Las secta del volcán, una novela de Rafa Avero

El escritor francés Boris Vian decía que había que reírse para tomarse las cosas en serio. Eso es lo que hace Rafa Avero con La secta del volcán, novela que transcurre en la isla de Tanganasoga que es una suerte de Gran Canaria y Tenerife. Por cierto, Tanganasoga quiere decir en lengua tamazight, que fue la que dicen que hablaron los primeros habitantes del archipiélago, el temblor de la bestia.

El temblor de la bestia o tanganasoga en lengua tamazight tiene mucho sentido en esta historia coral escrita con afortunado sentido del humor ya que los que la habitan como los que la visitan de turismo empiezan a sentir temblores bajo sus pies que no anuncian nunca cosa buena y sí, en todo caso, la amenaza de la erupción de un volcán.

Y es en torno a los temblores y a que el volcán despierte para escupir lava roja por los aires mientras se desliza por sus faldas ríos candentes de fuego, el pilar a través del cual gira esta historia que protagoniza una serie de personajes que Avero presenta de manera paródica porque todo en esta novela, o casi todo al menos, está narrado enclave de humor porque como decía Boris Vian es una forma de tomarse las cosas en serio.

Estructurada en catorce capítulos, con un trece ausente y un doce que se repite, La secta del volcán centra la mirada sobre un grupo de personajes que intentan unos aprovecharse de la situación de emergencia que debería de espabilar a los aplatanados habitantes de Tanganasoga o dejarlos seguir en su feliz modorra de todos los días aunque esta manera de entender la vida a medio camino entre el sueño y la realidad comienza a desgajarse ante la amenaza de que la tierra explote bajo sus pies, que es lo que parece que va a suceder.

En torno a la presumible catástrofe que se desencadenará, en Tanganasoga se mueven como hormigas que han perdido la cabeza políticos, científicos y periodistas que no salen bien librados del escenario en el que Rafa Avero los hace moverse. Parece en este último caso, como si el autor los estudiara a través de un microscopio y los dejara a su libre albedrío. Que cada uno de ellos aparecieran y desaparecieran de las páginas no por su voluntad sino por la voluntad de todos estos protagonistas que a veces parecen marcianos y otros sacados de una película del maestro Berlanga. Se dice esto último porque la novela tiene un aire de sainete que me recordó el cine del director de La escopeta nacional o de obras cumbres del humor negro como son Plácido y El verdugo, solo que en el caso de Avero la risa tiene claro acento canario.

Y es precisamente el humor, la vocación de hacernos reír para que nos tomemos las cosas en serio la principal seña de identidad de este trabajo que llega a las 150 páginas, alguna de ellas muy afortunadas porque logra que lo que inicialmente sea una sonrisa termine por convertirse en una sonora carcajada. Además, para los que residen en esta Canarias nuestra de cada día, La secta del volcán tiene guiños que el lector avisado reconocerá como “nuestros”, y no porque el autor abuse de la manera en cómo se habla el español a este lado del Atlántico sino porque algunos de los personajes y las corrupciones en las que se meten están claramente inspiradas en la realidad. Y en concreto en “nuestra” realidad archipielágica.

No voy a enumerar algunos de los casos que explota Rafa Avero para meter el dedo en la llaga y hurgar donde más duele, pero si está iniciado en la reciente y no tan reciente historia política canaria reconocerá algunos de los casos que se desmigajan en esta novela que por su comicidad para contar lo que no se atreven los medios de comunicación convencionales, alegrará el día a los lectores que están en la onda. Además, Rafa Avero consigue con esta novela en la que intervienen entre otros un alcalde y un asesor publicitario aportar uno de los todavía escasísimos títulos de humor (aunque sea corrosivo como es en este caso) de la literatura vamos a decir canaria aunque no me gusta regionalizar las literaturas porque soy de los que creen que las letras no tienen patria ya que todas, absolutamente todas pertenecen a una misma república que no es otra que, ya ven, la de las letras.

Me consta que La secta del volcán es la primera incursión literaria que emprende Rafa Avero, a quienes conocerán los del gremio periodístico por su trabajo fotográfico. De hecho la imagen de portada y la de contraportada son de su autoría así que animaría a que siga explotando su vena como escritor porque tras la lectura de lo que imagino nació como experimento se atisban los mimbres de un narrador cuanto menos interesante y de un escritor que necesita seguir trabajando el estilo, pero se trata de un autor en ciernes al que le deseo un futuro prometedor si continúa, precisamente, escribiendo. Y más historias de este calado, como es la de utilizar la parodia para mostrarnos verdades, alguna de ellas hirientes y claramente inspiradas en esa realidad que nos atosiga todos los días. Sin voces como la de Avero y ante lo que tenemos y se avecina, es necesario que hayan escritores y escritoras que nos cuenten todos estos hechos a golpe de cuento o novela, teniendo claro, como lo tiene Rafa Avero y mucho antes Boris Vian, que hay que reírse para tomarnos las cosas en serio.

Saludos, érase una vez…, desde este lado del ordenador

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