Diario de un terrorista, de Domi Delgado
En su más que elogiable labor de rescate de la obra literaria y sonora de A. Domiciano Delgado, Los 80 pasan factura ha puesto en circulación un pequeño volumen que no llega al medio centenar de páginas que reproduce una de las primeras narraciones del escritor y también músico canario, un texto que fue escrito a la edad de quince años, lo que disculpa muchas de las deficiencia y balbuceos de un cuaderno que, paradójicamente, resulta atractivo por su descarnada ingenuidad e improvisada escritura adolescente.
Bajo el llamativo título de Diario de un terrrorista, Domi, como era conocido popularmente (el artista y agitador cultural falleció en el País Vasco en 2007 a la edad de 45 años) cuenta la historia de un joven que termina formando parte de una banda que se dedica a hacer grandes atracos y en la que ninguno de sus miembros se fía del otro.
La acción se traslada a París, donde cometen varios delitos, entre otros volar con un coche bomba una comisaria de la policía francesa para huir más tarde y en un hidroavión a Tenerife, isla en la que planean otro acto delictivo en El Médano.
La hermana del músico y escritor, Ángeles Delgado, firma un prólogo en el que aclara muchas de las brumas que rodean la figura del artista tinerfeño, y advierte que estamos ante una obra primeriza que obliga, como se decía al principio, a perdonar muchas de las deficiencias que cuajan el texto. Con todo, se insiste en que este Diario de un terrorista deja entrever las posibilidades de un creador con todas sus letras, y por donde podrían haber ido algunas de sus inquietudes artísticas posteriores.
El relato debe de entenderse así como un texto en el que se avista algunas de las constantes que marcarían la trayectoria de un autor que poco a poco fue desenvolviéndose con seguridad en los pantanosos y ocasionalmente áridos caminos de la creación.
Señales que despliega a lo largo de una serie de páginas en las que sí brilla un divertido desparpajo, su admiración por Woody Allen y una improvisación que pone mucho nervio a un relato que en ningún momento decae.
Y no decae porque este cuento largo o novela demasiado corta es enervante acción, acción cuajada de violencia que se narra con una cadencia que casi raya más que en el humor, en la ironía a medida que se avanza en sus páginas.
Leer Diario de un terrorista se convierte así en un interesante texto para conocer mejor la labor que desarrollaría más tarde Domi en una ciudad, Santa Cruz de Tenerife, que cuenta con su pequeña y agitada historia en la década de los ochenta, unos años en los que pareció que se cocinaba algo a la sombra de garitos hoy desaparecidos y grupos de amigos unidos por gustos más o menos similares.
También fue una época en la que se fabricaron numerosas revistas artesanales, fanzines de páginas fotocopiadas donde se daba información sobre todo aquello que no aparecía en los medios de comunicación convencionales, y mundillo en el que destacó Domiciano Delgado con publicaciones alternativas.
A la espera de que un cronista escriba o redacte una historia de aquellos tiempos que ya cuenta con varios libros en los que se analiza con mejor y en otras ocasiones peor fortuna el rock de aquellos años, Los ochenta pasan factura han dedicado gran parte de su esfuerzo editorial ha recuperar su banda sonora con el cuidado y el mimo que se merece, sobre todo para los nostálgicos que por aquel entonces eran jóvenes de cuerpo y alma.
Más como personaje que contribuyó a agitar todo aquel universo que se concentraba prácticamente en la capital tinerfeña en torno a un pub, Diario de un terrorista presenta a un Domi Delgado adolescente que ya mordía las inquietudes culturales y con ciertas ganas de generar polémica. El título sobre todo es clave si nos atenemos al año en que fue escrito, 1977, apenas tres años después de la muerte del dictador Francisco Franco y en pleno proceso de transición a una democracia que no terminaba de consolidarse en España, y a la que se atacaba desde dentro y desde fuera. Años, la segunda mitad de aquella década, los setenta, donde ETA estaba más activa que nunca, y en la que no era raro comenzar el día con un nuevo atentado del grupo terrorista.
En ese ambiente de inestabilidad, una inestabilidad que buscaban los que estaban en contra del sistema, algo se estaba mascando paralelamente en una pequeña capital de provincias conocida como Santa Cruz de Tenerife, escenario en el que brilló con luz propia Domi Delgado hasta que se fue al País Vasco por motivos laborales y tierra en la que también puso su grano de arena de agitador cultural.
Quién iba a decirle entonces al músico y al escritor en ciernes que algún día terminaría yendo al norte de España no figuradamente, como el protagonista de este primerizo, ingenuo relato, sino para iniciar una nueva etapa de su vida que, desgraciadamente, quedó interrumpida por la muerte.
Saludos, gracias mil, desde este lado del ordenador