Eduardo Díaz reinterpreta con mirada del siglo XXI ‘El ladrón de los guantes blancos’
El estreno de El ladrón de los guantes blancos (José González Rivero y Romualdo García de Paredes, 1926) fue un acontecimiento en Tenerife y por extensión en las islas al tratarse de la primera producción cinematográfica cien por cien canaria, lo que fue y sigue siendo Historia en este archipiélago en crisis. El estreno que fue simultáneo tuvo lugar el 6 de septiembre de 1926 en el Teatro Leal y el Parque Recreativo, en La Laguna y Santa Cruz de Tenerife, respectivamente, y se llenó “hasta la bandera”, tal y como recogen los periódicos.
El ladrón de los guantes blancos es una película que bebe de los relatos de misterio de su tiempo. La acción, que se desarrolla en gran parte en exteriores, tiene lugar en Inglaterra y en ella hay buenos y malos. Habría que esperar dos años más tarde para que en cine se contara una “historia canaria” con La hija del Mestre (Carlos Luis Monzón y Francisco González González, 1928), un largometraje de ficción que contó también con la colaboración de José González Rivero.
Tras el revuelo de su estreno y las posibilidades que abrió a un pequeño grupo de entusiastas para continuar produciendo películas, El ladrón de los guantes blancos durmió durante décadas el sueño del olvido hasta que se reestrenó en los años ochenta en el cine Yaiza Borges, en la capital tinerfeña. Fue tanto el impacto, el reencuentro con esta vieja pero aún luminosa joya cinematográfica que dio origen a un libro sobresaliente, Ciudadano Rivero. La Rivero Film y el cine mudo en Canarias (1997), de los investigadores Fernando Gabriel Martín y Benito Fernández Arozena y de un documental en el que se cuenta la vida y obra del pionero del cine en Canarias: José González Rivero.
Como si de barro se tratara, el cineasta Eduardo Díaz (Tenerife, 1966) se ha servido de El ladrón de los guantes blancos para ponerlo al día. Es decir, reactualizarlo con una serie de acciones que tienen como fin proponer un respetuoso diálogo con el filme desde una perspectiva del siglo XXI.
La idea que animó este proyecto fue demostrar a los espectadores de hoy la fuerza que aún respira este clásico de “nuestro cine”, readaptando sus claves a los agitados y confundidos tiempos que vivimos.
Eduardo Díaz explica que su objetivo fue el de dar una “relectura, la revisión de la obra cinematográfica” con una propuesta escénica que combinara narración e interpretación, música en directo y un largometraje en la corriente de cine expandido que, posteriormente, se convertiría en una película independiente.
Por desgracia y a causa de la situación sanitaria actual esta original revisión de El ladrón de los guantes blancos se vio obligada a cambiar de planes y forzó a repensar el proyecto para una sala de cine.
Eduardo Díaz destaca que en 1926, fecha del estreno de la película, “las imágenes cinematográficas poseían para el espectador la magia de un espectáculo nuevo” por lo que su proyecto, El sueño de El Ladrón, quiere superar las dificultades para acercarlo al espectador actual y revelar su magia al público. “Es una pieza imprescindible para conocer los inicios del mundo contemporáneo en la cultura canaria. La relectura de la película crea un nuevo discurso, una nueva perspectiva, renovada, revisada desde el presente, con medios y punto de vista actuales, con el propósito de poner en valor esta pieza fundamental con la experimentación entre lenguajes”.
Consciente de que esta relectura puede ofender a puristas, Eduardo Díaz dice que su versión “es respetuosa con el trabajo de José González Rivero y Romualdo García de Paredes” y que su versión, El sueño de El ladrón, se “plantea como quien restaura un viejo edificio, que interviene preservando su identidad y lo que se añade se muestra evidente” ya que respeta la estructura y trama de los episodios de la película original.
El sueño de El ladrón puede entenderse como un nuevo acontecimiento relacionado con el filme de 1926. Manipula el espacio narrativo y temporal con un montaje en paralelo en tres cuadros que funcionan como tríptico, díptico o como una sola imagen panorámica. Y el resultado sorprende, da agilidad a “nuestro clásico”, las escenas cogen gran dinamismo en la intervención de Díaz.
Eso lo logra con la visión simultánea de las escenas que “frente a la del tiempo lineal fílmico, reduce el metraje de 137 minutos del original a 70. Los rótulos narrativos, largos y con un lenguaje que ha quedado anticuado y que ralentizan la acción y el ritmo de las escenas, han sido sustituidos por la interpretación del narrador, inspirada en los Benshi o Kabuken, narradores japoneses del cine mudo. En ocasiones el narrador aparece físicamente en la pantalla: corre, salta, se tumba en el suelo; grita, susurra, toca la guitarra; otras veces solo es su voz la que acompaña a la acción”, explica Eduardo Díaz.
La idea que hace girar esta experiencia, pionera en el cine que se hace en Canarias y si me apuran en España, es que El sueño de El Ladrón conserva la esencia del original. Mantiene los diálogos, como rótulos de texto, aunque se ha creado una banda sonora ex profeso que incluye además de música, efectos y ambientes para dotar a la cinta de “una nueva dimensión de la que carece la original”.
Otra de las novedades de El sueño de El ladrón es que incluye además de la imagen fílmica y los rótulos, elementos digitales y la interpretación de un actor entre otras intervenciones. Este proceso implicó, recuerda ahora Eduardo Díaz, “la descomposición de la película original en planos y un remontaje para los tres cuadros lo que cambia la proporción del original”.
En la intervención colaboran en el papel de narrador y actor Juan Carlos Tacoronte. Niki Weber compone la música original. El sueño de El ladrón se trata del primer proyecto que desarrolla SinCuerpo, productora creada por Eduardo Díaz.
“El proyecto se ha desarrollado hasta ahora con mis recursos. También con el apoyo de Juan Carlos Tacoronte y Niki Weber”. Por desgracia, y a causa de su carácter híbrido, El sueño de El ladrón no encaja en los requisitos que exigen las administraciones para acceder a ayudas. Están diseñadas para las productoras ya establecidas”, explica Eduardo Díaz, quien añade: “Esto me parece bien, siempre y cuando no signifique que se cierren las puertas a otras propuestas, con trabas burocráticas que impiden la participación a nuevas productoras”.
Saludos, cielo azul, desde este lado del ordenador