Nápoles 1944, un libro de Norman Lewis

Uno de los más grandes escritores italianos del pasado siglo XX es Curzio Malaparte, que se puso muy de moda en los años 40 y 50, y autor de un libro, Técnica del golpe de Estado, que publicó en los años 30 que le otorgó cierto reconocimiento y sirvió incluso de libro de cabecera para Fidel Castro cuando luchaba junto a sus hombres contra la dictadura de Fulgencio Batista en las montañas de la Sierra Maestra, Cuba.

Pero si es reconocido el escritor italiano no es, precisamente, por este ensayo sobre la toma violenta del poder sino por dos libros en los que se mezcla autobiografía y algo de ficción que siguen siendo sus obras más reconocidas y de las que hablan la mayoría de los que se han acercado al universo repleto de contradicciones de Malaparte, quien tras ser fascista como muchos de sus compatriotas (Churchill ya había dicho que si él fuera italiano también vestiría la camisa negra) fue cambiando de pensamiento a medida que maduraba y descubría la gigantesca mentira que escondía el régimen impuesto por Benito Mussolini y sus acólitos.

Estas obras son Kapput y La piel. Si en la primera cuenta sus experiencias como diplomático y como escritor por aquella Europa hecha trizas durante la II Guerra Mundial (relevantes son los capítulos que dedica a sus encuentros con Hans Frank, gobernador general de la Polonia ocupada por los alemanes y Ante Pavelic, político y dictador croata, líder y miembro fundador del grupo Movimiento Revolucionario de Levantamiento Croata, Ustacha) en la segunda toma el pulso a la ciudad de Nápoles ocupada por el ejército aliado, donde sirvió como traductor para el ejército norteamericano.

Era inevitable que evocase La piel de Malaparte al leer Nápoles 1944, que lleva en la edición española el subtítulo de Un oficial del Servicio de Inteligencia en el laberinto italiano porque lo que escribe Norman Lewis, su autor, en forma de diario, recuerda mucho aunque sin los excesos de lo que nos narraba el autor de La piel, un libro, por cierto, que fue llevado al cine por Liliana Cavani.

Escritor especializado en lo que ahora se llama literatura de viajes y en palabras de Graham Greene “uno de los mejores escritores del siglo XX”, Nápoles 1944 (RBA, 2008) reproduce el diario que su autor llevó durante la estancia que lo mantuvo en la ciudad italiana que descansa bajo las faldas del Vesubio en aquel año de gracia. El norte de la península italiana continúa en mano de los alemanes pero todo el sur llegando a los límites de Roma, ha caído en poder de los aliados que, a medida que conquistan y ganan territorio, tienen que organizar una retaguardia y mantener además de a sus tropas a la hambrienta población civil que ahora tienen a su cuidado.

En este confuso escenario y mientras el autor de estos diarios, Norman Lewis, explica las tareas que debía de llevar a cabo para mantener la paz entre soldados y civiles y, al mismo tiempo, aplastar cualquier vestigio fascista o de simpatía por los alemanes que pueda quedar en las zonas liberadas, el libro cuenta primero la sorpresa y más tarde las rutinas que asume su protagonista para que la paz no se doblegue ante la reacción de un ejército de ocupación que se cree con derecho a todo (se suceden, y así lo cuenta, numerosos episodios de violaciones contra mujeres por los soldados aliados) y con una población que no se resigna a su destino y lucha, como ha hecho siempre, por su supervivencia.

Muchas son las entradas que parecen surrealista en este diario por las situaciones que plantea, sobre todo cuando escribe que la camorra está muy presente en una ciudad, Nápoles, que ha normalizado lo que hace esta organización criminal en unos días donde el crimen y la corrupción parecía institucionalizado. También de cómo muchas mujeres tuvieron que dedicarse al oficio más viejo del mundo para llevar algo de alimento a sus hogares, y de las partidas de bandoleros que actuaban en las montañas y que atacaban no solo a los alemanes sino también a los aliados porque para estas bandas todos tenían algo que ofrecer, y no es dinero precisamente sino comida y útiles de aseo, entre otras cosas por la que se pagan precios astronómicos en un Nápoles cuyos habitantes no terminan de creerse que la guerra ya ha acabado para ellos.

La grandeza de Nápoles 1944 es que se trata de un testimonio directo, de lo que observa su protagonista en una ciudad que pese a que agoniza se pone de pie todas las mañanas para seguir adelante. También de una crónica sucinta pero a la que no se le escapa detalle, de lo que sufre la población civil y de los poco que pueden hacer los militares para poner fin a ese sufrimiento. Se trata, en definitiva, de una obra que nos habla de una guerra que se aleja pero que ha dejado sus huellas tanto físicas como mentales entre los napolitanos, un pueblo feroz, del sur, que se ha acostumbrado a regirse bajo una serie de reglas que no son las que marcan la justicia tal y como la conocemos.

Nápoles 1944
es un libro riquísimo y del que se puede aprender mucho a partir de las experiencias que describe Lewis mientras estuvo destinado en una ciudad a la que le costó mucho entender hasta que lo logró. A partir de ese momento el hechizo está completado y Lewis, pese a ver toda esa miseria física y humana a su alrededor, se despide con un amargo sabor de boca, muy parecido al marsala que toma a lo largo de este libro, de una ciudad que ya ha hecho suya para siempre.

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