Gilberto González: “Un museo tiene que representar al mayor número posible de ciudadanos”

Gilberto González (La Laguna, 1975) renovó a finales de 2021 como director artístico de TEA Tenerife Espacio de las Artes, una renovación para que siga dando continuidad a lo largo de un año a un proyecto por el que fue seleccionado para ponerse al frente de una de las joyas, en cuanto a infraestructuras culturales se refiere, del Cabildo de Tenerife. Transcurrido el tiempo, el nombre de aquel proyecto no pudo haber sido más profético: Principio de incertidumbre.

Abrir la institución a la calle, apostar y darle una narrativa coherente a una colección, la de TEA, que reúne aproximadamente unas cinco mil piezas; cuidar la página web y potenciar el centro de fotografía y el de documentación así como inaugurar un espacio a las performances, entre otras acciones han conseguido, asegura Gilberto González, “un incremento significativo” del número de visitantes al centro gracias en parte también a una política de adquisiciones, la última de ellas el archivo de la sala Conca, esencial para entender el arte en Canarias en los años 70 y 80.

– Usted presenta el proyecto Principio de incertidumbre cuando en junio de 2018 es nombrado Director Artístico de TEA Tenerife Espacio de las Artes. Transcurrido tres años al frente de la institución y tras su renovación como su director artístico ¿ese principio de incertidumbre es ahora de certidumbre?

“Entiendo que en ciertos aspectos el título no pudo haber sido más profético porque la incertidumbre se apoderó no solo de fortalecer una institución sino que entiendo también el propio sentido de la sociedad con la pandemia, lo que nos ha llevado a tener una certeza, diría que absoluta, de que vivimos en una incertidumbre total”.

- ¿Cuáles fueron sus prioridades cuando entró en TEA?

“Creo que lo importante no era tanto establecer una crítica constante al pasado ya que hay un montón de narrativas artísticas que no se han incorporado a TEA sino la posibilidad de imaginar un futuro. El principal estado de desasosiego en el que estamos es la ausencia de utopías, la posibilidad de construir algo, y antes no era así. Es decir, la posibilidad de reescribir el pasado, que es lo que hace un museo, y ampliarlo, incorporando otras voces que no estaban en el museo nos dan la posibilidad de manera muy modesta de pensar nuevas utopías o al menos la de vislumbrar una posibilidad de futuro”.

- Y tras estos tres años como director artístico de TEA ¿cómo vislumbra esa posibilidad de futuro?

“Creo que siempre vamos a estar en el caos porque cada generación tiene la percepción de estar en el caos pero sí que se vislumbra una mayor conciencia colectiva pero también de conflicto aunque el arte da la posibilidad de experimentar con el tiempo y con el espacio. El trabajo que realizamos en TEA con los artistas y con los comisarios es el de no plantear solo una contra narrativa del pasado sino en cómo se empiezan a ver otras posibilidades de futuro”.

- ¿Y cómo lo piensa hacer?

“A través del programa de pensamiento que fortaleceremos este año y el de mediación con el público y las exposiciones que van siempre encaminadas a una idea de pensar colectiva y en ocasiones también divergente”.

- Cumple al frente de TEA cuatro años como director artístico. ¿Qué panorama se encontró cuando llega al centro?

“El periodo del primer director artístico, el de Javier Durana, lo viví muy de fuera y no tengo una opinión clara sobre ese tiempo; el siguiente periodo, periodo que podríamos denominar de regencia, encuentro elementos interesantes como fue la posibilidad de una dirección abierta, que recayó en tres personas y que tuvo, a mi juicio, el atractivo de hacer el centro más plural aunque si bien tuvo líneas claras también contó con elementos difusos. No obstante, y pienso que hemos avanzado bastante, mi tarea fue la de definir cuáles eran las líneas de trabajo del centro porque hay que tener en cuenta que cuando llego a TEA el primer año contaba con una programación hecha por lo que nos esforzamos en establecer lo que antes explicaba, unas líneas de trabajo y de pensar el arte y la cultura desde este lugar con el fin de abordar las cuestiones que nos atraviesan en la actualidad como sociedad y que son mucho más complejas que las de hace trece años, que fue cuando se fundó el museo, y claro que estamos todavía atravesados por muchas cuestiones provincianas pero ésta es una sociedad híper cosmopolita, hay personajes de distintas razas, las cuestiones de género están sobre la mesa… Continuar pensando Canarias en términos del terruño resulta cada vez más complejo”.

