Jorge Majfud: “Los anglosajones ejercen la desmemoria como tradición”

Firma: Yolanda Delgado Batista (*)

En marzo del 2020, Jorge Majfud, escritor y profesor uruguayo de la universidad de Jacksonville (Florida), publicó en Estados Unidos La frontera salvaje: 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina, ensayo que tuvo una acogida muy favorable por parte de diferentes figuras del mundo académico y literario, como el lingüista Noam Chomsky o el dramaturgo y escritor Ariel Dorfman entre otros. El libro llega a España gracias a la editorial canaria Baile del Sol en un momento bastante interesante en el que están apareciendo obras con distintos enfoques sobre el proceso de conquista y colonización de América Latina.

- ¿Qué encontrará el lector en La frontera salvaje?

“Básicamente el libro cubre los últimos dos siglos de agresiones: Daniel Boone, el intervencionismo político de Washington y el de las corporaciones económicas estadounidenses en lo que hoy conocemos imprecisamente como América Latina donde se incluye una gran parte de Estados Unidos. Retomo los mitos fundacionales de la nación, esas narrativas que nos rodean a diario y trato de explicar cómo se oponen diametralmente a la realidad”.

- ¿Por ejemplo?

“ La gran fragmentación nacional en clases, como los millonarios y los millones de endeudados, todos aupados en la misma iglesia, en razas o etnias de esclavos y de esclavistas, de guetos pobres y de congresistas ricos, el norte contra el sur. Y, por otro lado, la obsesiva idea de Unión: una sola bandera, un solo Dios, una sola patria en peligro perpetuo. La obsesión por la esclavitud y el control de la mentalidad anglosajona oculta tras la máscara de “lucha por la democracia y la libertad”. Eso se tradujo luego en la idea de que son los empresarios millonarios quienes crean trabajo y benefician a los peligrosos trabajadores. El amor por las armas y el odio por los sindicatos que tras la Guerra Civil eran muy fuertes, son una traducción o un travestismo de la anterior cultura del amo, garante de Dios, del orden y de la libertad contra el demonizado esclavo que quería destruir la prosperidad y la moral. La idea de que “llevamos la democracia a América Latina” choca con cientos de ejemplos en contra y ninguno a favor. De hecho, Washington ha sido el mayor promotor del comunismo en América Latina”.

- ¿Habla del pasado o de hoy?

“Del pasado y del presente, como todo cuando hablamos de mitos fundadores. Están más vivos que las secuoyas. Pregúntale a cualquier estudiante universitario estadounidense por qué motivo se independizó Texas en 1836 y te dirá que fue para liberar a los americanos de la tiranía mexicana. No dicen que fue porque los mexicanos les regalaron tierras y cometieron el pecado de ilegalizar la esclavitud. Y cuando los mexicanos se dieron cuenta del error, ilegalizaron la inmigración del norte y los fanáticos blancos continuaron cruzando la frontera de forma ilegal. Y así podemos seguir con las Repúblicas bananeras, las masacres de negros como deporte allá en los trópicos del mundo, todo para salvar a la “raza superior” que debía sufrir la responsabilidad de salvar la civilización. Rudyard Kipling en su poema, La carga del hombre blanco, lo resumió perfectamente y los políticos estadounidenses no se cansaron de citarlo. Cuando descubrieron que eran minoría, entraron en pánico. Comenzó un remake de la retórica esclavista: había que evitar el “genocidio blanco”, la desaparición de la raza hermosa y superior”.

