¡¡¡Por Crom!!!
“Todos se han ido, todo está hecho, así que ponedme en la pira. La fiesta ha terminado y las luces se han consumado.”
Robert E. Howard (22 de enero de 1906, Peaster, Texas, Estados Unidos – 11 de junio de 1936, Cross Plains, Texas, Estados Unidos)
Hubiera cumplido hoy 110 años aunque imagino que en un penoso estado de salud, más cuándo se ha adoctrinado el cuerpo hacia la disciplina de los excesos. Y exceso por escribir padeció Robert E. Howard. Una fiebre por contar que huía de sí mismo.
Descubrí a Robert E. Howard gracias a las historietas de Conan de Cimeria y más tarde lo tomé en serio cuando me inicié en la hermandad lovecraftiana y comprendí que uno de los grandes maestros de esa Orden era Robert E. Howard, un tejano blanco con una fantástica capacidad de imaginación.
Tipo enclenque y hasta tímido, Howard se esforzó en dejar de ser el objeto de las bromas de la clase modelando su cuerpo hasta convertirlo en el de un joven con ganas de boxear y, si era necesario, partirle la cara al gracioso de turno.
Influenciado por el Antes de Adán de Jack London y las aventuras de John Carter de Marte, de Edgar Rice Burroughs, era inevitable que el espíritu de Conan visitara a un adolescente Robert E. Howard que se resiste a dejar de ser un paleto, para dictarle el relato de su vida.
Conan nace en El fénix en la espada, cuento que envía al saturadísimo mercado de revistas baratas o pulp de los años treinta, mies de revistas de entretenimiento literario que circulaban por una Norteamérica ahogada por el crack del 29.
Robert Howard continúa transcribiendo las memorias de Conan, pero pronto aparecen otros personajes que reclaman el mismo derecho.
Simultanea mientras tanto estos escritos con cartas que se cruza con otros escritores y corresponsales que viven en otros estados. Uno de ellos lo llama –no sé si cariñosamente– Bob dos pistolas. Se trata de Howard Phillips Lovecraft, el gran maestro de esa cofradía que formaron adolescentes solitarios con excedente imaginativo y una angustiosa necesidad por escapar de su mediocre realidad.
Esta generación de escritores se movió en torno a revistas baratas, en especial el Weird Tales, y destacaron de otros compañeros por hacer convincente lo que solo era producto de su imaginación. Una imaginación que revelaban con un estilo primitivo pero en el que se identifica a cada uno de ellos.
Robert E. Howard casi fabrica un nuevo subgénero mientras Lovecraft teje la amplia red de sus mitos de Cthulhu y Clark Asthom Smith, entre otros, recrea con acento poético mundos imposibles, alambicados universos en los que la brujería convive con la ciencia.
Y Howard escribe. Escribe de todo o por lo menos de casi todo: deporte, boxeo, policíaco, terror –La piedra negra–, aventuras, pero Conan siempre está ahí. La historia del bárbaro cimerio que adora a Crom le sirve para interpretar su mundo y configurar una era, la Hiboria, en la que brutales salvajes podían herir, ellos solos, decadentes civilizaciones.
Pero hubo más Conan: Solomon Kane, un puritano; un picto, Bran Mak Morn e incluso un rey de Atlantis, Kull.
Todos ellos héroes embrutecidos de los que nos olvidamos hasta que despertaron en cómics que fueron ecos de una guerra en el sudeste asiático y de que el sueño americano era una pesadilla.
El cine se fija en Robert E. Howard en los años ochenta con Conan el bárbaro, una película que lanzó al estrellato al actor que encarnaba al guerrero cimerio, Arnold Schwarzenegger, mientras declinaba la carrera de su director, el más que estimable John Milius.
Schwarzenegger repetiría personaje en Conan de destructor, que dirige Richard Fleischer sin entusiasmo ni talento.
Fleischer dirigirá también Red Sonja, el guerrero rojo y en 2011 se estrenar una nueva versión cinematográfica de Conan el Bárbaro, que firma Marcus Nispel con Jason Momoa de protagonista.
Circula además una película para televisión, The Whole Wide World, que se inspira en la relación que mantuvo el escritor, papel que interpreta Vincent D’Onofrio, con Novaly Price (Rene Zellweger).
Otras adaptaciones del personaje de Robert E. Howard, cuyo universo de fantasía heroica vivió un renacer en los ochenta con todo tipo de películas bastardas, han sido Kull el conquistador (John Nicolella, 1997) y con Kervin Sorbo; Solomon Kane (Michael J. Bassett, 2009), en la que James Purefoy hace del puritano que actúa contra brujas y demonios en el siglo XVI.
Ah!, se rumorea que Schwarzenegger podría volver a convertirse en Conan en una próxima película pero son rumores.
¿Qué pensaría Robert E. Howard de todo esto?
El 11 de junio de 1936 entró en su coche y se voló la tapa de los sesos.
Dicen que no podía soportar la agonía de su madre y dicen que se encontraba en las últimas. Cuentan también que el cuerpo se derrumbó sobre el volante del automóvil y que el reloj marcaba las cuatro de la tarde. Su madre fallecería treinta y una horas después.
Saludos, por Crom, desde este lado del ordenador.