- ¿Por qué?

“Porque creo que cuestiones como el paisaje, que son cuestiones que traemos a la mesa, resultan cada vez menos importantes para la población. Hay, de hecho, una generación que viene por detrás que tiene otra realidad completamente distinta a la nuestra, así que la idea es ¿cómo podemos incorporar esa generación y ese pensamiento? No entendía que no se hubiera incorporado al centro y que en algunos aspectos estuviéramos en narrativas que obedecían a otro tiempo”.

- Está claro que intentar captar a esa generación es una de las prioridades pero ¿que otras preocupaciones marcaron su gestión en 2021?

“Una era trabajar la idea de la colección TEA, reorganizarla y pensar las líneas que la atraviesan y los elementos que la sustentan más allá de Óscar Domínguez y el arte de los 90. Había que pensar que esto es una colección y que en cualquier otro contexto este sería un museo nacional, y que tiene una vocación nacional en el sentido de pensar un territorio a través de las obras y para mi era fundamental empezar a trabajar en esa colección y eso es lo que hemos hecho los tres últimos años con la colección. Pensar, ¿por qué, para qué y qué narrativas y elementos deben incorporarse a ella? También cómo agregar a toda una generación que no sentía el centro como un espacio que les perteneciera porque todos los museos han sido reflejos de unas élites pero se trata de un sistema que ya está quebrado. Un museo tiene que representar al mayor número posible de ciudadanos y en eso es en lo que estamos trabajando”.

- ¿Qué carencias de TEA le gustaría dejar atrás?

“Una de las cuestiones en la que ya trabajamos es poner al día el Centro de Fotografía y el Centro de Documentación de TEA. La posibilidad de un acceso organizado a toda la documentación que guarda y que cuenta, recientemente, con la incorporación de los archivos de la sala Conca. El objetivo es crear un espacio lógico y riguroso para que se pueda acceder a toda esa documentación no solo para los investigadores sino también para la ciudadanía en general y en ese camino hemos avanzado mucho con la web pero tenemos que seguir avanzando tanto en personal como en la posibilidad de abrir ese espacio, que ya tiene uno físico y que ha supuesto un cambio ya que hemos notado una enorme llegada de público para consultar pero es algo en lo que tenemos que continuar avanzado para darle mayor peso”.

- Leo que tras el confinamiento TEA ha tenido un incremento de público…

“Hay un aumento de público local y desde que han vuelto los cruceros de más visitantes pero si lo miras en tiempo de pandemia no recibimos turistas pero sí público de las islas. Comenzamos con un programa de performance y música no como complemento de la programación sino porque creímos que si desde los años 60 lo performativo ya era atendido por los museos y TEA no le había prestado atención, había que darle un espacio central, lo que atrajo a mucho público y hemos recompuesto por así decir las relaciones con la facultad de Bellas Artes y apreciamos un incremento de alumnos que han ido trayendo a su vez más público que antes no contaban con el centro como un espacio de pensamiento”.

- Sin embargo tengo la percepción que TEA sigue manteniendo un divorcio con la calle.

“La mayoría de la gente desarrolla su vida sin necesitar a los museos. Los museos son unas infraestructuras que el estado del bienestar decide que deben crearse pero no nos preguntamos a veces si tenían sentido crearlas en esta sociedad en concreto y el modo en el que lo hemos hecho. Está el modo en cómo nos referimos al centro como institución. Los que quitan el artículo, y dicen TEA y los que sí usan el artículo y lo llaman el TEA, que es como lo identifican muchos. Eso mismo visualiza la barrera que nosotros mismos establecemos para que la gente se apropie de un espacio que les pertenece. Tenemos que pensar que las instituciones son como la gente quiere que sean pero no cómo nos gustaría a los que formamos parte de la institución que deberían ser. En los últimos dos años y en parte por la pandemia y porque sí creo que hemos hecho una buena labor, ese divorcio si no ha cesado al menos se ha dulcificado”.

- TEA, el TEA… ¿Por qué no Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea?

“Hubo un primer nombre, Instituto Eduardo Westerdahl. Probablemente Westerdahl encarnaba mejor toda una serie de pulsiones que hay en la isla sobre cultura mientras que el nombre de Óscar Domínguez quiso proyectar ese afán cosmopolita de la isla. De todas formas y si no recuerdo mal antes de la inauguración es cuando se decide el cambio de nombre, y en cierto sentido TEA hace volver a la idea inicial, un espacio en el que todas las artes y culturas se encuentren. No haría nada por cambiar el nombre de TEA porque dentro de lo que cabe es ya un nombre que la gente reconoce dentro y fuera pero si me preguntaras te diría que el de Eduardo Westerdahl era mejor nombre que el de Óscar Domínguez”.