- Un discurso que ha regresado…

“Sí, nada nuevo. Toda esa tradición ha vuelto. Esta vez de forma descarada, ya sin las máscaras de lo políticamente correcto. Creo que en el siglo XIX la paranoia se agravó cuando los blancos terminaron de colonizar el mundo y descubrieron que no eran mayoría. Sus hermosas hijas podían caer en la tentación de penes grandes y oscuros o, peor, de una revuelta estilo Haití. Está en las cartas de muchos líderes y políticos racistas de la época… No por casualidad se consideraba que las guerras y el imperialismo eran cosa de machos, lo siguen siendo. Esa obsesión sexual no hace mucho se vio cuando los precandidatos Marco Rubio y Donald Trump debatieron sobre el tamaño del pene en una cadena nacional de televisión. La gente vota a quienes los representan, pero por razones poco que ver con el intelecto, ya sea por el color o por el tamaño del pene. Imaginación pornográfica que llevó a miles de linchamientos solo en Estados Unidos. La ley de linchamientos fue abolida el año pasado, no sin resistencias. En cambio, la obsesión por las armas, que tiene el mismo origen, todavía está vigente y lo estará por unos siglos más, ya que es la segunda religión más importante del país”.

- Puede pensarse que La frontera salvaje descarga de responsabilidad a los latinoamericanos en relación a sus propios problemas.

“Y que los latinoamericanos son subdesarrollados porque leían a Eduardo Galeano, ¿no? Pura propaganda inoculada, muy vieja pero muy vigente gracias a los grandes grupos mediáticos. Claro que los latinoamericanos tienen parte de responsabilidad, pero la pregunta es otra: ¿De qué paquete social e ideológico estamos hablando? Los reaccionarios son expertos en armar combos políticos, meten a Dios y al libre mercado en un mismo menú como McDonald’s, la hamburguesa viene acompañada de papas fritas y cola. Quieres comerte una hamburguesa y terminas adicto a lo otro también”.

- América Latina y su responsabilidad vendría a ser uno de esos combos.

“ De la misma forma que es otro combo hablar de “Estados Unidos”. Millones de estadounidenses se opusieron y se oponen a las agresiones y abusos imperialistas. Es por eso que en La frontera salvaje utilizo más “Washington” como poder político, como recurso de sus corporaciones millonarias, como centro de sus secretos ilegales en lugar de “Estados Unidos” que es un país-continente lleno de contradicciones y de disidentes, gracias a los cuales la historia no es aún más trágica de lo que es”

- Es decir, no todos son responsables por igual.

“La responsabilidad de la tradicional oligarquía de los países del sur no puede ser la misma que la de los torturados, de los desaparecidos, de los millones de masacrados (200.000 solo en Guatemala por una gracia de la CIA), la mayoría indios, negros o blancos pobres. Las dictaduras tampoco son la consecuencia de los tan mentados guerrilleros que vinieron después de un siglo de genocidios, de masacres y barbaridades sociales. Pero a la oligarquía y a sus mayordomos les conviene repetir esta estupidez, no pocas veces mencionando una historia muy limitada. Recordemos la lógica universal que mencionaban el peruano González Prada, el ecuatoriano Juan Montalvo en el siglo XIX y el estadounidense Malcolm X el siglo pasado: los indios, los negros de la casa eran los principales defensores de la opresión de sus hermanos del campo”.

- Oligarquía latinoamericana suena algo viejuno…

“Que suene, y que suene fuerte, como el E pur si muove de Galileo. Esos, los oligarcas latinoamericanos sí son los primeros responsables de las dictaduras, de las masacres, de las injusticias, de la explotación, de la muerte joven y de la miseria de millones en nuestras sociedades. Que publiquen mil libros y millones de diarios y revistas, que les den cien mil, un millón de subscribers a los nuevos mercenarios en YouTube, ahora etiquetados como influencers, pero la historia dura y oscura no la cambia nadie. Para olvidar esta realidad tan obvia, al menos mientras la verdad sea peligrosa, están los mercenarios de la pluma y del selfie, unos asalariados y otros convencidos honorarios. Estos mercenarios, voluntarios e involuntarios, apoyados por los millones de la CIA y de las organizaciones que canalizan ayudas como la USAID, la NED y tantas otras fundaciones que se han dedicado décadas a victimizar a las víctimas acusándolas de auto victimizarse. Se publican libros promovidos por grandes editoriales, pintando a los latinoamericanos como irresponsables que culpan a Estados Unidos y a Europa de su subdesarrollo, que el pasado, pasado está y que no cuenta… No tienen sentido de la decencia.

