Musicales chiflados y muy golfos
UNA INTRODUCCIÓN (IN)NECESARIA
La anunciada visita a Tenerife de Paul Williams, invitado por Fimucité 8, obliga a la redacción de este post de urgencia sobre musicales chiflados y muy golfos, preferiblemente los de ambiente fantástico. No obstante, hay que recordar, Williams es el compositor de El fantasma del paraíso, digna representante de este casi ya subgénero que cuenta, entre otros títulos, con piezas tan inclasificables como The Rocky Horror Picture Show y La pequeña tienda de los horrores, cintas festivas e irónicas que aún mantienen el tipo con garbo.
Es verdad que estos largometrajes coexisten con otros que se tomaron en serio y que terminan por aburrir al iniciado, como El fantasma de la ópera (Joel Schumacher, 2004); la comedia romántica Xanadú (Robert Greenwald, 1980) u otras que hizo clavar en la butaca a una generación de espectadores como El muro (Alan Parker, 1982). O de animación a las que falta ese punto delirante y canalla tan necesario para los hijos de la noche como Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993) pero, qué le vamos a hacer, nadie es perfecto.
El objeto de este post es el de reseñar solo un puñado de películas que lograron hacerme feliz y disfrutar con un género, como es el musical, en sus versiones más extremas. No hay nada como ponerse a cantar. Cantar bajo la lluvia o bajo la ducha, pero cantar porque la música, dicen, amansa a la fiera que llevamos dentro.
Somos conscientes, como en ocasiones anteriores en las que nos hemos atrevido con este tipo de listas, que nos faltan más películas. Pero la prisa, que es mala consejera, nos obliga a saltar al ruedo con lo que tenemos, que es fruto más del recuerdo que de un estudio erudito sobre el bendito mestizaje que en ocasiones el cine realizado con lo chiflado y golfo.
Nos permitimos algunas licencias, pero todo sea por un cine festivo y de agradecidos excesos en unos tiempos en los que estamos condenados a pan y agua.
LAS PELÍCULAS
LOS 5.000 DEDOS DEL DOCTOR T. (Roy Rowland, 1953).- Ya nos hemos ocupados en este mismo su blog de esta película, un musical aparentemente infantil en el que se puede rastrear inquietantes mensajes tras sus delirantes imágenes. La historieta va de las pesadillas que provoca en un niño las lecciones de piano que le imparte su ambiguo y estirado profesor, y de cómo las reproduce en un sueño salpicado de canciones que son interpretadas en escenarios fascinantes por extravagantes.
DAME UN POCO DE AMOOOOR…! (José María Forqué, 1968).- España no iba a ser menos y, si nos fijamos por el orden cronológico, incluso se anticipó a los títulos de cine musical chiflado y golfo que anotamos a continuación. Y eso reconociendo que su contenido festivo estuvo férreamente vigilado por instancias superiores. Con todo, y muy lejana en mi memoria, recuerdo esta película como un monumento a la excentricidad al servicio de una de las bandas de pop celtibéricas más potentes de la época, Los Bravos. Aún admitiendo que Forqué no fue Richard Lester, aquí y ahora, entre nosotros, qué más da.
MÁS ALLÁ DEL VALLE DE LAS MUÑECAS (Russ Meyer, 1970).- A Russ Meyer lo machacaron con toda clase de calificativos. Algunos de ellos fueron los de cineasta misógino y pornógrafo descerebrado. Y si bien sí que tiene algo de ello, sería injusto que desvalorizara un trabajo que no quiso otra cosa que exaltar a la vida. Las mujeres de Meyer son fuertes y sí, están también muy bien armadas. De todas formas, somos conscientes que lo citamos en esta lista de musicales chiflados y golfos cogido por los pelos, pero baste recordar que el trío protagonista es un grupo de rock que en su camino hacia la fama se mete en una aventura de sexo y muerte.
EL FANTASMA DEL PARAÍSO (Brian de Palma, 1974).- A mi me parece un clásico del cine chiflado y golfo y, probablemente, la película más divertida de ese director que luego se nos puso tan serio como es Brian de Palma. Para un grupo de aficionados más cercanos al friquismo que a otra cosa, es la madre de todas las cintas locas que vinieron después aunque casi nadie repara en que se trata de una atractiva puesta al día de El fantasma de la ópera y de una socarrona y feroz crítica a la industria de la música. ¡Cuidado con el malvado Swan! Y atención a las letras facilonas y pegadizas que compone Paul Williams, ese tipo que parece que, efectivamente, hizo un pacto con el mismísimo Satanás.
THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW (Jim Sharman, 1975).- Para muchos aficionados al musical chiflado y golfo no es una, sino la película de culto. Y razones no le faltan ya que, a al parecer, su proyección suponía toda una fiesta para los espectadores norteamericanos, gente que no conoce que es eso de hacer el ridículo. Sexo sin barreras ni prejuicios, drogas y rock and roll forman los tres lados de un triángulo equilátero que aún resiste la prueba del tiempo por su canto a la golfería y al loquerío. A ello le debe bastante su maestro de ceremonias, Tim Curry. ¡Viva el desquiciado doctor Frank-N-Furter!
LA PEQUEÑA TIENDA DE LOS HORRORES (Frank Oz, 1986).- Si hay un musical de los ochenta es, a nuestro juicio, esta atrevida adaptación de una película de terror de Roger Corman de los años 50 y en la que una planta carnívora aficionada a la carne humana le da por cantar a ritmo de rock and roll. Geniales como siempre el hoy olvidado Rick Moranis y Steve Martin, quien interpreta a un dentista que suele aparecerse en algunas de mis peores pesadillas. Dirige Franz Oz –curtido en Calle Sésamo y a las órdenes de Jim Henson– en la que es, sentenciamos, la mejor película que firmó a lo largo de su todavía irregular carrera.
Saludos, y hay más, seguro que hay más, desde este lado del ordenador.