Las caricias que no me diste, una novela de Elizabeth López Caballero
Resulta interesante observar cómoen cada novela que escribe Elizabeth López Caballero crece como escritora.
Ya llamó la atención con su primer libro, En tierra de demonios, una curiosa historia que bordeaba la peligrosa línea de lo fantástico con lo real, y en la que hablaba de una religión subterránea como es la santería en un escenario conocido como es la capital grancanaria. No estaba mal como primera novela aunque contaba con algunas irregularidades que hacían flaquear un relato que, afortunadamente, cogía aire en sus páginas finales.
Tras esta experiencia, Elizabeth López Caballero firmó un libro insólito en la literatura que en la actualidad se escribe en las islas: La niña de la Luna, una bellísima historia para jóvenes que protagoniza, entre otros, el astronauta Neil Armstrong y textos profusamente ilustrado con objetivos además de lúdicos también didácticos.
Las caricias que no me diste (Multiverso, 2018) es por ahora su última novela, título en el que se nos revela una escritora más madura y segura de sí misma que conoce el territorio que pisa y que se atreve, sin marear demasiado al lector, a diseminar varias voces narrativas para estructurar un relato donde el amor y el desamor son los grandes protagonistas.
Amor y desamor, sentimiento descritos con vigor y que no caen en trampas sentimentales sino que se muestran como un sendero repleto de contradicciones con las que la autora teje el carácter de su personaje protagonista, Carolina, una periodista que tras sufrir un desagravio del corazón comienza a evolucionar como mujer y a encarar su existencia de otra manera.
En este devenir, conocemos la voz de su abuela y la de una prostituta colombiana, Zene que ejerce su oficio en la capital grancanaria y personaje que contribuye a que Carolina abra los ojos.
La grandeza de Zene es que pese a la enorme tragedia en la que ha derivado su vida, la de amar a cambio de dinero, entre otras, es que hace recuperar la sensatez y también la sonrisa y la esperanza a Carolina, a quien conoce de manera casual cuando la segunda intenta escribir un artículo sobre las que trabajan el sexo de pago.
La novela se centra así y fundamentalmente en Carolina, un personaje que va cogiendo sustancia a medida que se avanza en las páginas.
La historia se desarrolla en las calles de la capital grancanaria, pero más que protagonista, la ciudad se convierte en escenario de un desamor contra el que parece que no va a saber salir su joven protagonista.
Estructurada en capítulos cortos, lo que da agilidad a su lectura, otra característica a destacar de Las caricias que no me diste es lo bien que se mueve la escritora Elizabeth López Caballero en los diálogos ya que además de directos son bastante creíbles. En este sentido, la prostituta, Zene, habla como una colombiana y Carolina como una canaria. El juego de acentos resulta así, cuando se encuentran, chispeantes vocalmente aunque lo que allí se cuente no sea, precisamente, para reírse.
Con todo, Elizabeth López no renuncia a un humor que, afortunadamente, hace reposar la angustia que ahoga a su protagonista y ahoga a los lectores. Al final del túnel hay luz
Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador