es una palabra que al revés se lee en español amor.

Fellini fue antes de cineasta dibujante y un amante del circo así como de la comida, que es un placer, el de la comida, muy mediterráneo, de ese sur de Europa que el norte siempre mirará con extremo recelo.

Dicho esto, salve Fellini porque los que van a vivir te saludan.

EL FEO

No se trata de que José Luis García Muñoz, conocido como José Luis Garci (Madrid, 20 de enero de 1944) sea un tipo feo pero sí que creo que entre el talento del bueno y del malo ocupa un discreto puesto intermedio porque cuenta con algunas películas que además de ser crónicas de ese periodo histórico que unos pocos quieren cargarse como fue la Transición, también recogió el primer Oscar que recibía un cineasta español con un largometraje de producción española (Buñuel lo había recogido antes, pero con una película de nacionalidad francesa) y dirigió y presentó un programa de televisión: Qué grande es el cine, que disfrutamos la plebe en unos años en los que todavía se podía fumar en cualquier parte… Y cómo se fumaba en este espacio.

Tuve la desgracia, y escribo bien, la desgracia de intentar entrevistar a Garci en el Festival de Cine Ecológico que se celebraba entonces en el Puerto de la Cruz, donde iba a presentar Canción de cuna, que es una película que recuerdo demasiado dulce, tanto, que no resulta apta para diabéticos… El señor Garci se mostró bastante grosero así que lo mandé a tomar viento fresco con otras palabras. De esto puede dar fe un amigo y fotógrafo que me acompañó con motivo de aquella interviú que nunca se hizo, pero ya ha pasado el tiempo y digamos que ya no me molesta, no me agita el temperamento.

Cuenta Garci con alguna película destacable. A mi la trilogía del Crack me parece decente y “muy madrileña”. Asignatura pendiente la recordará lo que me queda de vida más por Fiorella Faltoyano que por José Luis Sacristán y aborrezco (y con mucha razón) lo que perpetró en la costosísima súper producción Sangre de mayo, película que supuestamente se inspiraba en algunas de las novelas de la primera (y la mejor) serie de Los episodios nacionales, de don Benito Pérez Galdós, aunque el resultado final le quedó bastante rana. Pobre Gabriel de Araceli, que no haya nadie capaz de…

No he visto Holmes & Watson. Madrid Days, porque le tengo demasiado respeto a las criaturas de Arthur Conan Doyle y disfruté, esa es la palabra, con el Crack cero, un filme con el que hablé largo y tendido con el hoy tristemente desaparecido Javier Muñoz, uno de los guionistas de la película.

Pero si tuviéramos que ovacionar a este ex empleado de banca que un día decidió colgar los manguitos para dedicarse a dar órdenes tras la cámara sería porque fue uno de los guionista (el otro es Antonio Mercero) de La cabina (1972), un mediometraje que dejó sin habla a media Expaña. Mercero y Garci intentaron repetir éxito con otro mediometraje, La Gioconda está triste pero no arañó ni de cerca las sensaciones que provocaron con La cabina en este país de expañolitos que están en el mundo. Como escritor cuenta con un libro sobre el escritor y guionista norteamericano Ray Bradbury y con otros estudios sobre cine, cine y eso que insisten en llamar cine.

EL MALO

No es que sea un malo de película pero el caso es que el David Keith Lynch (Missoula, Montana; 20 de enero de 1946) que descubrí hace eones (cine Price, aún lo recuerdo) ha ido declinando con el paso del tiempo.

Me lo encontré por casualidad cuando el Price era un cine de pantalla única con la críptica Cabeza borradora y más tarde, en Madrid, me desarmó con Terciopelo azul que es una de las pocas películas de mi vida que he vuelto a ver dos veces seguidas porque se trataba de una sala de sesión continúa.

Otros títulos de Lynch que me sigue sorprendiendo gratamente son El hombre elefante, Una historia verdadera y Autopista perdida, entre otros, aunque creo que se le ha ido la pinza con sus últimas aportaciones cinematográficas. Proceso parecido me pasó con la serie Twin Peaks, cuya primera temporada consumí como la consumió el resto de este país que ya se nos perdió definitivamente.

Con todo, y porque soy, o mejor fui un modernuqui, un espacio respetable de mi memoria cinéfila lo ocupan las películas de este director, extravagante para unos y muy personal para otros.

Y eso es todo por hoy…

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

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