Doble crista, una ¿novela? de Nicolás Dorta



Nicolás Dorta
debutó en la república de las letras tras la publicación de Las zonas comunes (Franz Ediciones, 2020), un libro que reunía una serie de relatos que revelaban a un escritor que miraba hacia su pasado para reinterpretarlo con algunas claves de ficción.

Periodista antes que escritor y escritor antes que profesor de Filosofía pero sobre todas las cosas batería de jazz, la literatura de Nicolás Dorta se vuelve ahora más musical que nunca en Doble cristal (Diego Pun Ediciones, 2022), musical en el sentido que algunas de las narraciones que se incluyen en el libro resultan improvisaciones que parecen más ejercicios de estilo, de dejarse llevar por lo que se le ocurre, de volar sin motor, que otra cosa. No son, a mi juicio, estas piezas de bronca poesía narrativa de lo mejor del libro pero sí pequeños entremeses que dan paso a otro grupo de relatos donde el autor que conocimos en Las zonas comunes asoma la cabeza para decirnos que sigue siendo el mismo solo que más adulto, casi con las ideas meridianamente claras sobre lo que pretende con sus historias.

Porque Doble cristal es un libro que parece que sabe a donde va, una reunión de historias con sabor autobiográfico en la que se muestra un narrador que sabe manejar muy bien los temas y de paso despertar el interés en el lector. En estos cuentos se palpan las emociones porque Nicolás Dorta apela a que se sienta desde lo más profundo las fotografías que describe con palabras de una serie de momentos que sin demasiada trascendencia en mucho de los casos, marcaron la vida del protagonista y del grupo de amigos que lo rodea. El recuerdo de un pasado donde todo lo que vibraba a nuestro alrededor estaba de alguna forma moldeando nuestro carácter como persona.

No entiendo así Doble cristal como una novela pero sí como un libro en el que los protagonistas reinciden en todas las historias. Algunas de ellas tan desarmantes, tan intensas que como la que da título a este libro rompen el corazón. Y lo rompen no porque Nicolás Dorta apele a nuestros sentimientos, a que estruje con recursos facilones y cursis el corazón que llevamos dentro, sino por la aparente frialdad nunca indiferencia con la que va desgranando historias, historias que dejan hilos sueltos que probablemente podían ser el origen de otras y otras historias.

Divido en dos partes, Uno y Dos, la primera reúne los cuentos titulados Siete errores en cadena, Fin del mundo, El incendio, El muro, El anillo, La pequeña Sammy y Principio; la segunda entrega los relatos Líbranos del mal y Doble cristal. Todos lo cuentos están narrados en primera persona y en muchos de ellos se reitera en un yoísmo que a veces confunde los sexos.

Resulta curioso la aparición en los últimos tiempos de libros de cuentos escritos por autores/as residentes en las islas. El género está viviendo no sé si una edad de oro pero sí al menos una avalancha de títulos donde con mayor o menor pericia salen a relucir libros de todas clases. Desde cuentos que solo tienen el objetivo de contar una historias ajustadas a los límites que impone el género, a otros que ensayan otro tipo de propuestas. Ya serán los de siempre los que valoren este fenómeno, vamos a llamarlo así, de lo que Nicolás Dorta se hace eco en este libro que afirma en la contraportada tiene la intención de ser “una novela con nueve piezas conectadas con una estructura circular” pero no lo veo. No veo al libro como una novela aunque pueda reconocer esa estructura circular que menciona.

Sí que se trata Doble cristal en todo caso de una “cartografía emocional de la memoria”, una memoria que nos ubica en un entorno que sin localizar liga lo urbano con lo rural. La mutación que se produce entre lo pastoril y el cemento es un atractivo que explota el escritor con, quiero creer, una inocencia que da más valor si cabe a las historias que no se dejan llevar por la improvisación, de escribir por el simple hecho de escribir. Este puñado de cuentos reafirma el talento que tiene Nicolás Dorta, un narrador que si sigue insistiendo en el terreno literario deja avistar a un escritor al que se debe comenzar a tomar en serio.

Los dos libros que tiene publicados hasta la fecha así lo expresan, o esa es la interpretación de un lector que, como le sucedió hace dos años con Las zonas comunes, avistó la capacidad que tiene para describir situaciones, manejar con contención los diálogos y retrotraernos de paso a nuestra adolescencia que es, como casi todo el mundo sabe, la etapa más libre y salvaje que podemos vivir. También una de las más oscuras si uno se deja llevar por las sombras siempre acechante de la depresión.

De momento y a la espera de su próximo libro, Nicolás Dorta es un autor que más que preocuparse por publicar prefiere trabajarlo con paciencia, afinando no solo un estilo en el que asoma su pasado como periodista sino la voluntad férrea de tomarse en serio la literatura. Su literatura. Una literatura que por ahora bebe de las mismas fuentes: los recuerdos, la memoria siempre cambiante y dispersa.

Saludos, calima, calor, sol, desde este lado del ordenador

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