Archipiélago, una novela de Inger-Maria Malhke

La literatura que se escribe en estas tierras fragmentadas no cuenta con demasiadas novelas río que nos narre la vida de varias familias y de paso de la isla que habita a través de sus diferentes generaciones. Es verdad que en los últimos años han ido apareciendo libros bajo esta premisa pero todavía sigue siendo un terreno vedado para la mayoría de los escritores y escritoras de las islas, reacios a escribir historias que requieran además de un enorme esfuerzo de documentación, talento para que los lectores no decaigan su atención en obras que, por norma general, resultan muy generosas en páginas pero poco entusiastas por enganchar el entusiasmo del lector.

Lo ha intentado con resultados más que notables una escritora alemana, Inger-Maria Mahlke con Archipiélago (Vegueta, 2022), novela que recibió el Premio Alemán del Libro 2018, que se trata de un ambicioso y complicado fresco en torno a varias familias tinerfeñas que convergen unas con otras con el paso de los años.

El estilo que ha escogido la escritora para narrar esta especie de crónica de la nada hecha pedazos es el cronológico, solo que al revés. Es decir, la novela comienza en 2015 y finaliza en 1919, un amplio arco temporal (2007, 2000, 1993, 1981, 1975, 1970,1963, 1957-58, 1950, 1944, 1936, 1935, 1929) en el que aparecen y desaparecen las distintas familias que protagonizan este ambicioso retrato político y social tinerfeño, ya que los protagonistas, abuelos, padres e hijos, e hijos, padres y abuelos, proceden de clases sociales diferenciadas.

Ante la enormidad de esta aventura, de esta odisea que es la vida, Inger-Maria Mahlke, consciente de la cantidad de personajes que maneja deja un árbol genealógico al inicio del libro con la idea de que el lector no naufrague en un texto caudaloso, bien escrito y traducido por José Aníbal Campos, traductor cubano que conoce bien las entrañas del monstruo tinerfeño porque habitó en ellas no hace demasiado tiempo, y parte de esa sustancia se refleja en una obra monumental y muy bien documentada pese a que se cuele algún desliz.

Por el libro desfilan el conflicto sahariano, con el que está tan unido sentimentalmente gran parte de la población de las islas; la corrupción urbanística, el frustrado golpe de Estado de febrero de 1981, el control del agua, la Guerra Civil y la represión, franquista, entre otros vientos de la Historia y forma cada año como capítulos de un relato común pero desvertebrado como las islas de un archipiélago.

La intención de la autora no es, sin embargo, perderse en el contexto en el que se ven envuelto los protagonistas pero tampoco cuida demasiado una trama que se dispersa y que no termina de cerrar con la determinación que uno esperaba. Con todo, Archipiélago se merece todos los respetos y algún que otro parabién porque el esfuerzo realizado es titánico y por encima de muchas cosas más, me atrevería a decir que pionero en las letras que se escriben en y sobre este archipiélago abandonado de la mano de los dioses.

A través de las diferentes familias que aparecen en la novela, Inger-Maria Mahlke trata muchos de los temas que han forjado a la capital tinerfeña como ciudad. También retrata con cierta profundidad las relaciones que se producen entre sus vecinos y los visitantes que, episódicamente, recalan en esta isla. Pasa de puntillas por algunos temas de calado en la formación de lo que podríamos denominar entidad tinerfeña pero por otro muestra sin pudor las virtudes y miserias que caracterizan a sus gentes. Lo mejor que hace la autora, en este sentido, es que no juzga a sus personajes, los retrata como lo que son, seres humanos atados a un pasado del que no terminan de liberarse.

Pese a su número páginas, supera las quinientas, y a la estructura con la que se sostiene la obra, es muy recomendable leerla por sus ambiciones, su necesidad de sintetizar la historia en la que se producen los distintos pecados familiares que lastran las vidas de sus protagonistas. Y eso que cuando no iba aún por la mitad pensé que resultaría poco posible que me sumergiera en una novela que hace relato con la ciudad en la que vivo y, al mismo, tiempo, de la isla en la que habito. Se aprecia, además, que la escritora conoce lo que escribe y que pasó largas temporadas en este territorio con seguro de sol pese a que a veces se le cuele alguna reflexión fuera de tono, equivocada porque su mirada no deja de resultar ajena.

En otras ocasiones, por el contrario, sí que sabe convencer a quien conoce la geografía física pero también humana y sentimental de los habitantes que vivimos en estas islas que forman ese Archipiélago al que pienso que se refiere la escritora: un fresco en el que pesa sobre todos los protagonistas la sombra de una discordia que no han sabido (o no han querido) resolver. Ya se sabe que pueblo chico, infierno grande, aunque la gravedad que arrastran algunos de estos clanes que radiografía a lo largo y ancho de la aventura justifique la mayor parte de las veces sus comportamientos por equivocados que resulten.

Archipiélago forma parte así de una literatura digamos que canaria que se firma con otro acento. Una curiosidad tremendamente atractiva (nos permite conocer cómo nos ven unos ojos que no son de aquí aunque sean medio de aquí) sobre un territorio fragmentado no solo en el mapa físico sino también sentimental de una población en la que todo el mundo, ay, cree que conoce la historia de su vecino. Es decir, sus grandezas y miserias pero sobre todo sus flaquezas. Esas mismas flaquezas de las que parecen que no pueden librarse para mirar al futuro cara a cara tras haber superado los pesos que lo ataban y atan a un pasado que no termina por olvidar ni por supuesto asumir.

Saludos, sin fumar espero a la novela que yo más quiero…, desde este lado del ordenador

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