Dentro del corazón de las tinieblas

Como todas las guerras, la del Vietnam ha dado origen a mucha literatura. Buena parte de ella escrita por veteranos de aquel conflicto y de ambos lados.

Por desgracia, la versión de los que se enfrentaron a la gigantesca máquina militar estadounidense nos ha llegado a cuenta gotas ya que hay muy poca literatura traducida. No sucede así con la de los norteamericanos que intervinieron en aquel conflicto. Existe también una generosa producción literaria que registra los antecedentes de la guerra del Vietnam, sobre todo escrita y publicada en Francia, que perdió de manera humillante esta colonia (Indochina) del sudeste asiático que dividió al país en dos mitades: Vietnam del sur y Vietnam del norte.

Escritores norteamericanos como Robin Moore, Samuel Fuller, Gustav Hasford, Dennis Johnson y James Crumley, entre otros, han situado el escenario de sus novelas en la guerra de Vietnam. Algunos eran veteranos, como Hasford y Johnson, otros la observaron de cerca, muy de cerca, como James Crumley, autor de la excelente Uno que marque el paso, y escritor que está muy presente en Compasión por el diablo, un libro de Kent Anderson, autor que dedica a Crumley una obra que habla desde dentro, desde el alma de un soldado convertido en guerrero, una contienda que pulverizó la inocencia de su país.

Otros libros que se han inspirado en esta guerra que visibilizó lo de todas las guerra, su crueldad, su inutilidad, la de reducir a cenizas el corazón de los hombres, están inspirados en el relato que contaron los veteranos que pelearon en aquellas tierras así como los periodistas (en libros que se han convertido de referencia como Despachos de guerra de Michael Herr) y otros testigos cuyas experiencias el cine ha contribuido a magnificar con una estética (y una banda sonora) que ya se ha quedado grabada en nuestra memoria como la de los helicópteros que surcan el cielo anaranjado de Vietnam en Apocalypse now!

Publicada en Sajalin, una editorial que se ha especializado en dar a conocer novelas de escritores/as digamos que al margen, Compasión por el diablo, de Kent Anderson, cuenta la historia de Hanson, un joven universitario que es reclutado por el ejército norteamericano y que recién llegado a Vietnam decide unirse a los Boinas Verdes, las fuerzas especiales, ya que si uno va a un sitio como éste y no participa es como acostarse con una modelo y mirar al otro lado, reflexiona su protagonista cuando toma una de esas decisiones que cambian la vida.

El libro está dividido en tres grandes secciones (La base de apoyo, El comienzo, Fort Bragg y De vuelta en Vietnam), y en cada una de ellas se reflejan distintas situaciones en las que se ve inmerso el personaje, aunque quizás la más atractiva sea la segunda parte, El comienzo, Fort Bragg, en la que se escribe el entrenamiento antes de marchar a Vietnam y una vez en la guerra como miembro de los Boinas Verdes, su regreso a casa de permiso y darse cuenta que poco o nada tiene que le ate a su país. Un país además que lo recibe por la puerta trasera y en donde algunos lo acusan de asesino… Y si uno sigue las experiencias bélicas de Anderson en Vietnam, las misiones de alto riesgo y la relación de hermandad que teje con dos compañeros Boinas Verdes, no hace pensar otra cosa porque el trabajo de Anderson, como el de todo soldado en el frente, es del matar antes de que lo maten.

Otra cosa es que lo que sirven allí sean considerados en casa como unos asesinos. Claro que no lo ven sometido a presión en territorio enemigo, con las piernas hundidas en el fango y rodeado de una nube de mosquitos.

Y de todo esto se habla en Compasión por el diablo, unas memorias más que una novela pese a que los recuerdos hayan sido modificados en favor de la ficción. Una ficción basada en estrictos hechos reales que tienen la misión –o ese es el mensaje que hemos recogido– de hacerle entender al lector que incluso máquinas de matar como Hanson y sus camaradas, tienen alma y sentimientos en los que prevalece por encima de cualquier otro el de la lealtad. Y por lealtad, precisamente, y porque la guerra lo ha cambiado por dentro para siempre, quizá por estar condenado a sobrevivir en aquel infierno, el protagonista hace lo que hace al final del libro, desatar el caos en una base de los suyos que horas antes machacó con fuego de artillería (fuego amigo lo llaman) al mismo Hanson y sus compañeros por error. Acompañan a los Boinas Verdes guerrilleros montagnard, un pueblo que vive en las montañas y al que desprecian los vietnamitas como desprecian los blancos a los afroamericanos, advierte Anderson en un libro que nos lleva dentro del corazón de las tinieblas.

Entre lo surreal de esa guerra y de este libro, es que su protagonista, un guerrero que a veces da miedo, lleva en el bolsillo un libro de poemas de Yeats. Hanson, no lo he dicho, es un universitario que aprende en Vietnam a ver la vida de otro color. Un color que tiende al gris, y grisáceo es el corazón devastado de su protagonista.

Se trata de una novela oscura aunque está escrita con luz. También incómoda, como un golpe al estómago: ya que hombres como Hanson son necesarios en tiempos de guerra así que tened compasión por el diablo.

Saludos, una semana, la pasada, muy extraña, desde este lado del ordenador

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