¿Qué hacer con La rubia de ojos negros?
Hay varias razones por las que no me decido a leer La rubia de ojos negros. Una de ellas es que se trata de una novela de Philip Marlowe escrita por John Banville como Benjamín Black y no como Raymond Chandler. Un tipo grande y miserable el Chandler.
Dicen que acabó devorado por su creación literaria: la de un triste, cínico y solitario caballero sin espada con el que sentó las bases del detective privado –con permiso del Sam Spade de Dashiell Hammett– del género negro antes de que irrumpiera el vengativo justiciero Mike Hammer de Mike Spillane.
¿Otra cosa Hammer?
Sí, rudo, vengativo y justiciero.
Alguien que está leyendo La rubia de ojos negros me la recomienda con contenido entusiasmo y a veces me detengo en una librería y cojo uno de los ejemplares pensando si merecerá la pena leer a Marlowe sin la firma de Chandler. La historia de Poodle Springs, el otro intento por mantenerlo vivo y que terminó Robert B. Parker, aún funciona como comedia ligera y sentimental.
Estas cosas pasan.
Y pasan y pesan tanto que no ayuda a que lea La rubia de ojos negros.
Leo unas declaraciones de Banville en la que explica las razones que le animaron a escribir una nueva novela de Marlowe como Benjamín Black…
Pero no me convencen sus argumentos porque el escritor se va por peteneras cuando, sospecho, la razón es una objetivamente.
Y es tan una que me sorprende que se evite en la mayoría de los elogios que otros han publicado sobre La rubia de ojos negros.
Leo que Banville escribe mucho mejor que Chandler y probablemente sea verdad pero ¿y qué? El Marlowe de Chandler me acompañó a lo largo de un pedazo de mi vida y terminé por cogerle cariño e imaginármelo como un Robert Mitchum al que le cuelga un cigarrillo encendido en los labios mientras se ata la gabardina.
Banville como Black habla de una versión cinematográfica de La rubia de ojos negros.
¿Quién sería Marlowe?
Banville dice que le gustaría que fuera George Clooney.
¿Y la dichosa rubia?
¿Kate Winslet?
Así lo escribe alguien en un blog.
Quien lo escribe no sabe cómo ha contribuido a que frene mi entusiasmo por leer esta novela.
Una novela que raro es el día en que no la coja entre mis manos en una librería.
Paso las páginas y leo frases sueltas.
Y recuerdo a la librera de El sueño eterno.
¿Qué hacer entonces?
¿Qué hacer con La rubia de ojos negros?
Saludos, triste, solitario final, desde este lado del ordenador.
Marzo 26th, 2014 at 19:43
Eduardo,
esa rubia no vale la pena.
Lo devoré, pero no sé si la conclusión es porque me debo a mi señor Marlowe y sus fantásticas rubias y alguna que otra morena salerosa (las castañas, sin duda, somos las malparadas de la literatura malota) o porque efectivamente para qué.
En cualquier caso, si algún día sucede una tentación grande, el ejemplar pulula por Tenerife, al lado de la historia de Poodle Springs, algo imbéciles.
Un saludo desde este lado del mundo.
Marzo 26th, 2014 at 20:33
Gracias Talía… ya sé que hacer con La rubia de ojos negros. Y descuida, que también hay castañas y pelirrojas salerosas en la literatura de malas, malotas.
Un abrazo, ya sabes, desde este lado.