Dos cabalgan juntos

Nacieron el mismo día pero en distinto año y distinto estado del mismo país, unos Estados Unidos de Norteamérica que por aquel entonces comenzaba ya a tomar decisiones de alcance global sin que la victoria se le subiera a la cabeza.

Los dos, el actor y el cineasta, solo alcanzaron a trabajar juntos en una película, pero qué película madredelamorhermoso, para los que gustamos de películas que se desarrollan en un continente, África, que por aquellos años todavía era sinónimo de misterio, animales salvajes y tribus que mostraban al hombre blanco no solo la ridiculez de su piel sino también sus pretenciosa civilización, que es esa misma que ha terminado por devorarnos…

A uno le conocieron como el rey sin corona del viejo y añorado Hollywood, y el otro respondía al cariñoso nombre de Jack, aunque sin que por sus venas corriera sangre azul, fue otro de los grandes monarcas de una industria que por aquel entonces fabricaba obras de artes populares sin falsas pretensiones artísticas. Esto último lo apunta Lindsay Anderson, uno de los representantes del free cinema británico y un incondicional seguidor del hombre que fue director, del cineasta con parche en el ojo que solía presentarse allá donde lo invitaran como “Me llamo John Ford y hago western”.

El rey, el tipo de encantadora sonrisa y atractivo bigotito recortado por debajo de la nariz, se trata de Clark Gable y la película en la que los hados quiso unirlos se llamó Mogambo, que sigue siendo una de las cintas de mi vida más que por estos dos, por una pantera negra con formas de mujer que roba (lo siento chicos) literalmente el largometraje al buen Jack y al buen rey: Ava Gadner, pero eso, amigos, es otra historia porque hoy la mirada la fijamos en Gable y Ford. Ford y Gable, dos tipos a los que los hados, ya se dijo, hicieron coincidir para que vinieran al mundo tal día como hoy.

Nació como John Martin Feeney aunque terminamos por conocerlo y reverenciarlo con el nombre de John Ford (Cape Elizabeth, Maine, 1 de febrero de 1894–Palm Desert, California, 31 de agosto de 1973). Rodó, como él mismo dijo, infinidad de western pero también otra clase de películas que respiran unas constantes que son típicamentes de su cine. A mi me gustan mucho Qué verde era mi valle, Las uvas de la ira y El hombre tranquilo, entre otras muchas cintas que, como se dijo, se apartan del género que lo hizo famoso. Famoso por sus western y famoso por lanzar al estrellato a John Wayne, el duque de esa fábrica de sueños que fue Hollywood.

William Clark Gable (Cádiz, Ohio, 1 de febrero de 1901-Los Ángeles, California, 16 de noviembre de 1960), Clark Gable, será recordado durante generaciones por ser Rhett Butler, el jugador, bebedor, mujeriego protagonista de Lo que el viento se llevó, que es esa película que hoy quieren arrojar a la hoguera por racista (que lo es) y en la que intervino en su guión pero sin acreditar Francis Scott Fitgerald, entre otros escritores asalariados a la formidable maquinaria del Hollywood de aquellos años de leche y miel. Leche y miel que se agrió al declararse ese mismo año la II Guerra Mundial.

Al margen de esta epopeya sobre la derrota de los estados confederados durante la Guerra Civil, Gable trabajó en muchas otras películas demostrando al público que hacía igual de bien un papel dramático como cómico. A mi me gusta mucho en comedias como Sucedió una noche y en dramas con aliento crepuscular como la fascinante e incomprendida Vidas rebeldes, donde comparte planos con una de las almas tristes de la ciudad del pecado, Marilyn Monroe…

Pero fue Mogambo, con todas sus letras, el filme que unió al maestro de apellido Ford con el actor de apellido Gable en una película, ya lo he dicho y lo repetiré las veces que haga falta, que me sigue fascinado. Fascinando porque en ella pasea una pantera negra que reconozco como Ava, un elefante real (y no solo por sus orejas) llamado Gable así como una gacela rubia como la cerveza, Grace Kelly.

Mogambo se trataba de una nueva versión de Red Dust, que fue una película dirigida por Victor Fleming, compañero de cacerías de Clark Gable en la vida real, y el director al que contrataron para Lo que el viento se llevó cuando el rey se quejó de que George Cukor era un cineasta que prestaba demasiada atención a las actrices y es esa película de aventuras africanas que se pone como ejemplo para que uno se de cuenta de los disparates de la censura, en este caso la franquista, ya que convirtió a la pareja de recién casados de la película en ¡¡¡hermanos!!!

A mi me sigue pareciendo uno de los mejores, si no el mejor, filme de aventuras africanas que salieron de Hollywood, y con esto quiero decir que en mi memoria cinéfila está por encima de La reina de África, Las minas del rey Salomón y Hatari, por citar solo algunas de las más (re)conocidas.

La razón, ya lo dije al principio, Ava, más vital que nunca, pero también al trabajo que desarrollaron juntos un rey y un hombre tranquilo con el que me gustaría cogerme no una sino muchas juergas en la taberna del irlandés, que es esa a la que voy cuando sueño que el cine se reivindicaba como arte popular, alejado de falsas pretensiones artísticas.

Pero… ¿Y las películas que se ruedan y estrenan hoy?, como respondería Rhett Butler, “sencillamente, querida, me importan un bledo”.

En la imagen, John Ford y Clark Gable en una pausa de Mogambo.

Saludos, calima, desde este lado del ordenador

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