Un lapsus mental

A primeras horas de la mañana recibo una llamada telefónica. Al otro lado me habla una señora con marcado acento británico, es decir, que recurre a un español sin dobles erres ni eñes, y me comenta mientras percibo que aguanta la tensión que no, que ayer, durante el debate que tuvo lugar tras la proyección de Desde Rusia con amor (visionado que me confirma una vez más que es la mejor de la serie porque tiene el mejor Bond, Sean Connery, la chica más delicada y hermosa de la saga, Daniela Bianchi) que su director, Terence Young, efectivamente dirigió otras dos películas de 007 (Doctor No y Operación Trueno), Mayerlin, como dije pero no (y aquí su voz se torna bronca) El cabo del miedo.

Pero criatura, me dice casi gritando, que esa película es de otro de esos cineastas por los que tienes confesa debilidad, J. Lee Thompson, pero no Young, Terence, que si lo castellanizo quedaría como Terencio el joven o algo así. En fin, mea culpa, señora, le pido mientras cruzo los dedos para que no me quite el doble cero.

La mujer, que no es otra que M con la forma de Judi Dench responde que tiene que pensárselo, que de momento escapo porque la cosa anda muy mal con los agentes de campo. Pero sí que me recuerda que en la primera película Bond de la historia, que fue un episodio en blanco y negro para televisión que protagonizó Barry Nelson como 007, el villano, Le Chiffre no fue interpretado por Orson Welles sino por Peter Lorre y caigo entonces que tiene razón y que mi confusión se debe a la disparatada comedia que en los años 60 se estrenó en cines como Casino Royale y que contó con un reparto poblado de estrellas, una de ellas Orson Welles que hace, elemental, querido Watson, de Le Chiffre, y que dirigieron (no me digan cómo), cinco directores, uno de ellos John Huston.

Le digo a M que procuraré en la próxima misión no cometer errores aunque, susurro, errar es de humanos. Y escucho una cristalina carcajada en el otro lado que suelta M sin cortarse un pelo. ¡Ay, pedazo de mendrugo, un agente doble cerro no se equivoca!

¿Nunca?, dejó que la pregunta flote en el aire…

Nunca, nunca jamás, responde y cuelga.

Saludos, mea culpa, desde este lado del ordenador

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