Un centenario desapercibido: Bill S. Ballinger
El pasado 13 de marzo se cumplió el centenario del nacimiento del escritor norteamericano Bill S. Ballinger, fallecido en 1980 en la localidad de Tarzana, California.
Resulta sorprendente que entre los muchos aficionados a la novela policíaca el nombre de Ballinger continúe siendo desconocido, más cuando se trata de uno de los primeros escritores del género que se atrevió a experimentar con sus fórmulas en una serie de novelas a las que el paso del tiempo apenas envejece.
No obstante, y mucho me temo, el trabajo de Ballinger continúa sin reivindicarse con la justicia que se merece porque sus historias todavía resultan incómodas, y más que un policíaco al uso, al escritor le interesaban otros asuntos colaterales al género como son las relaciones que se tejen entre sus protagonistas que la trama estrictamente criminal en la que desembocan todas las historias que dedicó al género.
Ballinger, como James M. Cain, apuesta más por el retrato de mujeres duras y encallecidas, femme fatales en la mayoría de los casos, de las que resulta imposible no enamorarse.
No pertenece Ballinger, sin embargo, al santísimo grupo de grandes escritores de novela policiaca de los 30, 40 y 50 por lo que ya va siendo hora de ubicarlo en tan distinguida como infame sociedad porque, sencillamente, se lo merece.
Como casi todos ellos, Ballinger se formó en las redacciones de periódicos y emisoras de radio, así como en medianas editoriales donde publicó libros que le dieron de comer a lo largo de toda una carrera en la que destacan piezas maestras y trabajos de una mediocridad desarmante.
Pero el caso es que, pese a su formidable producción alimenticia, se encuentran títulos de una brillantez y un lirismo que, como ávido lector de la edad de oro de la literatura negra escrita en Estados Unidos, solo he encontrado, desde otra perspectiva y con otras intenciones, en otro gigante olvidado del género como es David Goodis.
Se ha publicado y bien dos de las obras maestras de Ballinger en España: Retrato de humo y La mujer del pelirrojo. También se pueden encontrar otras novelas del escritor que sin la dimensión de las dos anteriormente citadas, son títulos que, pese a resultar irregulares, respiran el fascinante aliento onírico Ballinger, como son Rafferty, teniente de homicidios, Cazadores de herederas, El segundo más largo, El diente y la uña y El Corso, entre otras. Aunque todas ellas se devoran con el mismo placer porque forman parte de la carrera de un gran escritor.
Un escritor de oficio con una notable capacidad para crear ambientes y hacer creíbles los personajes que se desenvuelven en sus historias.
Retrato de humo (Portrait in Smoke, 1950) relata la búsqueda obsesiva que emprende Dan April de una mujer a la que amó hace diez años. Para él, Krassy representa lo más bello, lo más digno del amor aunque, desgraciadamente, la realidad no encaje con los sueños de su protagonista.
Estructurada en dos narraciones paralelas, en la que April cuenta en primera persona la obsesiva investigación que emprende para encontrar a Krassy mientras en tercera persona se nos descubre quién es realmente esta hermosa pero ambiciosa mujer, la maestría de Ballinger está en que al final del relato hace coincidir ambas historias con una inteligencia que ubica este título no solo entre lo mejor de la corriente lírica de la novela negra estadounidense de los años cincuenta, sino también en un libro que trasciende las fronteras del género sin renunciar a las características que lo hicieron grande, como son la denuncia social y el realismo urbano, al mismo tiempo que reivindica el sobresaliente papel de una mujer que utilizando sus armas intenta hacerse camino en un entorno férreamente masculino.
La mujer del pelirrojo (The Wife of the Red-Haired Man, 1957) es para el investigador Javier Coma la mejor novela de Ballinger, juicio al que nos sumamos siempre y cuando la equipare a la brillante e inteligente Retrato de humo, obra con la que mantiene contactos estrictamente de estilo ya que la historia se desarrolla en dos niveles paralelos: los capítulos impares están escritos en tercera persona –y en los cuales se narra el relato de la pareja formada por Mercy y Hugh y la huída que inician juntos desde la ciudad de Nueva York hasta Nueva Orleáns– y los pares a través de la mirada del detective que tiene la misión de darles caza. Personaje que a medida que avanza en su investigación comienza a entender las acciones de los fugitivos, lo que hace difuminar su visión del bien y del mal.
Este encruzamiento de perspectivas, de dobles miradas a través de la cual Bill S. Ballinger estructuró muchas de sus novelas es una de las características que diferencian a este escritor del resto de otros compañeros de generación como Kenneth Fearing y Fredric Brown, y técnica que le sirvió para ofrecer un descarnado análisis moral de la sociedad de su tiempo cuyo latido aún resuena en un género, como es el policíaco, que con escritores como Bill S. Ballinger se transforma en literatura con todas sus letras sin renunciar por ello al entretenimiento del lector.
Saludos, más Bill S. Ballinger, desde este lado del ordenador.