El crimen de las hermanas Cruz, un libro de Concha de Ganzo
La escritora y periodista Concha de Ganzo reconstruye un asesinato que conmovió la isla de Lanzarote a principios de mayo de 1919.
Lo cuenta en el libro El crimen de las hermanas Cruz (Ediciones Remotas, 2019), volumen en el que procura ajustarse a la verdad de los hechos que se conocen. La obra, en este sentido, concede muy pocas licencias a la ficción.
No es nuevo lo que intenta y consigue la periodista pero sí que lo es en la ruta literaria que se escribe en la actualidad en Canarias, más en estos tiempos agitados que nos ha tocado vivir.
La aparición del cadáver de María Cruz y la investigación policial que se emprendió en busca de un asesino o asesinos forma uno de los ejes de la obra, libro que también se preocupa por reflejar el carácter cerrado de los habitantes de la isla en aquel entonces, hace ya un siglo; cómo en retratar el perfil psicológico de los posibles asesinos. Un secreto a voces en la localidad donde se desarrolló esta historia, y que resultaron impunes como autores del asesinato pese a que todos los indicios señalaban que fueron ellos los verdaderos culpables de la violenta muerte de María Cruz.
Dos de los presuntos culpables que escaparon del brazo de la ley, a veces bastante desorientado, encarnan según el relato la fuerza y la debilidad. Del tercer sospechoso poco se sabe ya que no se dice mucho sobre él en el libro aunque hace pensar que, probablemente, fue el más inteligente de los tres al abandonar la isla semanas después de cometido el crimen.
El otro gran protagonista de esta novela sin ficción y con forma de crónica de sucesos, es la hermana de la asesinada, Petra Cruz, a quien las prisas de un juez mediocre y ante la presión por capturar al asesino o asesinos, convierte por una fatal decisión de la Justicia en la segunda víctima de este crimen atroz y vergonzoso para la sociedad canaria de aquel entonces.
El libro está prologado por el escritor Cirilio Leal y cuenta con otro gran protagonista que no siente ni padece: la sufrida y sedienta tierra de Lanzarote. La isla que estuvo anclada en el tiempo, de geografía agreste, ruda, accidentada, de desiertos negros de arena volcánica.
Concha de Ganzo no se olvida del resto de personajes que tienen mayor o menos importancia en este relato amargo. Al margen de dos de los tres cómplices en el crimen, se describe el carácter de la madre de uno de ellos, una mujer que pese a conocer lo que ha hecho su hijo, un pusilánime, es capaz de hacer todo lo posible para que no pase lo que le queda de vida en la cárcel. Destaca también por su debilidad y egoísmo el juez que lleva el caso, un hombre que con tal de salir de la isla es capaz de dar por buenas pruebas que están cogidas por los hilos y que castigan al justo por pecador.
La lectura de El crimen de las hermanas Cruz, porque efectivamente fue un crimen doble, genera indignación, sobre todo cuándo se cuenta cómo terminó toda esta historia que nunca tuvo que haber sucedido y que fue enterrada bajo una losa de cemento por la sociedad de la isla de aquel entonces.
Una sociedad, la de 1919, bien diferenciada en clases, con caciques que gobernaban la vida del pueblo y autoridades civiles a sus órdenes. Una sociedad de ricos (muy pocos) y pobres (la mayoría) en la que Petra Cruz brilla con luz propia al tratarse de una mujer adelantada a su tiempo ya que sabe leer y escribir.
Las mejores páginas de El crimen de las hermanas Cruz son, precisamente, las que describen los silencios (el que calla, otorga) del vecindario ante la muerte de María y el vía crucis que emprende su hermana Petra al ser acusada de un acto que nunca cometió.
Ricos y pobres callaron y fueron cómplices de los supuestos asesinos. La condenada por hechos que no cometió, Petra Cruz, enloquece mientras tanto en prisión.
La falsa culpable, Petra, es de condición humilde pero como ya se dijo se esforzó por aprender a leer y escribir, lo que la convirtió en una persona independiente que dice lo que piensa. La descripción de la humillación que padece en la cárcel y el dolor que le quema el alma pone la piel de gallina y hace que, inevitablemente, uno se ponga de su lado.
El libro apenas supera el centenar de páginas y se lee con interés creciente. Recomiendo si se tiene algo de tiempo hacerlo de una sentada y volver a releerlo con pausa, meditando lo que acontece, paladeando cada una de sus páginas porque trasmiten una callada emoción y la necesidad de repetirse que, ante injusticia de tamaño calibre, hay que contestar e impedir que las cosas sigan su curso. Actuar contra el silencio cómplice y el traicionero aquí nunca pasa nada…
NOTA: Es de destacar la cuidada y exquisita edición del libro.
Saludos, la calima se disuelve, desde este lado del ordenador