Suso Mourelo: “China es un país con estrés”
Escritor, periodista pero sobre todo viajero, Suso Mourelo (Madrid, 1964) es nómada por vocación y autor de varios libros de viaje y una novela sobre las que habló el año en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo, un encuentro con las letras que se celebra a finales de octubre en Puerto de la Cruz.
-En su trayectoria como escritor cultiva varios géneros pero la crítica coincide en destacar su estilo como de prosa poética.
“Creo que en parte fue una evolución. El primer libro que escribí relacionado con literatura de viajes, Adiós a China. Un viaje por el gigante asiático, es un libro bastante periodístico, una especie de crónica de cómo era China en 1999, un país que ya comenzaba a cambiar por aquel entonces. En aquel libro, por ejemplo, sí era más periodista que otra cosa lo que sucede es que ese viaje, que duró varios meses, fue un viaje de descubrimiento del viaje y de descubrimiento de China. Es sin duda alguna el más periodístico de mis libros de viajes que coincide además con un periodo de mi vida en el que soy netamente periodista –trabajaba en ese entonces como reportero para Antena 3– pero a medida que pasa el tiempo el resto de mis libros han ido adquiriendo otro tono, ha hecho que mi estilo tienda a ser parejo y sobre todo respetuoso con lo que encuentro”.
- Se aprecia en el libro que dedica a Mongolia y los que ha escrito sobre Japón.
“El de Mongolia es un libro de exploración y aventura, un libro que me pedía acción. Respecto a los de Japón, hará unos cuatro años fui por primera vez guiado por la literatura japonesa y eso me dio una especie de necesidad de hacer algo más pausado, suave y como iba empujado por autores japoneses se produjo una especie de camaleonización con la literatura japonesas que es más reposada que la lo occidental y en mi caso produjo una especie de cambio, deriva aunque las obras que escribo las entiendo como crónicas”.
-¿Qué significa el viaje para usted?
“Para mi viajar es viajar a la gente más que a los lugares. Hace unos años, cuando regresé a España, me confiné, nunca mejor dicho, en cuatro pueblos muy pequeños en los que la mitad del tiempo estaba solo, solo conmigo mismo y esa intimidad me llevó a ver la vida con más poesía”.
-Dice que viaja a Japón tras leer a varios escritores japoneses pero ¿cómo explica su flechazo con el país del sol naciente?
“En occidente tenemos una idea repleta de prejuicios sobre Japón. Para unos es un país mítico y antiguo aunque en mi caso descubrí otra cosa, quiero creer que el Japón real que quizá es menos mágico pero al mismo tiempo sí que es más místico. La sociedad japonesa es muy distinta a la de otras sociedades. Es cierto que hay una tendencia de comparar la cultura japonesa con la cultura china y cuando fui por primera vez daba por hecho que habría una cierta similitud entre una y otra pero descubrí que los japoneses se parecen menos a nosotros que los chinos y que entre ambos pueblos hay innumerables diferencias. Todo este proceso pasó en un momento de mi vida en el que estaba muy abierto a conocer, a curiosear y me atrapó esa calma que, generalmente, asociamos con Asia aunque ahora China sea el país menos calmado del mundo. Te arrolla. En Japón, sin embargo, encontré calma y respeto en el trato, lo que me sorprendió. El país me acogió y me resultó más grato de lo que había pensado. Es decir, que al margen de la naturaleza, de la belleza poderosa de sus paisajes, si algo me cautivó fue su espíritu acogedor que me animó a enamorarme del país y de una japonesa. Desde entonces, procuro pasar la mitad del año en Hiroshima”.
-¿Hiroshima?, ¿cómo son los habitantes de una de las dos ciudades que fueron castigadas con la bomba atómica en agosto de 1945?
“Hiroshima es una ciudad feliz en parte porque los supervivientes y sus descendientes se entregaron a disfrutar de la vida. Descubrieron que la vida puede desaparecer en cualquier momento y se han entregado totalmente a vivirla. Eso los convierte en personas muy acogedoras y simpáticas, los que los diferencia de los habitantes de otras ciudades japonesas”.
-¿Qué escritores japoneses había leído antes de llegar a Japón?
“Los más conocidos, Yasunari Kawabata, Jun’ichiro Tanizaki , Yukio Mishima y autores, sobre todo autoras, como Yoko Ogawa, Banana Yoshimoto. Es decir, que me empapé de escritores del siglo XX y de escritoras del siglo XXI porque son ellas las que están cambiando en la actualidad las formas de contar las cosas en Japón”.
-Ha estado también en Norteamérica y México, entre otros países, pero noto que siente predilección por Asia.
