El cielo llora por mí, una novela de Sergio Ramírez

“El inspector Morales almorzó tarde ese domingo en una fritanga del barrio el Edén, instalada en la acera de un cine que sólo pasaba películas pornográficas anunciadas en la marquesina de mejores tiempos con letras dispares, a veces una mayúscula a media palabra en el rótulo, o una letra ausente, o una letra colgando patas arriba. Ese día presentaban La banana mecánica”.

El cielo llora por mí, Sergio Ramírez, colección: Narrativa Hispánica, Alfaguara, Penguin Random House Grupo Editorial, 2009)

Primer libro de la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, El cielo llora por mí es una novela policíaca en el mejor sentido de la palabra aunque al estar escrita por un escritor de la solidez de Sergio Ramírez, el relato respire a profundidades que no suelen alcanzar otros especialistas en el género quizá porque el autor nicaragüense se toma muy en serio lo que escribe.

Tan en serio que esta novela y las otras dos que forman el ciclo, utiliza las claves del género para contar más cosas. También denunciar una realidad que nació siendo un sueño (el derrocamiento del régimen somocista por los sandinistas) y hoy es una pesadilla. Y pesadilla es que Sergio Ramírez, que fue un miembro activo de los grupos que combatieron al dictador Somoza, después del triunfo de la revolución esté viviendo hoy en el exilio, condenado por un régimen que gobierna quien fue uno de los suyos, Daniel Ortega.

En este aspecto, El cielo llora por mí además de narrar una buena historia policíaca, la investigación que emprende Dolores Morales junto a su compañero, el subinspector Bert Dixon, y las complicaciones que se derivan del caso (entra en juego el narcotráfico), le sirve a Sergio Ramírez para dar testimonio de su país, y de la corrupción que lo maneja con extraordinaria soltura, esto sin renunciar a un potentísimo estilo salpicado de palabras del español que se habla en Nicaragua y de personajes a cada cual más atractivo. Al mismo tiempo, y en una a veces breves y en otras algo rebuscadas comparaciones, hace un retrato de su país con la precisión de un fotógrafo de la palabra ya que es con palabras cómo visualiza el escritor la realidad de una nación que amaneció un día celebrando la caída de un usurpador para terminar dándose cuenta que al final lo que hizo fue abrir la puerta a un nuevo usurpador que combatió en el pasado contra Somoza.

Lo policíaco se mezcla con lo político en El cielo llora por mí y sin dejar de ser una novela que podría entenderse también como picaresca, solo que una picaresca que nos viene del otro lado, de otro continente, pero que sin perder su origen, resulta al principio tan extraño y al final tan cercano, tan nuestro.

La trilogía de novelas policíacas de Sergio Ramírez continúa con otros dos títulos, Ya nadie llora por mí y Tongolele no sabía bailar en la que ofrece un retrato bañado de desencanto sobre lo que pudo ser y no fue Nicaragua. Al mismo tiempo, y como toda novela negra que se precie, Managua, la capital, se convierte también en otro de los grandes personajes del libro.

En la galería de personajes que rodea a la pareja protagonista, Dolores Morales y Bert Dixon, gravita una excelente colección de secundarios como son los jefes y los villanos (gente con apellidos al servicio del narcotráfico) así como un agente de la DEA al que conocen los policías como Chuck Norris.

No había tenido la oportunidad hasta ahora de acercarme al universo de Dolores Morales, El cielo llora por mí se publicó en Alfaguara en 2009, pero tras esta lectura digamos que me he enganchado al personaje y a ese país que retrata con tanto cariño pero también pesadumbre.

El caso es que Sergio Ramírez se mueve muy bien por las aguas de la literatura negra y criminal. Y es tal su mimetismo con el género que se aprecia que conoce bien el terreno que pisa. Es decir, que el escritor no por cultivar un género (menor según unos pocos) no deja de seguir siendo el gran narrador que es. Porque lo mismo escribe un libro para tipos sesudos que una novela sesuda pero de género para tipos que no lo son tanto. Sesudos, me refiero.

Las cargas de profundidad que lanza en El cielo llora por mí me hace explicar, con resignación de Cartujo, que sus relaciones con el gobierno de Daniel Ortega no resultaran, precisamente, fluidas. Esta novela, como las dos siguientes de la trilogía, cuenta lo que ve un hombre que no tiene miedo de expresarlo en estas tres novelas. Novelas que no gozan del visto bueno del actual presidente nicaragüense, que no contento de llamar terrorista al escritor, le arrebató su nacionalidad y lo expulsó de su patria por molesto, por intelectual que piensa y defiende lo que cree.

El cielo llora por mí es un buen ejemplo de hasta donde puede llegar la literatura. Y destaca también el sobresaliente momento que están viviendo las literaturas negras en América, desde arriba, México, hasta Argentina y Chile. Cada una con sus claves, con su retrato certero de la corrupción que devora como un cáncer los regímenes que gobiernan aquellas naciones con independencia de su signo ideológico.

Y Dolores Morales (qué nombre) es uno de los investigadores que siguen las huella de otros ilustres como Héctor Belascoarán Shayne o Mario Conde, del hispano mexicano Paco Ignacio Taibo II y el cubano Leornardo Padura, respectivamente. Y cito solo a los primeros que se me han venido a la cabeza.

Saludos, va por ellos, desde este lado del ordenador

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