Un paseo por el Paseo de Teodoro y Santiago Ríos

El antiguo pasaje de Las Asuncionistas, que corre paralelo al barranco de Santos y que ha sido recuperado por la ciudad aunque como todas las cosas en esta ciudad se haya olvidado de él con el paso de los años, se visitó de bonito el pasado viernes, 1 de marzo, para acoger un acto de cambio de nombre. Así y a partir del viernes se llama Paseo de Teodoro y Santiago Ríos, los hermanos Ríos en confianza, y reconocimiento que le hace la ciudad a su trayectoria cinematográfica y al hecho de ser los pioneros de un nuevo cine canario que hoy vive días de leche y miel gracias, precisamente, al rodaje y posterior estreno en los años 80 de Guarapo, película que debe considerarse como la primera que hizo posible pensar que aquel sueño de hacer cine profesional en esta tierra podía (y ahora puede) ser posible.

En el callejero de la capital tinerfeña hay otras calles que se han consagrado a hombres de cine (mujeres, lamento decirlo, pocas por no decir ninguna) como Miguel Brito, de origen palmero y el responsable de presentar el kinetoskopio en abril de 1897 en los sótanos del Círculo Merrcantil de la capital tinerfeña y el 13 de febrero del año siguiente del cinematógrafo Lumiere en las instalaciones del mismo Círculo Mercantil. Se cuenta también con la calle dedicada a Fernando H. Guzmán, muy vinculado al mundo del teatro en Tenerife y director de cortos y largometrajes. Entre su producción de largos con títulos como Isla somos y Españolito que vienes al mundo.

Ignoro, se reitera, si hay alguna otra calle o paseo que rinda recuerdo a los hombres y mujeres (aunque sean pocas por no decir ninguna) vinculados a esta tierra pero el reconocimiento el pasado viernes tanto a Teodoro como Santiago con este pasaje es un tributo no solo al esfuerzo de estos dos hermanos por rodar películas con claro acento canario pero con vocación universal sino también a toda esa tropa que ya en los años 90 comenzaron a rodar prácticamente sin apoyos oficiales y tras estrenar sus películas, cosechar premios allí donde se exhibían como fue el caso de Esposados, mediometraje de Juan Carlos Fresnadillo que llegó a competir en los Oscar de Hollywood, siendo además el primer filme español que optaba a estos galardones en la categoría de cortometrajes.

El paseo de Teodoro y Santiago Ríos se encuentra además a medio camino de un lugar emblemático para las salas de exhibición cinematográficas de esta ciudad, que en un lejano pasado contó con numerosos cines repartidos prácticamente por todos los barrios de la capital.

A un lado del paseo, y en la que se llamó avenida del general Mola o de las Islas Canarias, en la actualidad estaban el cine Víctor (que aún se mantiene en pie, único testigo del esplendor de las salas de pantalla única en la ciudad); el cine de La Paz, que hacía esquina y que llegué a conocer cuando era un infante porque además de dejarme entrar a las sesiones para mayores de 18 años fue al final de sesión doble; el Cinema Victoria y el Teatro Baudet en la acerca de enfrente. Los minicines Charlot (que vinieron mucho después) y que estaban situados en la calle de Santiago Cuadrado y ya en Salamanca el cine Price, luego multicines Price, Reonir Price y hoy Price Prime.

Al otro lado del barranco pero muy cerca del pasaje de Teodoro y Santiago Ríos, el Greco, que recuerdo como un cine gigantesco donde vi entre otras Tiburón, La guerra de las galaxias y En busca del arca perdida además de El coloso en llamas y que terminaron convertidos en los Multicines Greco. El edificio aún se mantiene pero en un estado ruinoso que sirve de vivienda a indigentes que no tienen otro sitio donde dormir. Un poquito más allá, y en la avenida de Bélgica se inauguró muchos años después los Multicines Oscar, en la actualidad también en un estado de pena.

Tras el acto, al que asistió el señó alcarde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, el paseo que se encuentra en el barrio de Salamanca donde los hermanos Ríos pasaron parte de su infancia, el Víctor acogió la proyección remasterizada de Guarapo (1989) que fue, como ya se dijo, la primera película que hizo posible la construcción de un sueño que si quieren pueden llamar cine canario aunque prefiera la de cine a secas, sin otro nominativo.

Como está pasando últimamente, al acto asistieron representantes políticos de prácticamente todas las instituciones canarias. Allí estaba el viceconsejero de Cultura del Gobierno, Horacio Umpiérrez y el director general de Innovación Cultural e Industrias Creativas, Cristóbal de la Rosa. No vi, para mi sorpresa, al director general de Cultura y Patrimonio, Miguel Ángel Clavijo. También se encontraba José Carlos Acha, consejero de Cultura del Cabildo de Tenerife pero no, aunque es probable que estuviera pero disuelto en el aire, al actual concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Santiago Díaz… También estaba María Calimano, que para mi será siempre la directora de la Filmoteca Canaria y que se merece por cierto otra calle por la labor siempre callada de recuperar imágenes de Canarias antes perdidas y hoy encontradas y archivadas.

Al margen de las “autoridades”, permítanme las comillas, sí que me encontré con cineastas (entre otros y no podía fallar, el hijo de Teodoro, Guillermo Ríos) y gente de toda la vida que no se pierden un sarao de este tipo, aunque al final no se repartieran canapeces pero sí se brindó la oportunidad de volver a ver en pantalla grande Guarapo, y más en la copia remasterizada que casi hace que parezca que se rodó antiayer.

En definitiva y por lo que pude ver –me dejé caer en compañía de Kala y Dylan– el acto fue emotivo y además de reconocer la trayectoria de los dos hermanos, creo que fue Chela el que los llamó “los Taviani canarios”, quiero pensar que se reconoce también todo lo que vino después, lo que incluye el último cine subvencionado canario que pese a lo bien gestionado que está no termina de reconocer el esfuerzo de los independientes en su obsesión por uniformizarlo, lo que me sigue sorprendiendo sobre todo porque una marca si se caracteriza por algo es, precisamente, por su diversidad claro que eso, estimados y estimadas, es otra historia.

Saludos, por allí pasamos, desde este lado del ordenador

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