Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om

PRÓLOGO

Salgo de casa con una bolsa bien pertrechada de libros de los que puedo y quiero desembarazarme. Bien es verdad que cuando comienzo con el repaso de volúmenes descartables tardo como unas dos horas. Cojo el libro que va a ir a la bolsa de Hiperdino y me quedo un rato pensando si merece la pena cambiarlo por otro…

Pienso: ¿Y si igual cuándo lo leí no estaba lo que se dice preparado? ¿Y si me pongo a repasar las primeras páginas y me grita en silencio lo de “no seas idiota, ahora es el momento de caer rendido en tus brazos”?

Así que dudo.

Vaya si dudo.

Pero al final termina también por caer en la bolsa.

Ya se acumula dentro de ella un buen número de textos que no me convencieron en su día y otros que tengo repetidos.

Ahora –me digo– a que me los cambien por rarezas.

ACTO PRIMERO

Estoy en la plaza del Príncipe buscando la caseta de trueque que ayer anunció el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife que iba a instalar con motivo de la celebración, hoy 23 de abril, del Día del Libro.

Pero no encuentro nada, y el sol castiga mi cabeza mientras las piernas tiemblan aguantando con disciplina espartana mi alarmante sobrepeso. Al final encuentro la caseta. ¿Caseta? Bueno, mesita donde una chica de uniforme atiende a un par de curiosos.

Me acerco temblando con la bolsa de Hiperdino inflada de libros intercambiables que me sueltan alaridos de “no me abandones, no me abandones…”

Veo lo que se ofrece en la mesita.

Reveo lo que se ofrece en la mesita.

Y primera frustración del día. En la mesita hay menos libros de los que transporto en la bolsa.

Me quedo un rato en silencio. Intento digerir la patética broma. La chica mira mis ojos y tengo la sensación de que lo que ve la asusta. Procuro dibujar en mi boca la mejor de mis sonrisas pero sólo me sale una mueca frustrada. Además, noto como el veneno de la ira alimenta la sangre así que doy media vuelta y camino a la plaza de La Candelaria pensando que allí sí que es probable que encuentre la caseta de trueque de verdad. Esa que imagino repleta de libros donde rebuscar y hallar el volumen perdido. El inconseguible, los griales que me han lanzado a la calle. 

ACTO SEGUNDO

Antes de llegar me tropiezo con un amigo rockero. Hablamos, pretendo convencerlo para que se acerque conmigo a La Candelaria Square pero me cuenta una milonga y se pierde.

A medida que me acerco a la plaza mis oídos se irritan al escuchar a los inevitables Sabandeños sonando por la megafonía. Y busco y encuentro una carpa tipo click de Famobil con una mesa igual de pequeña y estrecha que la de la del Príncipe alfombrada de escasos volúmenes y que ofrece poca cosa interesante para mi estómago lector, que suelta gárgaras incómodas.

ACTO TERCERO

Subo la calle del Castillo atestada de paseantes. Llego a la librería La Isla repleta de gente que entra y sale con un libro y una rosa y me pongo a otear novedades. Al final compro con el patético descuento del 10 por ciento Oficiales y caballeros, segunda parte de la trilogía que Evelyn Waugh dedicó a sus experiencias durante la II Guerra Mundial.

Cuando le digo a la chica de caja que me ponga el volumen en la cuenta que tengo con ellos suelta el tercer clavo de un día que prometía luminoso por diferente: “Al ser día del libro y haber descuento hoy no incluimos las compras en las cuentas de nuestros clientes”.

Salgo de La Isla con una nube negra en la cabeza. Cierro los puños al encontrarme de frente con un cuentacuentos pegando chillidos, aterrorizando más que invitando a leer al joven público que hace que lo escucha. Entonces un tipo se tropieza conmigo y se da contra una de las mesas que han instalado en la calle los de La Isla.

- ¿Por qué está esto aquí?.- pregunta el tipo.

- Hoy es el día del libro.- le responde alguien.

EPÍLOGO

Subo Rambla de Pulido con la bolsa de Hiperdino en una mano y con la de La Isla en la otra. Cuando llego a casa tengo la sensación de que los volúmenes descartables se parten de la risa.

Ahora mismo reposan de forma inestable y en columna sobre la mesa del ordenador. Y escucho con resignación sus carcajadas.

Encima de todos ellos he colocado la puñetera rosa marchita.

Feliz Día del Libro.

Saludos, recitando Om Om Om Om Om, desde este lado del ordenador.

One Response to “Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om Om”

  1. Max Aub Says:

    Hizo bien en no comprar o cambiar libros precisamente el Día del Libro, jornada para los que no suelen compar habitualmente y para los llamados “escritores consagrados”. En cuanto a la rosa, marchita o no, es una rosa. Yo deseo que a mi tumba me lleven rosas rojas. Por lo demás, me gustaron las palabras de José Emilio Pacheco en las cuales invitaba a darle el Premio Cervantes al propio Cervantes.

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