- Y que el centro contenga obra de Óscar Domínguez ¿es un peso para TEA?

“Claramente, ya que obliga a que se dediquen una serie de recursos a su figura y a lo que representa pero se olvida que esta es una colección de más de 5.000 objetos que proponen un recorrido por todo el XX no solo de Canarias sino del arte occidental. Óscar ocupa un 5 por ciento de lo que es la colección y nos hace olvidar que en los tiempos en que estuvo en París hubo mucha gente que hacía cultura en unas situaciones mucho más complejas. Esto no quiere decir que no crea en la importancia de Domínguez pero tenemos que acercarnos con una visión crítica no solo a su obra sino al modo en que nos hemos apropiado de ella”.

- Existe una comisión de asesores.

“La idea de que exista una comisión no obedece al capricho del director o directora. Es una propuesta que se elabora junto a los conservadores del centro atendiendo a un rigor y a una narrativa muy clara de la colección. Queda todavía por hacer un trabajo para entender por qué hay muchas obras de un tipo y menos de otro, y cómo vamos a vehicular ese discurso. Ahora las obras de TEA están en la web, lo que permite entender estos desequilibrios y establecer equilibrios tal y como lo hacen otras colecciones y cómo lo estamos haciendo ahora nosotros también”.

- El Auditorio y TEA son las joyas de las corona en infraestructuras culturales en Tenerife. ¿Recibe por ello muchas presiones políticas?

“No”.

- ¿Y cree que los partidos políticos tienen una actitud coherente con la cultura?

“Es interesante leer los programas culturales que lleva cada partido tanto a nivel nacional como a nivel local y regional. Los partidos políticos son los representantes legítimos de la ciudadanía en las instituciones. La cuestión es cómo hacer entender que la dirección artística de los centros requiere de una independencia igual a la que se reconoce a una cátedra. Debe de haber una cierta libertad institucional para llevar adelante los programas que se establezcan y por eso deben de cambiar las direcciones dentro de un museo al margen de los intereses de partido”.

- Y hasta ahora ¿cómo han sido su relación con los partidos políticos?

“De respeto”.

- Durante estos tres últimos años y este que ahora inicia… ¿Pensó en algún momento tirar la toalla?

“Vengo bastante bregado, cuento con bastante experiencia institucional. Trabajé en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), en la Bienal de Canarias, en museos grandes y pequeños por lo que tengo una buena capacidad de aguante. Por otro lado, sí que han habido días en los que no sé si compensa el trabajo pero en general no hubo un momento que dijera lo dejo por lo que me encantaría concluir –en la medida de lo posible– el proyecto ya que nunca he dudado que vine aquí para hacer este trabajo y que lo quiero acabar”.

- A nivel personal tiene alguna debilidad por alguna expresión artística?

“Me interesa mucho la arquitectura pero quizá de una manera no habitual. La arquitectura es de todas la expresiones artísticas la que todo el mundo está capacitado para opinar y sin embargo se ha secuestrado la voz de quien está en el espacio. Me interesa porque nos afecta a todos: organiza nuestra vida y está vinculada a regímenes y a formas políticas de entender el espacio. Tengo un interés enorme por el modo en cómo se piensa y se explica la arquitectura ya que a veces está disociada de la realidad. Y de forma consciente esa disociación es real. Me interesa también el vídeo y la escultura”.

- ¿Continuará la programación de cine?

“Reforzaremos la idea de ciclos, solo que con personas que los comisaríen. Es una tarea que se inició ya con el vídeo club y me gustaría que suscitara la necesidad de hablar del lenguaje cinematográfico, cuál es el sustrato que hay en el cine y que emana a otras muchas cuestiones. Instagram no se entiende sin el cine y mucho arte y pintura no se entiende sin el cine. Nos pareció importante plantear este año una serie de ciclos que hablen del lenguaje cinematográfico a través de distintos creadores y creadoras. Me interesan más las obras que los autores. Qué cuenta y qué elementos de consenso y disenso podemos encontrar en un cuadro de Malévich o en la pintura de Regalado”.

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Estefanía M. Bruna

Saludos, nubes y akgo de sol, desde este lado del ordenador

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