El crimen de Melania, una novela de Luis Socorro

La novela negra y criminal disfruta de una popularidad que no tienen otros géneros salvo el de la novela histórica. Con todo, y tras propagarse como un virus incurable por toda la geografía nacional, no es raro que este país llamado España convivan en buena armonía las literaturas policíacas que se escriben en Navarra con la gallega y la vasca. También la que se cultivan en Andalucía, Extremadura y, no íbamos a ser menos, Canarias.

Si hubo alguien que despertó el interés por la novela negra y criminal con acento de aquí ese fue sin lugar a dudas Alexis Ravelo aunque antes de su irrupción, que fue lenta y muy trabajada, se encontraban otros escritores policíacos “canarios” como Antonio Lozano, Jaime Mir Payá y Carlos Álvarez. Los dos últimos de este triángulo, Payá y Álvarez, son en mi imaginario los “padres” del género en Canarias. Jaime Mir con una novela extraordinaria e imprescindible para hacerse una idea de cómo era la capital tinerfeña en los años 80, El caso del cliente en Nuakchot; la segunda, la que firma Carlos Álvarez, son cuentos de sabor criminal que circularon bajo el nombre de Negra hora menos.

En estos dos títulos comienzan a detectarse las primeras huellas de la literatura negra y criminal con acento canario, esa en la que sus personajes llenan los diálogos con palabras de aquí y en las que se resuelven o no, al menos oficialmente, casos en los que el crimen y la corrupción se dan de la mano.

Luis Socorro debuta ahora en el género con El crimen de Melania, un novela que, inspirada vagamente en un conocido caso que sucedió en la capital grancanaria en los años 90, conmocionó a la sociedad canaria. El escritor Luis León Barreto escribió una novela inspirada en este mismo caso, y que tituló El crimen del contenedor, pero hasta ahí, porque si bien ambas historias se basan en el mismo y dantesco hecho delictivo no hay más semejanzas entre una y otra aunque sí les falta a las dos –eso es los que las une– cierta distancia con los límites que marca la novela negra y criminal, despejando así el tono ominoso que caracterizan a otros libros que se adscriben al género para organizar un relato que, en el caso de El crimen de Melania, y tras reabrirse el caso, sigue las pistas que siete años después de haberse cometido el asesinato permanecen ahí. Solo hace falta ordenarlas para encontrar a los culpables de la muerte y posterior descuartizamiento del cadáver de una prostituta que en la novela se llama Brígida Delgado. Emprende la tarea la agente de la Brigada contra la Violencia de Género, Melania Calzada, que se toma el asunto como algo personal.

Lo que más me ha llamado la atención de la novela es la descripción que hace Luis Socorro de algunos ambientes de la capital grancanaria y las opiniones que cursa sobre sus zonas más oscuras así como de algunas edificaciones que han estropeado el paisaje de la ciudad, según el escritor. La novela está narrada en tercera persona y no solo transcurre en Gran Canaria sino también en Nuakchot, la capital de Mauritania a la que tiene que trasladarse la protagonista para interrogar a la única testigo de aquel crimen que no deja de estar presente pero que no termina de impregnar las páginas del libro. Así que me resulta más interesante cómo se cuenta la historia que la historia en sí, lo que ha hecho que me haya leído la novela sin demasiados altibajos, lo que quiere decir que no ha dejado de entretenerme probablemente porque no cae en los tópicos en los que sí incurren otros autores noveles cuando incursionan en un género tan complejo como es el negro criminal.

“Aunque la jefatura de policía es un burdo plagio de la sede del Instituto de Estudios Árabes de París, al menos es un edificio operativo, luminoso y cómodo para trabajar. La sede de los juzgados, en cambio, es un despropósito. Encargado por el Ministerio de Justicia a un arquitecto del Estado, que probablemente solo conocía la España tropical porque salía en la información meteorológica de los telediarios, diseñó el edificio como si este se fuese a instalar en cualquier ciudad castellana, con un frío continental en el que se congela hasta el mercurio de los termómetros. El resultado fue el primer edificio enfermo del Archipiélago. Un inmueble de siete plantas convertido en una especie de sauna en lugar de un espacio para impartir justicia o, por lo menos, intentarlo”.

Estructurada en tres partes, lo que sabemos de la protagonista es que es una policía con olfato y que se toma muy en serio su trabajo. Que fuma porros para relajarse y que siente algo más que respeto profesional por un compañero de trabajo. También que es algo así como el ojito derecho de su jefe, de apellido Sardá, como el presentador de aquellas Crónicas marcianas que vistas hoy ya no resultarían tan marcianas.

Luis Socorro hace guiños al lector iniciado, mencionando lecturas de escritores y poetas grancanarios. El libro, de hecho, se abre con una cita de Pino Ojeda.

“Federico J. Silva es un filólogo que se gana la vida como docente, pero a Melania solo le interesaba su obra poética, que había encontrado en la barra de un bar, una de las mejores fuentes de información, por cierto, de los reporteros”.

No creo que la novela disguste demasiado a los puristas del género (que los hay, y muchos) tampoco a los novatos. De hecho, no me atrevería a afirmar categóricamente que El crimen de Melania sea una novela negra y criminal. Le falta, a mi juicio, voluntad de denuncia. Y eso que muestra ambientes muy deprimidos y devastados por la droga, pero no hay entusiasmo por señalar la corrupción no solo de los que están debajo sino también de los que están arriba.

De momento, Luis Socorro se estrena en la república de las letras con una novela que pide continuación. Que el autor piense seriamente en convertir en saga las andanzas de su heroína: Melania Calzada, policía de la Brigada contra la Violencia de Género.

Saludos, cielo azul, desde este lado del ordenador

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