“Mi primer viaje fue a China y eso me abrió los ojos y el deseo de Asia y los lugares del alma, que son donde te sientes mejor y no sabes bien el porqué. He pasado mucho tiempo en Mongolia, China y Japón y siempre me he sentido bien. Tengo la idea volver a Oriente porque cuando pienso en algún sitio lo que se me viene a la cabeza y el corazón es Asia y sobre todo Japón. País al que le he dedicado dos libros: En el barco de Ise. Viaje literario por Japón y Tiempo de Hiroshima y un tercero, El Japón de Hokusai, que no es literatura de viajes sino crónica y que trata sobre el periodo Edo, una etapa que supuso el cierre en sí mismo de la cultura japonesa y que duró dos siglos y medio. Dos siglos cerrados al mundo. El libro lo escribí como una excusa para narrar la vida de este artista y cómo era la sociedad japonesa de aquella época, cerrada pero al mismo tiempo capaz de desarrollar una economía que posibilitó el desarrollo del arte y la cultura. Los japoneses son muy distintos a otros pueblos y eso lo achaco a que durante dos siglos y medio estuvieron aislados por lo que la influencia exterior fue mínima lo que hizo que se desarrollaran a partir de sí mismos”.
-Es autor de la novela ‘La frontera Oeste. Abecedario de un inmigrante’.
“Se trató de mi segundo libro y es la crónica de varios personajes ficticios que están basados en personajes que son resultado de entrevistas con inmigrantes, sobre todo del este de Europa, de Rusia, Rumanía, Polonia que me ayudaron a hacerme una composición de lugar para crearlos. En aquel momento me interesaba hacer reportajes sobre inmigración que no siempre se pueden hacer cuando trabajas en televisión pero es que en el 2000 la inmigración no estaba de actualidad como ahora. Me interesaba conocer la vida de alguno de ellos quizá porque uno de mis abuelos, como buen gallego, emigró a Cuba”.
- ¿No le ha vuelto a tentar la ficción?
“El año pasado estaba organizando un viaje pero al estallar la pandemia y declararse el confinamiento me puse a escribir una novela que se desarrolla en Japón, un país en el que si bien antes los hombres eran los que tomaban las decisiones ahora se está produciendo un cambio lento de modelo a raíz de la irrupción de las jóvenes japonesas urbanas. Y me interesaba contar ese cambio a través de una mirada femenina”.
-¿Qué visión tienen los japoneses de los españoles?
“La tópica pero es así con los europeos en general. Conocen de España sobre todo el fútbol, el flamenco y ese tipo de cosas. El flamenco ha logrado que muchos japoneses se interesen por España. Tanto el baile como la música. Tengo dos amigos japoneses que tocan la guitarra española y algunas amigas que bailan flamenco. Para los japoneses el flamenco es la conexión con la cultura española. Su idea de Europa, por otra parte, es inventada”.
-¿Cómo son las relaciones entre Japón y China?
“Conflictivas. Japón es un país relativamente pequeño, aunque tenga 105 millones de habitantes, si lo comparas con China e India, que lo sobrepasan también económicamente aunque si algo les duele es que la tecnología o la ciencia que eran unos sectores en los que destacaban hayan sido ahora superados por India y en algunos casos por China. En tecnología, por ejemplo, por China y Corea del Sur. Los japoneses sienten que están perdiendo el tren aunque los jóvenes no observan este proceso de manera tan competitiva”.
-Usted visitó China por primera vez en 1999 y repitió viaje años más tarde ¿cómo vio los cambios que estaban atravesando al gigante asiático?
“Cuando estuve en 1999 fui muy bien recibido. La gente resultaba agradable y se mostraba curiosa. Sí que aprecié un cambio cuando volví por segunda y tercera vez. Se había generado un estrés que imponen las necesidades económicas y sociales lo que hace que los chinos tengan menos tiempo y se hayan vuelto más egoístas y menos curiosos y volcados en los demás. Se ha convertido en un país con prisas. Estuve en 1999, 2006, 2019 y cada vez que volvía me encontraba con un país diferente y a mi juicio menos interesante”.
-¿Qué queda del socialismo chino?
“China es un país socialista pero la economía es de mercado aunque esté controlada por el Estado. Es un poco incomprensible. Las empresas chinas tiene un apoyo del Estado que en Europa estaría prohibido por ley. Para mi es una cosa que supera la política el modo chino de hacer las cosas, los chinos quieren volver a ser los jefes del mundo como lo fueron durante 15 siglos, y si son socialistas pues los son pero como capitalistas porque es la forma de conquistar el mundo. La nueva ruta de la seda es una forma de controlar el planeta primero a través de la economía y luego con todo tipo de fórmulas para financiar puertos e industria en otros países que al final quedan controlados por China. ¿Eso qué tiene de socialismo?, ¿el internacionalismo?, quizá pero poco más. El resto es capitalismo, un capitalismo de Estado”.
-Ha pasado largas temporadas en pueblos perdidos del Pirineo y prácticamente a solas… ¿Le gusta el término de España vacía?
“El término de España vacía es bastante útil para dar a conocer lugares que han perdido población pero Sergio del Molino habla de España vaciada que es un término que me gusta menos porque hay lugares que siempre estuvieron vacíos. Pero su libro ha servido para conocer los problemas del mundo rural que pierde población”.
-¿A qué país no volvería?
“Viví un año en Suiza y es el único país en el que no me he sentido bien. Quizá fue porque la gente está demasiado preocupada por su crecimiento económico y muchas veces las relaciones se configuran en lo que pueda aportar el otro a tu vida social y económica. Hay una desconexión humana que no se da en otros lugares. Al menos la zona de Basilea que fue donde viví”.
Saludos, un poco más en…, desde este lado del ordenador