Las novelas del viejo león de pelo blanco: Samuel Fuller

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Ssupongo que los/as que recalan en este blog conocerán si no en su totalidad sí algunas de ls películas de Samuel Fuller (Worcester, 1911-Los Angeles, 1997) un director especializado en películas de bajo presupuesto que fue reivindicado en los años setenta por jóvenes cineastas europeos que poco o nada recogieron de su talento. Me refiero en concreto al sobrevalorado Win Wenders, cuyo cine se ha ido empequeñeciendo con el paso del tiempo por mucho amigo americano que bucase desesperadamente.

No voy a comentar sin embargo lo que me sugiere el cine del león de melena blanca del que dice la leyenda que disparaba al aire cuando gritaba la palabra acción. No, no quiero hablar de sus películas aunque recomiendo a los iniciados y a los novatos a que la redescubran o descubran según sean los casos. Hoy quiero hablarles del señor Fuller como escritor ya que, afortunadamente, se tradujeron algunas de sus novelas cuando en este país todavía se traducía a gente interesante.

El primer título que leí del director de La casa de bambú fue Muerte de un pichón, novela que más tarde llevaría al cine en el invierno de su descontento. O en el de una carrera plagada de meridianos éxitos. La película no vale mucho, pero la novela que da origen al filme todavía suda interés para los que disfrutan con una buena ficción policiaca. Fuller, en este sentido, cultiva el subgénero duro de la novela negra, influenciado notablemente por la soledad del corredor de fondo que caracteriza el universo de uno de los maestros literarios del género: David Goodis. La novela trancurre en escenarios de la vieja Alemania Federal y está protagonizada por un personaje con nervios de acero aunque balndo corazón. Se editó en nuestro país en la colección Espiral, de la mítica Fundamentos, y con suerte se puede pillar en rastros y librerías de viejo. Lo mismo pasa con su deliciosamente reaccionaria 144 Piccadilly, novela con la que arremente contra la cultura de la paz y las flores que encarnaron los hippies en plenos años 60. Por políticamente incorrecta es seguro que incomodará a más de uno y una, pero si el lector sabe abstraerse del peculiar ideario del cineasta y escritor, les garantizo que la novela respira un déjame entrar que, al igual que me sucede con su película Manos peligrosas (brutal reflexión anticomunista), te absorbe hasta llegar a sus páginas finales.

Considero, sin embargo, de las novelas leídas hasta la fecha de Fuller como la más interesante la titulada El fusil, cuya acción transcurre durante la guerra de Vietnam. El fusil es un M-1 que pertence a un vietnamita, Quan, “con él era un gigante de cinco pies capaz de luchar contra el  mundo por sí solo” lo describe Fuller, quien aprovecha la novela para mostrarnos también dos conceptos ante la guerra que encarna en un militar norteamericano y un pacifista de la misma nacionalidad que dan con sus huesos en aquel apocalipsis ahora. 

Como en todas las novelas de Fuller, y como en sus películas si uno se para a pensarlo, el pacifista no será tan pacifista cuando vea cara a cara a la muerte, mientras el militar, acostumbrado a la vieja dama, resultara más humano (junto a Quan) de esta todavía sorprendente novela contra ¡la guerra!

El viejo cineasta de cabello blanco confesó en cirta ocasión, no obstante, que la guerra era un tema que lo apasionaba porque, según él, “la muerte es la emoción básica porque vivimos en un mundo de odio”.

Otras novelas que sobre la guerra del Vietnam son la recomendabilísima Un chaleco de acero (en la que se inspiró vagamente Stanley Kubrick para su La chaqueta metálica), de Gustav Hasford y editada en su momento en España por Seix Barral, y la raccionaria Boinas Verdes, de Robin Moore, título que fue llevado al cine por John Wayne en la fue su última película como director tras su épica (y sí) fabulosa El Álamo. Hay otros títulos sobre este conflicto escritos tanto por estadounidenses como vietnamitas, también franceses cuando Vietnam era su colonia, Indochina, y quizá de origen a otra entrada en el blog según salga el sol. El motivo de este post era, sin embargo, Samuel Fuller y su recomendable producción literaria, por lo que añado a las tres novelas antes citadas (todas ellas editadas por Fundamento), Mi nombre es Quint, que apareció en español en la inolvidable colección Etiqueta Roja de Edicions B.

Mi nombre es Quint es otro de los grandes títulos literarios de este genial hombre de acción. El lector la pude leer como si se tratara del lado oscuro de Bourne, el súper espía al servicio de nadie creado por Robert Ludlum, aunque más coherente y bestia. En esta novela hay un poco de todo: asesinos profesionales con más de 70 años, hombres poderosos que encarnan lo peor que todos llevamos dentro y un héroe con cierto parecido a Lincoln y cincuentón que recorre media Europa perseguido por un ejército de asesinos. Muy recomendable, vaya. En especial para esos que leemos best seller sin sonrojo.

Ignoro si hay otras novelas traducidas al español de ese animal salvaje que fue Fuller. Me haría muy feliz descubrir que sí. Si no es así, me quedan afortundamente los títulos citados y sus películas. Trabajos todos ellos que si se caracterizan por algo es por su sentido de la acción.

BANG, BANG, BANG. 

No Responses to “Las novelas del viejo león de pelo blanco: Samuel Fuller”

  1. jorge Says:

    En la base de datos del ISBN sólo están las novelas que usted cita.
    Creo recordar que “Muerte de un pichón” la vimos en el añorado Yaiza Borges (¿para cuándo un comentario sobre esa fuente perdida?).
    Respecto a Wenders estoy totalmente en desacuerdo. Es verdad que desde, quizás “Tan lejos, tan cerca”, está dando bandazos, acercándose casi siempre hacia lo anodino, aunque todas sus películas tengan algo interesante, pero hace poco he tenido que volver a ver “Lisbon Story” y “El cielo sobre Berlín”, y siguen siendo dos joyas.

  2. editorescobillon Says:

    Estimado amigo, para gustos, colores. Recientemente tuvo la desgracia de volver a ver El amigo americano y casi vomito el almuerzo. La película ha quedado muy desfasada, y mira que me gustó cuando la vi en el inolvidable Yaiza Borges. Respecto a El cielo sobre Berlín si Wenders hubiera prescindido de la trapecista y cierto discurso intelectual para marcarse el rollo, la película hubiera sido otra cosa. En este aspecto, me quedo más con Tan lejos, tan cerca, filme que cuenta además con una potentísima banda sonora. En fin, saludos.

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