Talón, un libro de cuentos de Nicolás Melini

El trabajo de un editor no consiste solo en publicar libros sino, lo más importante, en cuidar y mimar las obras que presenta al público. Se traten de grandes o pequeñas piezas, todas ellas deben de estar ejemplarmente editadas. Sea su formato amplio o reducido. En mi caso, prefiero aquellas que pueden llevarse perfectamente en el bolsillo, un agradable aliciente para los que todavía tenemos la costumbre de transportar libros a todas partes.

Esta manía, la de llevar libros a todas partes, probablemente tiene su origen, al menos en nuestro caso, en la preocupación que tengo de no aburrirme a todas horas. Cansado del ritual de estar pegado siempre a la pantalla del teléfono móvil, me gusta sentir cómo en el bolsillo del pantalón o de la chaqueta descansa un libro que aprovecho para leer si voy en el tranvía o si dejo a la perra suelta en el parque. Un libro, y si está bien editado mejor que mejor, me abstrae y a la vez me evade del lugar en el que me encuentro. Me proporciona a través de las palabras las herramientas adecuadas para sentir que por una vez estoy en el escenario perfecto.

Franz Ediciones es una editorial independiente que mima mucho a sus libros. Cuenta en su catálogo además con una serie de autores canarios que no sé si enriquecen el fondo de la editorial pero tampoco lo desmerecen. La editorial incluye libros de poesía y cuentos de calidad diversa (para gustos se inventaron los colores) pero que resultan interesantes, sobre todo si se atiende a los títulos “canarios” que, como se dijo, incluye en su catálogo y que resultan un tanto ajenos por no decir extraños si se pretenden ubicar en el panorama circular literario del archipiélago.

Uno de los escritores de las islas que ha publicado en esta editorial es Nicolás Melini, un autor que cuenta ya con una notable bibliografía en la que se mezcla poesía con narrativa e incluso el ensayo. A mi me gusta mucho Melini (cuestión de gustos) como cuentista, no tanto como poeta ni cronista de la realidad, y Talón, el libro que presenta Franz Ediciones, reúne, precisamente, diecisiete cuentos que no terminan sin embargo de ser ni lo uno ni lo otro.

Tengo la sensación, tras varias lecturas, una de ellas clásica, de principio a fin y otra a saltos, sin obedecer a principio ni fin, de que se trata de un libro que no acaba de terminarse. En contra de otras obras del escritor, me ha costado incluso a ratos entender qué propósito escondían algunas de las historias que se distribuyen a lo largo de sus apenas 120 páginas.

Admito, en todo caso, que al ser de la vieja escuela frunza el ceño cuando me asalta el recelo porque leo historias que no me resultan historias sino palabras más o menos bien organizadas pero sin demasiada sustancia por dentro y por fuera. La sensación que me asalta entonces es que este puñadito de cuentos podían haberse trabajado con más denuedo aunque entienda que quizá la intención del escritor fuera, precisamente, ésa, dejar que los interrogantes flotaran en el aire y que fuera el propio lector quien les encontrara respuestas. Puede ser, pero como ya dije soy de la vieja escuela y por lo tanto muy poco por no decir nada entusiasta ante sospechosos “experimentos literarios”. Sospecho de hecho de los “experimentos” porque en cualquier rama del arte suelen emplearse para esconder carencias. No es el caso de Nicolás Melini, y a su obra anterior me remito, pero esto solo hace que acreciente mi extrañeza y suscite otra pregunta cuando me enfrento a Talón: ¿por qué?

Entiendo que el escritor esté en un continuo proceso de transformación, que la idea sea la de avanzar y no retroceder en su escritura y así ha dejado constancia en una bibliografía que incluye una demoledora novela (El futbolista asesino) y antología de relatos de una fuerza tan intensa que desconciertan como Historia sin cariño de Remedios Quiero Besarte y Pulsión del amigo, entre otros, pero no encuentro este desconcierto, salvo ocasionales destellos, en las piezas que reúne en Talón.
Y eso que los cuentos que presenta en este libro abordaban situaciones idóneas para un narrador como Melini: la pobreza, el abandono y el desarraigo, no pertenecer a ningún lugar, a ningún sitio.

Aprecio al escritor que descubrí hace años en varias de las historias de Talón pero en otras tengo la sensación de que se metió en un callejón del que no supo salir. Aún entendiendo que este fuera el objetivo, parece que al escribir el cuento de pronto se aburriera de él y lo dejara varado. Más interrogantes.

Los cuentos en los que encuentro al escritor que me convence, al Nicolás Melini que se crece incluso cuando ensaya la brevedad con la intención de ser más breve, son los que llevan por título Elasticidad comprobada y otros relatos que toman afortunado vuelo como Sí, Fe, El Roque y los muchachos y Talón, que da nombre a este libro y en el que derrama apuntes notables sobre la locura. Otros no terminan de cuajar, esa es la sensación con Salir.

Entre las narraciones más largas del libro destacaría Indolente y Nos es culpa de ellos, ellos no tienen la culpa, relatos que levantan el vuelo y que con los anteriormente citados me parecen de lo mejor de un libro que pide, al menos en mi caso, otra nueva lectura.

A modo de conclusión, Talón se inscribe en la línea en la que ha derivado la última literatura del escritor: una búsqueda por la contención y la brevedad que a mi juicio no termina de dominar. Con todo y como ya se dijo, se encuentran latidos del narrador que descubrí y conocí en el pasado en algunas de las diecisiete piezas que aglutina este volumen que espero no sea, permítaseme la broma fácil, un talón de Aquiles en la literatura de su autor.

Saludos, llueve, desde este lado del ordenador

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