Fallece el escritor y profesor de Historia José Manuel Castellano Gil

Me levanto con una noticia amarga y es el anuncio del fallecimiento del historiador José Manuel Castellano Gil, a quien conocí hace ya bastantes años, cuando aún estaba por esta tierra antes de que emprendiera (lo entendí siempre así) su exilio a Ecuador, donde encontró refugio como profesor en varias universidades de ese país, y país en el que acaparó numerosos premios que distinguieron una carrera en la investigación que se le negó demasiado tiempo en su propia tierra. Lo que no es raro, lo que sigue siendo habitual, lo de siempre en esta Canarias que por tener, solo tiene seguro de sol. Hoy, en pleno diciembre, contaminado por la calima que nos viene de África, tan cercana y lejana como siempre.

A José Manuel le hice muchas entrevistas a lo largo de mi vida. La primera fue junto al investigador cubano José Fernández Fernández, con quien escribió Mambises isleños, la extraordinaria historia de los hombres y también mujeres de las islas que lucharon contra España por la independencia de la Perla del Caribe. Junto a Fernández Fernández escribiría además una biografía sobre Ernesto Lecuona pero el libro, por esos caprichos canarios, terminó secuestrado así que el centenar de ejemplares que contaban la vida del extraordinario compositor cubano que falleció en el Hotel Mencey de la capital tinerfeña, quedó reducida a polvo en poco tiempo.

Conozco la historia de este secuestro, la de un estudio riguroso que por caprichos de una señora acabó enterrado en un almacén y el nombre de José Manuel Castellano manchado para siempre en la sociedad tinerfeña, sobre todo al ser criticado sin justicia alguna por un periodista (eso dice él) desde un periódico que hace tiempo dejó de ser eso, un periódico.

Desde aquella entrevista, vamos a decir que hubo cierta sintonía entre José Manuel y quien ahora les escribe. Nos unía un tema común y creo que en el caso de los dos una pasión igual de común: la historia de Cuba. A Cuba le dedicó el historiador, que durante un tiempo dirigió de facto aunque no fuera nombrado como tal el Museo de Historia, en La Laguna, libros como La masonería española en Cuba, un trabajo absolutamente recomendable para aproximarse a cómo actuaron los hijos de la viuda leales a este país que se nos perdió hace ya años en una isla, la mayor de las Antillas, que clamaba por quitarse de encima el yugo español. Al final lo consiguió, aunque esa victoria costase sangre, sudor y lágrimas y un nuevo invasor al que obedecer, los Estados Unidos de Norteamérica.

Otros libros del profesor fueron Historia de Canarias para jóvenes, Quintas prófugos y emigración, Historia gráfica del movimiento social, Los planes de defensa del archipiélago canario en el siglo XIX y Claves canarias, entre otros. Fue autor también, junto al periodista Ramón Pérez Almodóvar, de El paraíso según Adán, un documento vitriólico contra el por aquel entonces presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín. Eran otros tiempos, y este libro circuló de manera muy restringida por las islas.

Si que recuerdo que tras el follón que provocó que se fuera del Museo de Historia, y lo de fuera es una palabra bonita para la tensión que vivió el profesor aquellos días: los ataques sin clemencia alguna que ese periodista de cuyo nombre no quiero acordarme le vomitaba desde un periódico local y el secuestro de su libro sobre Lecuona que, estoy seguro, le llevaron a que lo atrapara un cáncer al que afortunadamente venció aunque un buen día cogió todos los bártulos que tenía y se marchó a Ecuador donde dio clases, mantuvo un blog abierto (la última entrada data del 14 de diciembre de este mismo mes, es decir, el jueves pasado) y que hoy me levantara con el anuncio de la noticia terrible de su fallecimiento siendo tan puñeteramente joven.

Recuerdo la última entrevista que le hice a José Manuel, encuentro que rescato de la noche de los tiempos.

Yo hacía unas pocas semanas que había dejado de fumar así que me subía por las paredes intentando mantener a raya el vicio que nunca se va del todo. José Manuel, en aquellos tiempos, fumaba como un carretero y en la entrevista entre tanto cigarrillo, rubio americano por supuesto, me dio por pedirle uno porque me creía capaz de mantener a raya al diablo. El caso es que no fue así, y terminé regresando al inexistente placer de fumar porque uno es idiota.

Los últimos contactos que mantenía con el profesor era a través del correo electrónico, donde me hacía saber de los éxitos que estaba cosechando en Ecuador, su país de adopción. Como muchos de los protagonistas de los libros que escribió, al final terminó siendo también un emigrante, y como tal, de aquellos que se fue de su tierra con la llave de su casa tinerfeña en el bolsillo.

Me conmueve la ausencia de José Manuel porque más que un escritor, un sagaz profesor de Historia, terminó convirtiéndose en un amigo. Un amigo que sentía la misma pasión que siento por Cuba, país que en nuestro imaginario sí que fue un paraíso antes de que llegasen los españoles y todos los que vinieron después.

Así que estas letras van por él, José Manuel Castellano Gil, lástima que nuestro último encuentro sea el que cuento, aquella entrevista en la que terminé fumando en aquel pequeño despacho del Museo de Historia, situado en el mismo edificio que fue mi colegio de pequeño, hace de eso siglos, eones, tiempo, demasiado tiempo.

Saludos, gimamos, gimamos, gimamos, desde este lado del ordenador

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