La culpa transparente, una novela de Gerardo Pérez Sánchez

“Tobías nunca fue un hombre muy despierto. Era del peor tipo de tonto que existe, el que se cree listo”.

(La culpa transparente, Gerardo Pérez Sánchez, Editorial Verbum, 2022)

La culpa transparente es la séptima novela de Gerardo Pérez Sánchez, quien se desdobla en escritor cuando la ocasión y el tiempo se lo permiten. Conozco su producción literaria desde que saltó al ruedo con El peso del tiempo, a la que siguieron títulos más o menos regulares, más o menos irregulares, como Las tormentas interiores, La sonrisa Duchenne, El amor y otras vías de escape, Historia desconocida de nuestros antepasados y Amanecer en el ocaso, este último y a mi parecer el mejor libro que ha escrito hasta la fecha.

Nadie le puede negar a Gerardo Pérez que tras siete novelas haya consolidado un estilo e incluso idénticas constantes entre obra y obra. Estas constantes, este persistir en los mismos temas pero narrados bajo miradas diferentes es, a pesar de ser uno de sus aciertos, también uno de los mayores escollos de su trabajo como escritor, y es que a veces se va por la tangente cuando cuenta una historia. Parece entonces como si a Gerardo Pérez Sánchez le preocupara más el cómo que lo que quiere decir y eso es un lastre que arrastra no solo en La culpa transparente sino también en anteriores novelas.

Hay que reconocerle en todo caso la capacidad que tiene para hurgar en los géneros, también para cruzarlos y apropiárselos. Estas constantes se observan de nuevo en La culpa transparente y como suele pasar con sus otros libros, el acabado si no es perfecto, casi.

Como escritor Gerardo Pérez ha ido creciendo con el paso de los años. De hecho, se nota que no se ha dejado dormir en los laureles. Ya apreciaba esta evolución en Amanecer en el ocaso, una novela que, como todas las suyas, parece que está conectada, que es un vaso de los muchos vasos comunicantes que forman parte de la arquitectura de una literatura que ha sabido construir, con sus aciertos y defectos, un universo personal en el que destaca especialmente los personajes.

Todo esto y algo más está volcado en La culpa transparente. Una novela que, a mi juicio, supone un interesante cambio de guión en la producción literaria de un escritor que comienza a manejar con soltura las historias que retrata. Muchas de ellas mostrando algunos de los complejos que nos definen como seres humanos.

En su último libro, ha construido un personaje que además de atractivo pisa terreno sólido. Ella, Clara Durán, es la protagonista absoluta de una novela que indaga en la vida y en la obra de una mujer con problemas, y que tras una serie de vicisitudes que invitamos a que conozcan, cambia de identidad (Carla) para vivir una segunda oportunidad.

Para meternos dentro de su cabeza, Gerardo Pérez prefiere recurrir a una voz omnisciente que busca más que la complicidad, la mirada voyeur del lector en torno a las revelaciones que hace, algunas de ellas tan sorprendentes que lo dejarán desconcertados. Resulta en este aspecto un libro contundente, con matices y un retrato que indaga en las interioridades de su protagonista, un personaje que lo reúne todo y que justifica las contradicciones por las que Clara lleva una vida desordenada que le exige un cambio. Este cambio vendrá por la vía del desdoblamiento que caracteriza su comportamiento, carne de psiquiatra si quieren. De esa materia aparece primero Clara y luego Carla.
La idea es original y a medida que se va desarrollando muestra al mismo tiempo el peregrinaje de su protagonista y los amores frustrados y frustrantes que salpican su existencia a lo largo de todo el relato.

Se agradece que la voluntad de Gerardo Pérez Sánchez no haya sido la de retratar de manera unidimensional a su personaje. También que haya sabido insuflarlo de sustancia, lo que termina por reforzar que su acabado resulte redondo y sobre todo verosímil a lo largo de las más de doscientas páginas que forman el libro. Una novela que comienza muy bien, sobre todo con un prólogo rompedor que augura una tormenta que termina por expandirse a las páginas siguientes.

Ya lo hemos detectado en otras ocasiones y es que el escritor tiene afición por cruzar géneros. En La culpa transparente, por un policíaco que eleva un poquito el vuelo de un libro que termina por despegar y volar sin motor.

Son en estas páginas ligeramente negras donde encuentro al escritor que avisté en Amanecer en el ocaso. Es decir, al autor sin vendas en los ojos, el que se arriesga a adentrarse en un universo que escapa de momento a su zona de confort y que hace descubrir a un Gerardo Pérez Sánchez que si apuesta más por el riesgo podría encontrar su propio camino de baldosas amarillas. Sospecho que si llegara a final del sendero y desenmascarara al Oz que lleva dentro, asombraría a propios y a extraños.

En conjunto, La culpa transparente con todos sus peros nos descubre a un escritor más seguro de sí mismo. A un autor que evoluciona mientras se desprende poco a poco del lastre que oxidaron algunos de sus títulos anteriores, todos libros en los que sigue insistiendo, desde ángulos muy diversos, en los mismos temas: las mentiras y la verdades que alimentan nuestra vida diaria. Lo demás, la caída en desgracia, el embarazo y la redención de Clara/Carla son capítulos de una existencia literaria que uno tiene la sensación de, si no haberlo leído antes, sí al menos haberlo visto antes en un largometraje. Esto podría conformar el hecho irrefutable que la vida más que puro teatro es para Gerardo Pérez una producción cinematográfica. De sus ambiciones depende que el trabajo resultante sea A, B o Z.

Saludos, aún heridos, desde este lado del ordenador

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