El Cuaderno de ideas de H.P. Lovecraft

No es habitual que las editoriales españolas apuesten por la publicación de cuadernos de notas y de trabajo en los que algunos escritores dejan registrado ideas, frases, esbozos de futuros cuentos y relatos. En la literatura anglosajona, por el contrario, hay una larga tradición por desempolvarlos y darlos a conocer entre los aficionados porque, sospechan y no yerran, tienen un indudable interés para quien quiere acercarse a la obra de sus escritores de cabecera, conocer en qué consiste su proceso de creación.

Periférica publica uno de estos cuadernos, Cuadernos de ideas, de H.P. Lovecraft, un librito fundamental para los que son lovecraftianos de toda la vida así como los que, desconociendo su producción literaria, gustan de leer obritas que, más allá de sus cuentos y novelas (en el caso de Lovecraft solo una de la que tengamos constancia), logran que como lector se conozca un poco más de la vida y de la obra del escritor nacido en Providence (Rhode Island) en 1890 y fallecido en 1937 en su localidad natal.

El caso es que Lovecraft sigue suscitando pasiones. Pasiones es verdad que adolescente pero ¿no son acaso las lecturas que se hacen a esa edad fundamentales en el crecimiento de toda persona? A Lovecraft, como aseguran muchos expertos, se tiene que llegar cuando aún no se ha cruzado la frontera de la mayoría de edad. Así fue como nosotros tuvimos el gusto de conocerlo gracias a sus efectivos relatos de miedo, miedo sobre todo a lo desconocido, a puertas que se abren a otros mundos poblados por dioses de pesadilla que esperan con paciencia enfermiza su momento para cruzar el umbral y volver a gobernar un mundo, el nuestro, que les pertenece…

Es verdad, sin embargo, que el paso de los años hace que uno se vaya distanciado de aquellas primeras lecturas que tanto contribuyeron a que no se sintiera solo a esa edad, pero también es cierto que la fresca ingenuidad que uno tiene entonces se va disolviendo con el paso de los años hasta desaparecer por completo. Lo que hace que volver a leer los relatos del escritor de Providence no tengan el mismo alcance ni el mismo sentido que cuando se descubrieron siendo jóvenes. Pero esto no solo pasa con Lovecraft, un escritor por otro lado que tuvo tiempo de escribir interesantes ensayos como El horror en la literatura, y de ser objeto de atractivas y muy personales reflexiones como la que el escritor francés Michel Houellebeq escribe sobre él con el título de H.P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida.

Todos los materiales que dejó el escritor norteamericano tras fallecer siguen cotizándose en el mercado y generando nuevos lectores que obvian a un hombre, Lovecraft, que fue un fracasado en vida cuya obra fue reivindicada tras su muerte. Por eso, cualquier novedad, cualquier sorpresa que se relacione con el creador de los mitos de Cthulhu y con independencia del tipo que sea, genera mucha expectación entre sus amplia red de seguidores, seguidores que como es nuestro caso espera que llegue a librerías el primer tomo que recopila su abundante correspondencia con los otros miembros del círculo Lovecraft, formado por amigos y escritores que rendían culto a un autor que manifestó en más de una ocasión que se sentía más como un súbdito del siglo XVIII que del XX que le tocó vivir y sufrir.

Cuaderno de ideas está repleto de embriones que más tarde (o no) terminarían convirtiéndose en cuentos. Hay alguno que sí lo fue pero hay otros que no. Entre los esbozos de posibles historias se encuentran algunas que, bien desarrolladas, parecen que prometían dar miedo, que de eso se trata. Hay otras que, por el contrario, no resultaron ser un filón a tener en cuenta aunque demuestra la capacidad de abstracción que caracterizó la vida como escritor de nuestro hombre, de ese venerado ya casi como un santo H. P. Lovecraft.

Repasando este Cuadernos de ideas, que Lovecraft como explica utilizaba al modo de “imágenes y citas anotadas a vuelapluma para su posible uso futuro en ficciones de misterio”, se encuentra también algunas consideraciones que reflejan el pensamiento político, bastante caótico, que mantuvo el escritor antes de hacerse adulto.

Racismo

“Un mulato instruido busca apropiarse de la personalidad de un hombre blanco y poseer su cuerpo”.

“Un anciano negro, hechicero vudú, en su cabaña de la ciénaga. Posee a un hombre blanco”.

Su racismo, insólito hoy pero muy habitual en su época y algunas consideraciones más aportan elementos fundamentales para entender un poco más, si cabe, la obra de un escritor que se refugio primero en los sueños y más tarde en las pesadillas para parir todo un corpus de dioses que viven en otra dimensión o que permanecen dormidos en el nuestro esperando la hora en que alguien los despierte. Por otro lado, muestra igualmente a un escritor muy preocupado por un género, el de miedo, que no es para tontos. Antes que él, hubo una caterva de narradores que elevaron el cuento de terror a una categoría que, a mi juicio, raya con lo maestro. Sobre todo en Gran Bretaña y, más tarde, Norteamérica, donde Lovecraft se convirtió en todo un experto.

En resumen, se trata Cuadernos de ideas de un librito que para los que fuimos miembros del culto Lovecraft es un pequeño regalo. También, como se dijo, para los que no conocen su obra pero sí les atrae las herramientas y los recursos de los que se sirven los escritores para contar sus historias, sus ficciones y sus mundos privados que, en el caso de H.P., pertenecieron al mundo del trueno y del fuego, de las pesadillas pobladas de entidades innombrables porque “no hay muerto que yazga eternamente. Y con ciertos eones puede morir, incluso, la muerte”.

Saludos, el horror, el horror, desde este lado del ordenador

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