‘El salario del miedo’, qué título y qué novela
No sé, pero me atrevo a decir que casi se ha convertido en un género dentro de la novela de aventuras. También del cine, que ha bebido insaciablemente de las fuentes literarias para en algunos casos dejar obras potentísimas (visual y narrativamente hablando) y en otras mediocres por no escribir algo peor. Ese subgénero que no sé si lo es, probablemente no lo sea, son todas aquellas historias que nos ubican en un rincón perdido del mundo donde algunos europeos de distinas nacionalidades han perdido cualquier noción de nación (el juego de palabras ha salido solo) para convertirse en apátridas y por lo tanto casi en almas en pena, que viven en un purgatorio existencial poblado de mosquitos y calor, mucho calor… porque en estos escenarios de los que hablo la acción transcurre en África o en Asia, también en América del Sur… países donde han ido a recalar estos vagamundos que han perdido cualquier contacto con la realidad. El gran Joseph Conrad dejó un buen puñado de novelas con estos personajes. Ahí está su fantástica El corazón de las tinieblas, con un Kurtz que ha perdido cualquier sentimiento civilizado para fusionarse con la selva, convertirse en un elemento más de ese horror, horror indescriptible en el que casi también naufraga Marlowe, el narrador de la historia. Graham Greene cuenta igualmente con títulos repletos de hombres a la deriva, no sé yo si víctimas de un exilio que en todo caso ha sido voluntario. Marginales en su país y marginales en esos territorios fronterizos tan hostiles al hombre civilizado. Algún día le diré al mundo lo feliz que me hizo Greene con novelas como El revés de la trama, El cónsul honorario, Los comediantes, Un caso acabado y El ameriano impasible. Dejo concientemente a un lado Nuestro hombre en La Habana porque si bien nos presenta a un civilizado ciudadano británico en la capital cubana no es, que digamos, la historia de un náufrago existencial sino la aventura cómica de un burgués civilizado que cae preso en la trama del servicio de espionaje de su graciosa majestad. Hay otros grandes narradores que como B. Traven, el autor de El tesoro de la Sierra Madre, quizá sea el modelo que más se acerca a lo que quiero intentar transmitirles. El retrato de una serie de hombres blancos que han tocado fondo en países que han tocado fondo por culpa de la dichosa civilización. Hombre encallecidos y duros, pero que bucan desesperadamente volver a ser niños como le decía el venerable anciano mexicano a William Holden en ese canto a los desesperados que es Grupo salvaje (qué película, por Dios, es de esas que no me canso de ver y de ver…).
Pero en fin, no iba a hablarles ni de Conrad ni de Greene ni del gran B. Traven (a quien algún día le dedicaré un post Dios mediante), por citar sólo a tres grandes escritores de la aventura humana, sino de un francés, Georges Arnaud (Montpellier, 1917-Barcelona, 1987), un escritor con una biografía de cine: destacado activista de la resistencia francesa, fue acusado en 1945 del asesinato de su padre y de su tía, lo que le llevó a que pasara 19 meses en la cárcel hasta que finalmente fue absuelto. Defraudado con el sistema judicial francés, viaja a Sudamérica donde vivirá miserablemente aunque fue allí donde germinó la novela a la que hoy hacemos referencia: El salario del miedo.
La novela El salario del miedo (cuenta, que sepa, con dos adaptaciones cinematográficas, la de Henri-Georges Clouzot que aún me pone los pelos de punta, y la del cineasta norteamericano William Friedkin, un remake innecesario de la original que en España circuló con el nombre de Carga maldita) que fue considerada como una obra maestra por Manuel Vázquez Montalbán en el emocionado prólogo que le dedica en la edición de Debate, es la historia de un grupo de hombres sin nacionalidad en un país sudamericano (probablemente Guatemala) que transportan por las lamentables carreteras de ese país nitroglicerina al servicio de una compañía petrolífera extranjera que encarna el mal con todas sus letras. Y apunto lo de mal porque a la compañía le importa un pimiento la vida de sus trabajadores y sí la de que la carga llene a destino sana y salva.
Arnaud ofrece una descripción de los personajes con lenguaje seco y directo, deja de lado florituras descriptivas para los escritores de verdad (ja) y compone una novela con mayúsculas en apenas un centenar de páginas. Cuando uno la lee tiene esa extraña sensación de que escritores así ya no se dan. Al menos en este lado del mundo, satisfecho y glotón, ahora miedoso por una crisis fantasma que amenaza que nos quedemos sin consumir como enfermos.
Brutal, auténtica, es de esas novelas que lees de un tirón y que no te da margen para el respiro. Lo único malo de verdad de El salario del miedo es que es tan corta que te quedan ganas de seguir en ese universo donde sólo hay perdedores a los que les une un mismo espíritu: nihilismo. ¿Qué van a perder? piensas mientras pasas las páginas y las devoras literalmente.
En fin, uno de esos grandes libros que me marcaron y sigue marcando en mi devenir existencial.
El salario del miedo, qué título, qué novela…
Y ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!
Diciembre 15th, 2009 at 18:13
Esta novela es una plagio, a mi entender, pues fue escrita sobre la base de los relatos que Henri Charriere (Papillon) en persona le contara a Arnaud, en 1948-49, época en la que le brindó su protección en su hotel en Maracaibo.
Los relatos de Charriere, son acontecimientos que relamente ocurrieron y fueron vividos por Franceses emigrados (escapados) a Venezuela (la capital del petróleo).
SALU2