- Cree entonces que la cultura está manipulada por fuerzas externas.

“¿No es el mercado un factor parcialmente externo a la cultura? El mercado es una parte de la cultura, pero no su director. ¿No son los millones de dólares, canalizados por diferentes fundaciones, cuando no de forma directa y secreta, factores determinantes en la venta y en la circulación de determinadas ideas, de determinadas sensibilidades éticas y estáticas? Hay que ser muy ingenuo para creer que no es así”.

- En La frontera salvaje se incluyen varias historias que revelan estas manipulaciones en la cultura y en la prensa.

“Sí, de forma concreta y basada en documentos desclasificados. En el pasado reciente (no hay razones para pensar que ahora es diferente) la CIA promovía esos libros y hundía a aquellos otros que incomodaban sin que sus autores se enterasen. Claro que ni siquiera es necesaria la ayuda de la CIA porque con el poderoso interés de la oligarquía latinoamericana y noratlántica ya es más que suficiente”.

- La intervención de las potencias, por tanto, fueron y son aún determinantes en los países del sur, América Latina, África…

“No sólo determinante en el sur, sino también en países del norte. La realidad no está hecha de absolutos platónicos; cualquier diferencia relativa es determinante. Quienes lo niegan, para empezar, podrían devolver las miles de toneladas de oro y plata que se llevaron y, aún hoy contribuyen a la estabilidad de sus sabias economías. Si el pasado psicológico y cultural de los países no cuenta en el presente (otra hipótesis absurda), ese pasado contante y sonante sigue pesando en las arcas de los ricos. ¿O todos esos metales se evaporaron como el guano en las empobrecidas tierras de Europa?”

- Los anglosajones han sido siempre pragmáticos y se han concentrado en el presente.

“Porque ejercen la desmemoria como tradición. Cada vez que los colonos, los esclavistas o los gobiernos en Washington querían tomar más tierras y más riquezas de sus vecinos (indios, mexicanos, y todo pueblo que cayera dentro de la Frontera), inventaban falsos ataques para repetir hasta el hastío: “fuimos atacados primero”, “debimos defendernos”. Los mismos que violaron todas las fronteras nacionales volvían a su país y se armaban contra los inmigrantes pobres, expulsados de aquellos mismos países invadidos y destruidos repitiendo que “este es el país de las leyes y debemos proteger nuestras fronteras”; “no hay racismo en querer proteger las leyes”. Como si las leyes no fuesen racistas. Tampoco se dice que el imperialismo es un racismo masivo y radical contra el cual no hay marchas indignadas por parte de los hipersensibles muchachitos de la “Generación cristal”, protectores del lenguaje correcto. Un presidente puede matar cien negros en nombre de la libertad y de “nuestro derecho a defendernos”, pero si dice la palabra “negro” pierde su trabajo, como lo han perdido varios profesores por leer en sus clases documentos racistas que incluían esta palabra. Hipocresía con esteroides.

- Menciona eso mismo en la segunda parte de La frontera salvaje.

“El libro está compuesto de tres partes: Por tierra, Por mar y Por aire. Creo que existió y existe el imperialismo. Esta palabra la han convertido estratégicamente en un tabú. Pero sería una cobardía no usarla. Esta historia trágica no hubiese sido posible, o hubiese sido muy diferente, sin el miedo, la paranoia y el fanatismo racial y religioso que inspiró cada conquista, cada intervención, cada golpe de Estado, cada masacre en nombre de la libertad y los derechos humanos. Algo que continúa hoy, pero con los previsibles maquillajes de la narrativa social y política. No pretendo que sea un libro perfecto, porque eso no existe y menos cuando lo escribí en nueve meses con frenética intensidad. En fin, como bien decís, es difícil resumir 650 páginas en una sola respuesta. El título es, casi siempre, la síntesis más radical de cualquier libro. Lo es en este caso”.

(*) Yolanda Delgado Batista es escritora y periodista cultural

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