¿La familia del padrino? Muy bien, gracias…

El abuelo, que viste de manera modesta, juega a perseguir a uno de sus nietos por el pequeño huerto de su casa cuando un ataque al corazón lo derriba. Un aspersor derrama gotas de agua sobre el cadáver de ese hombre entrañable…

Fundamos a negro…

Y preguntémonos, ¿realmente merece la pena conocer la vida de ese hombre bueno y amante de los niños?

Si nos acercamos al cadáver observaremos el rostro de un jubilado que vivía tranquilo y feliz rodeado de entre los suyos…

Así comienza El padrino, probablemente una de las últimas grandes películas del cine norteamericano. Con un viejo jugando con su nieto… El resto es historia.

El padrino cumple cuarenta años y lo celebramos los cinéfilos y cinéfagos del mundo con reverencial y sagrado respeto. Se escriben artículos en prensa, se menciona la película en programas de radio y televisión… Y todos adoran un título que desde ese entonces se ha convertido en referencia.

Loas y más loas a El padrino.

Loas y loas a esa historia que comienza con un viejo llamado Vito Corleone (Marlon Brando) que se derrumba en su pequeño huerto de hortalizas. Loas a un largometraje que, visto ahora desde la distancia, parece un milagro.

Atención, pregunta ¿qué tiene El padrino que despierta tantas pasiones encontradas?

No me canso de plantearme esta cuestión mientras veo y vuelvo a ver El padrino.

El padrino habla fundamentalmente de la familia.

Y también del mal.

Y de la ambición.

Y de la amistad.

Y de los negocios.

Y de la lealtad.

Pero sobre todas las cosas habla de la familia.

De los que son los tuyos.

Por sangre.

El padrino es una de esas películas que forma parte de ti cuando la ves por primera vez.

Y sabes que es tan buena porque tras verla no por segunda ni por tercera ni cuarta vez sino, probablemente, por veinteava vez, compruebas que es una película diferente que la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y la veinteava vez que te quemaste los ojos mirando fijamente la pantalla.

Casi como si pareciera que el filme crece contigo.

La primera vez, entusiasmado, comentas con los amigos la escena de la cabeza del caballo; la violenta muerte de Sonny Corleone (James Caan) en el puesto de peaje o el paso al lado oscuro que emprende su hermano Michael cuando, tras el atentado que ha sufrido su padre, don Vito, decide acabar con la vida de quien ha ordenado su muerte en esa inolvidable escena del restaurante…

Cuando la ves más veces, compruebas que sumas a esas escenas otras que se te pasaron desapercibidas.

Y que ya no te quedas con los protagonistas de la cinta sino también con los secundarios de un filme que habla de la familia.

Y descubres otra película que sigue siendo la misma.

Ahora estoy en un centro comercial donde venden la trilogía completa de El Padrino, más un disco repleto de extras, que te llevas a casa sin hacer caso del dinero que has desembolsado.

Y te pasas una tarde entera contemplado las casi nueve horas de metraje redescubriendo nuevas claves de una cinta que supo crecer en su segunda parte y, desgraciadamente, empequeñecer en su capítulo final.

Pero incluso así, asumes que no ha sido tiempo perdido el de sumergirte contemplando la trilogía completa de un filme (que ya es unidad) que habla de, entre otras muchas cosas, la familia.

La familia

¿Qué te pasa?, ¿se te ablandó el cerebro? Nunca dejes que nadie de fuera de la familia sepa lo que estás pensando.”

La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia.”

La familia.

Esta misma mañana, mientras hablaba con un amigo sobre El padrino a propósito de su cuarenta aniversario concluimos lo mismo: “Ya no se hacen películas así.”

Aunque coincidimos que Francis Ford Coppola, su director y coguionista junto a Mario Puzo, repetiría la jugada en Apocalypse now!

Un filme, Apocalypse now!, que habla también de la familia aunque desde otra perspectiva: un grupo de soldados tiene la misión de matar al padre.

Todo lo contrario a El Padrino, donde la clave, lo que hace grande a esta revolucionaria película, es el traspaso de responsabilidades –la heredad– en la familia cuando fallece su fundador.

Y pienso en esa escena final en la que los miembros de la Honorable Sociedad rinden lealtad al nuevo cabeza de familia besando su mano.

Un Michael Corleone (Al Pacino) que sabe que un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre.

Saludos, “algún, día, y puede que ese día no llegue nunca, iré a pedirte un favor”, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “¿La familia del padrino? Muy bien, gracias…”

  1. JAVIER HERNÁNDEZ-VELÁZQUEZ Says:

    Lo realmente sorprendente (no sé por qué me sorprende algo a estas alturas) es que la película es notablemente superior a la novela de Puzzo… Lo que siempre quedará enj nuestras retinos es que creímos (pobre de nosotros) que era una obra irrepetible, hasta que Coppola nos sorprendió con la segunda entrega que es, en mi opinión, la mejor. Años más tarde nos regalaría el postre de la tercera toma con la aparición de la siempre interesante Sofía Coppola.
    A partir de ahí, un gran desierto con algunas (pocas) o obras reseñables. En mi honesta opinión Camino a Perdíción de Sam Mendes y Muerte entre las flores delos hermanos Coen.
    Buen fin de semana, seguid matando vosotros que yo limpiaré la sangre…

  2. Emilio González Déniz Says:

    Es increíble lo que salió de un guionista novato como directo, de un actor que daban por acabado (Brando) y de una panda de actroes y actrices sin nombre. Hay que pensar que Diane Keaton, James Caan, Al Pacino o Robert Duval eran unos desconocidos, es un reparto de lujo visto desde hoy (De Niro se suma en la II parte aunque este sí que había hecho ya Novecento con Bertolluci) pero entonces eran unos amiguetes de Coppola, que usó a su familia para la música y como secundarios. Parece una reunión de fin de semana de un grupo en el que alguien llevaba una cámara. Increíble, pero la esencia está en el guión, para que luego digan que el guion no es género literario. El Padrino es una apléicula hecha casi al modo artesanal del neorrealismo de Rossellini y los resultados son extraordinarios. Talento se llama eso.

Escribe una respuesta