Mentira robada, una novela de Juan Ruiz Correa

Juan Ruiz Correa ha tardado unos siete años en publicar su segunda novela tras irrumpir en el panorama literario con Los hijos de Marta. Su nuevo trabajo lleva el título de Mentira robada y después de su lectura descubro a un escritor que ha sabido evolucionar. Madurar que dirían otros.

Hay fondo e historias en esta novela de aventuras que mezcla de manera innata y por eso mismo no se notan las costuras, géneros diversos como el suspense, la investigación periodística y la tragicomedia que dan forma a un relato que cuenta, como otros tantos relatos, una historia de iniciación, de aprendizaje.

Leyendo el libro y conociendo al autor es inevitable que algunos pasajes, sobre todo al principio de la novela, resulten llamativamente autobiográficos. En el mismo, se nos cuenta la historia de un joven periodista aprendiz que entra a hacer prácticas de verano en La Tribuna, un periódico de provincias, con todas las ilusiones que uno lleva encima cuando estrena un episódico puesto de trabajo. Y más si ese puesto de trabajo es en un periódico. No sé quien lo dijo, pero si lo dijo debía de estar bastante ido de la cabeza cuando afirmó que el periodismo es el oficio más bello del mundo porque si algo lo caracteriza como oficio es su negrura.

Y así, con sus negritudes, lo describe Juan Ruiz Correa para explicar como el trabajo real, el día a día, el pasar y reproducir comunicados de prensa es la condena a la que se entrega su joven protagonista que ha terminado ahí, en esa redacción donde parece que todo el mundo tiene mal genio hasta que le encargan que escriba sobre el aterrizaje de emergencia de un avión en el aeropuerto de Fuerteventura.

Aficionado a la aeronáutica y con un padre con experiencia en este campo, Juan, que así se llama el protagonista, curiosamente como el mismo autor de la novela, le propone a Matilde, una cámara de televisión que vive en la isla majorera una serie documental sobre los aeropuertos más peligrosos del planeta sin olvidar la investigación sobre el aterrizaje de emergencia en la isla oriental y otros problemas que irán complicando la trama.

Novela viajera, la segunda mitad de Mentira robada es un atractivo muestrario de aeropuertos extremos que el equipo que forman Juan y Matilde va rodando a medida que se avanza en la acción. El autor de la novela se mueve, en este sentido, muy bien en el territorio de los diálogos, de hecho es a través de lo que se dicen los personajes donde salen a relucir las grandezas y miserias de cada uno de ellos. Por un lado la del protagonista, Juan, un joven que aún cree en la capacidad redentora de un oficio que, desgraciadamente, la perdió hace ya unos años, nos referimos a su voluntad por informar, denunciar y, sobre todas las cosas, fiscalizar lo que ejecutan los poderes públicos y privados para que todos ellos sigan el camino recto que marca la Ley; y un estilo heredero de su oficio –el periodismo otra vez– que sin detenerse en copiosas y literarias descripciones prefiere ir directo al grano, evitando los meandros en los que habría caído cualquier otro para contar un relato o mejor varios relatos que al final terminan convergiendo porque detrás hay un escritor con oficio de narrador y no de periodista aunque la profesión la lleve por dentro el escritor y a mucha honra.

Mentira robada me parece por esto y otras razones una novela mucho más pulida que la primera de Juan Correa, Los hijos de Marta, aunque en ambas se aprecia que detrás se encuentra el latido de un escritor que se toma muy en serio porque toma muy en serio a los lectores. Es decir, que no se trata Mentira robada de una novela perdida en sí mismo sino de un relato que está concienzudamente trabajado para que llegue a un amplio número de lectores. Solo cabe esperar que Mentira robada (y si leen el libro entenderán el por qué del título) tenga el éxito que se merece porque cumple con los diez mandamientos que el cineasta Howard Hawks explotaba en sus estupendas películas: “Tengo diez mandamientos. Los nueve primero dicen: ¡no debes aburrir!”

Y Juan Correa no aburre con Mentira robada. Consigue enganchar el interés del lector (ese al menos fue nuestro caso) y que éste se deje llevar por una historia que funciona dentro siempre de los territorios de la ficción. El libro respira, informa (ahora sé cosas que desconocía del mundo de la aviación); explora las relaciones sentimentales a partir de un personaje marcado por su pasado, que no está muy seguro del territorio que pisa y de una mujer a la que la vida no ha golpeado dos veces sino demasiadas, y unas historias paralelas: la del reportaje sobre los aeropuertos más complicados para aterrizar y despegar del planeta y el accidentado aterrizaje de un avión en la isla de Fuerteventura del que brotan otros relatos que dan forma y fondo a una novela que cuando se llega al final deja buen sabor, acaso también amargo, en la boca.

Saludos, regresa el calor, desde este lado del ordenador

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