Charles Beaumont, un contador de historias

Antes de Stephen King hubo vida. Este es un mensaje necesario para toda la tropa de aficionados al género que desconocen el trabajo de los ancestros del actual rey del terror literario mundial, y son una legión estos parientes lejanos del escritor de Maine.

El pasado que arrastra King nace muy lejos y llega hasta mediados de los años 50 del pasado siglo XX, cuando irrumpió una caterva de narradores que se especializaron si no en cuentos fantásticos en toda su amplia galería, sí en contar historias raras en ambientes extremadamente cotidianos. En el caso del escritor que nos ocupa, Charles Beaumont, una constante y probablemente una de las razones por las que lo contrató Rod Serling para la serie En los límites de la realidad o la Dimensión desconocida, que son palabras mayores en la historia de la pequeña pantalla.

Tal vez soñar, que debe ser la primera antología de relatos que se dedica a Beaumont en castellano, incluye 23 cuentos, algunos de ellos sirvieron de guión para la saga de Serling y otros fueron publicados en revistas como Play Boy y de género de ciencia ficción y fantasía.

Leído el libro con desmesurado interés, me han gustado más los cuentos que nunca se llevaron a la televisión que los que sí. Y no porque sean historias malas a rabiar sino porque no me han emocionado como sí lo hicieron unos pocos. Historias que sin componente fantástico saben describir atmósferas perturbadoras en escenarios como una carrera de coches o un club de jazz. También en una corrida de toros, historia en la que se revela una verdad que te machaca las entrañas. Se tratan, los relatos que más me han fascinado de Tal vez soñar, de historias en las que el escritor juega con sentimientos y en los que late un humanismo que choca con la realidad.

La antología de Tal vez soñar y otras historias de la dimensión desconocida está editado por El paseo en una más que atractiva edición que cuenta además con un entrañable prólogo de Ray Bradbury y un epílogo que firma el actor William Shatner, a quien reconocerán como el capitán Kirk de la serie Star Trek. Traduce Óscar Mariscal.

Charles Beaumont pertenece a la generación dorada de la literatura inquietante norteamericana. Esa misma a la que pertenece uno de los más grandes, Richard Mathenson, y que cultivó con olfato e inteligencia el relato corto.

Tal vez soñar sea una buena excusa para iniciarse en esta corriente que supo hacernos creer situaciones muy extrañas en ambientes para nada extraños. También supo distribuir en esa geografía a una serie de personajes que resultan atractivos porque no son ni buenos ni malos, sino personas que actúan bien y mal según las circunstancias. Si ponemos a estos personajes en un escenario reconocible y en donde lo más raro es un apagón, esa aparición no se produce como una explosión sino que disemina de manera muy sutil por todas los cuentos que deja un amargo sabor de boca. Una característica de este libro es que incluso el cuento que puede resultar más cómico, ese humor no provoca precisamente carcajadas sino una mueca que congela la risa en tu boca.

Pero Charles Beaumont como Mathenson no son escritores que se especializaran en literatura de humor sino todo lo contrario. Lo que pasa en ambos casos es los elementos fantásticos se van incorporando a la historia con la forma de un mosaico, un mosaico que deja ver finalmente un cuadro que a veces es tremendamente absorbente y otras no tanto pero sí que captura la atención lo que duran sus páginas.

Cuenta esta antología con al menos dos cuentos que me hacen pensar que inspiraron novelas como Christine y La semilla del diablo. Estos relatos son Un caso típico y Los nuevos vecinos. En el primero, el protagonista descubre que su mejor amigo se ha enamorado de un automóvil y en el segundo de una familia que recién instalada en un barrio residencial descubren que sus adorables vecinos no adoran, precisamente, a los ángeles.

Tal vez soñar revela el talento de un escritor que supo moverse con comodidad en varios registros narrativos. Suena el clarín se desarrolla en una plaza de toros y no solo por la temática sino por el tono me recuerda a Hemingway, solo que para Beaumont el rito de la muerte incluye también la del torero. Todo sea por el puñetero espectáculo.

No conocía a Beaumont aunque habré leído algunos de sus relatos en distintas recopilaciones de literatura de terror. El caso es que descubro ahora su nombre y me pregunto en unos días donde nos saturan con tanta publicidad dedicada a la última novela de Stephen King, Holly, que creo necesario que se sepa que circula también estos días un libro que reúnen 23 historias de un escritor que se llamó Charles Beaumont, y que Beaumont, al que la señora se llevó demasiado pronto, sin dejar que siguiera investigando su mundo, es uno de los ancestros de King, ese escritor al que una piedra le enseñó que su destino era el de convertirse en rey.

Y nadie duda de su reinado aunque sea necesario, y estoy seguro que su majestad también, que viene siendo hora de recordar y reivindicar a sus antepasados, aquellos escritores que como Charles Beaumont y Richard Mathenson lo cambiaron todo al conseguir hacernos creer que hasta lo previsto es imprevisto.

LO MEJOR: El tono de la mayoría de las historias es de sobresaliente aunque mis preferidas son Un caso típico, Night ride, Los nuevos vecinos, Suena el clarín y El mortífero deseo de ganar.

LO PEOR: Que uno acaba el libro y quiere leer más historias escritas por Charles Beaumont, un clásico sea o no del género que deja huella.

FOTO 2: En la imagen el escritor y guionista Charles Beaumont junto al actor Robin Hughes caracterizado como Satán en el episodio titulado The Howling Man de la serie En los límites de la realidad

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta