Nathalie Le Brun: “La imagen de Canarias que desprenden los diarios es la de unas islas situadas en la periferia”
Profesora de la Universidad de Estrasburgo y autora, entre otros, de Un francés entre guanches. Sabino Berthelot y las islas Canarias, Nathalie Le Brun escribe la documentada introducción de Apuntes de viajes. Excursiones en las costas de Marruecos y las islas Canarias durante los años 1877, 1878, 1879 y 1881 (Instituto de Estudios Canarios, 2021), de Arthur Jean-Philibert Grasset, diarios de los que no se tenía noticia hasta que Le Brun los encontró reseñados en el catálogo de una librería especializada.
Estos cuadernos se ocupan en muchas de sus páginas de las excursiones que Grasset hizo a las islas a finales de la segunda mitad del XIX, notas e ilustraciones que describen cómo era Canarias por aquel entonces.
-¿Quién fue Arthur Jean-Philibert Grasset?
“Arthur Grasset fue un viajero francés, una persona culta, que procedía de la alta burguesía de la región de Franco Condado, en el este de Francia. Nació en Dijon en 1828 y murió relativamente joven, a los 58 años, en Argelia, donde pasó los últimos años de su vida, junto con su amada, a la que llamaba Blanche, y rodeado de animales, perros y monos, entre otros. Su padre era un magistrado de la ciudad de Dijon, que poseía un castillo y tierras, y su madre, a la que nunca llegó a conocer, porque murió poco después de dar a luz, procedía de una familia de industriales. Creció en un entorno muy acomodado, lo que le permitió recibir una muy buena educación y, posteriormente, viajar por el mundo sin más preocupaciones que las de dedicarse a lo que le gustaba, la historia natural y las artes, entre otras cosas. Un administrador francés llamado Henri Drouet, que lo conoció en 1886, es decir, poco antes de que falleciera en medio de una excavación arqueológica que se estaba realizando en la zona de Cherchell, lo definió como naturalista, arqueólogo y artista. De hecho, estas tres facetas de su personalidad se reflejan, aunque en distinto grado, en sus diarios de viaje a Canarias”.
- ¿Y cuáles son las razones que motivan sus viajes a las costas de Marruecos y las islas Canarias en 1877, 1878, 1879 y 1881?
“Entre 1877 y 1881, realizó tres viajes a Canarias, en un contexto que podría calificarse de “turístico”, de paseo y ocio, y para pasar tiempo con sus amigos. El objetivo inicial de estos viajes era cumplir con una promesa hecha a su viejo amigo Sabin Berthelot, al que había conocido en 1854 en Santa Cruz de Tenerife, de volver a visitarlo algún día. El paso por los puertos marroquíes como Tánger, Rabat y Mogador fue circunstancial, dependiendo de las escalas de los vapores que hacían la conexión entre el Mediterráneo y el archipiélago canario. Grasset viajaba siempre con compañías marítimas francesas. La principal era la de Nicolás Paquet, que operaba la ruta Marsella-Tenerife, con paradas en Arrecife y Las Palmas, además de las realizadas en los puertos de la costa marroquí. En realidad, para él, estos viajes a Canarias no supusieron exactamente un “descubrimiento” sino un “redescubrimiento” de esta región del mundo, porque ya había estado en Tenerife y Gran Canaria 23 años antes. De hecho, la mirada y observación comparatista del viajero, entre lo que estaba viendo y los recuerdos que había conservado de algunos lugares en concreto, se manifiesta en varias ocasiones en los diarios. Lo que sí descubre Grasset durante estos nuevos viajes son las islas de Lanzarote y Fuerteventura, aunque esta última, muy brevemente. El viajar por placer lo llevó, además, a dedicarse ocasionalmente a actividades como la búsqueda de conchas para enriquecer sus colecciones, o a interesarse por las antiguas poblaciones del archipiélago y a acompañar a René Verneau a la Cueva de los Reyes, en Güímar, en enero de 1878”.
- ¿Qué tipo de impresiones sacó de sus viajes a Canarias?
“¡Qué pregunta más difícil de responder con pocas palabras! La imagen general del archipiélago que se desprende de los diarios es la de unas islas situadas en la periferia de los grandes centros europeos donde se generaba lo que entonces se consideraba como el “progreso”. Grasset reparó en algunas mejoras en las infraestructuras de comunicación de las islas en comparación con la década de 1850. Por ejemplo, las carreteras habían mejorado, pero seguía habiendo deficiencias en otros ámbitos, como en materia portuaria, especialmente en Las Palmas, que todavía no tenía su puerto de Refugio. Los interiores de las viviendas, nos dice, estaban llenos de objetos que el norte de Europa ya no quería, etc. Pero este retraso, según él, no era exclusivo de Canarias, sino que concernía a España de modo general. En cuanto a los habitantes de las islas, al igual que todos los españoles, le parecía que conservaban un fuerte vínculo cultural con los árabes. Lo constataba a través de una multitud de hábitos comunes. El isleño se acercaba al “salvajismo” en sus hábitos y forma de vida, en contraposición a la civilización que caracterizaba a Europa. Otro aspecto destacable, en nuestra opinión, es que coincidía con Sabin Berthelot en que se había producido una degradación progresiva de los bosques de Tenerife, especialmente los de Agua García y Las Mercedes, entre 1854 y 1877. En fin, son muchos más los aspectos interesantes de los diarios que podríamos comentar, como su observación de las relaciones que los isleños tenían con sus animales, su percepción de las mujeres canarias y europeas, etc”.
- ¿Y qué elementos destacaría usted de sus dibujos y textos?
“Grasset escribe diarios de viaje de carácter íntimo, que comparte con Blanche, la persona amada, sin las limitaciones que imponen los proyectos editoriales como los de René Verneau o Jules Leclercq, por ejemplo, cuyas estancias en el archipiélago se remonta a la misma época. Desde el punto de vista de los contenidos, son textos que, además de contar la vida cotidiana del viajero, desde la salida hasta el regreso, brindan impresiones en caliente sobre los paisajes que iba observando, comentarios espontáneos sobre las poblaciones con las que se cruzaba o las personas con las que tenía trato, y nos permiten penetrar en el día a día de la sociedad santacrucera del último cuarto del siglo XIX. En esto difieren bastante estos diarios de los relatos o libros de otros viajeros. Otra de sus especificidades es el estilo de escritura de Grasset, que incorpora en los textos referencias y citas literarias, recurre con frecuencia a la ironía y el sarcasmo. Es un estilo ligero que hace que el lector se impregne con facilidad de los textos y los lea como si se tratara de una obra recreativa. En cuanto a los dibujos y las acuarelas, representan casi exclusivamente paisajes. Son instantes inmortalizados, como destellos visuales que remiten a lo que experimentaron los cinco sentidos del viajero durante sus peregrinaciones, lo que queda reflejado en diarios no solo a través de lo que vio e intentó reproducir artísticamente, sino también a través de la evocación, en los textos, de los sonidos y las músicas que escuchó, los olores en las calles o los barcos, los sabores que descubrió, como el del vino de Lanzarote, por ejemplo, o la comida que le sirvieron, etc”.
- ¿Cómo descubre usted estos Apuntes de viajes?
“La figura de Arthur Grasset empezó a interesarme cuando estaba investigando sobre Sabin Berthelot, por la amistad que los unía a los dos y porque tenía conocimiento de sus viajes a Canarias. También sabía que escribía diarios íntimos cuando estaba en Francia y diarios de viaje cuando viajaba. De ahí que durante varios años haya andado buscando sus escritos, aunque hay que reconocer que consideraba más probable la localización de una correspondencia epistolar relacionada con Canarias que la de encontrar el paradero de sus diarios. Finalmente, fue hojeando el catálogo de una librería especializada en libros y documentos antiguos como los localizaron. Quisiera subrayar que no es tan inhabitual que un investigador utilice este tipo de fuentes como documento de trabajo. Por supuesto, la investigación se realiza con más frecuencia a partir de una documentación encontrada en archivos públicos, pero la consulta de bibliotecas privadas, incluso la compra de documentos, también es una práctica ocasional para el investigador”.
- ¿Cree que todavía se puede encontrar textos inéditos sobre Canarias escritos en siglos anteriores al nuestro?
“No sucede todos los días, pero puede pasar. De hecho, estos diarios de viaje a Canarias no fueron los primeros que examiné en una librería. Ahora bien, la calidad de los textos es variable”.
- ¿Tuvo relevancia la obra de Arthur Jean-Philibert Grasset en Francia?
“Hoy en día, Arthur Grasset es prácticamente un desconocido. Solo unas pocas personas interesadas en la malacología conocen su nombre. Se le conoce por la colección de conchas marinas y terrestres que reunió a lo largo de su vida, de las cuales 4.500 piezas se conservan hoy en el Museo de Historia Natural de Dijón, y otras 200, en los museos de Lons-le-Saunier. Empezó a forjarse una reputación de viajero y naturalista en la década de 1850. Su nombre se menciona de forma recurrente en el Journal de conchyliologie, así como de forma esporádica en los boletines de la Société de géographie y de la Société d’anthropologie de París, de las que era miembro desde 1861 y 1878, respectivamente. Sin embargo, nunca estuvo en el primer plano científico ni en la vanguardia artística, a pesar de haber participado como exponente de obras en salones parisinos y exposiciones provinciales. Era un hombre relativamente discreto”.
- ¿Cuál es su formación como artista y evolucionista?
“No lo sabría decir exactamente. Muchos aspectos de su vida siguen siendo enigmáticos. Sabemos que realizó sus estudios de secundaria en el Collège de Juilly, un establecimiento fundado por el rey Luis XIII, donde Montesquieu había estudiado antes que él. Una vez terminada la adolescencia, vivió unos años de vida bohemia en París antes de embarcarse, a los 22 años, para un viaje alrededor del mundo. En esa época ya tenía inclinación hacia la historia natural y el dibujo. Uno de sus familiares, un primo llamado Hippolyte Plantet, era pintor, pero no sabemos si este pariente, que solo tenía un año menos que él, pudo ayudarle a acercarse al mundo de los artistas. En cuanto a las teorías de Darwin, ignoramos cuándo las descubrió. De lo que sí tenemos constancia es que a principios de la década de 1870 ya rechazaba las teorías fijistas. Había adoptado el principio de la variación permanente de las especies y el de la selección natural”.
¿Y cómo es su vinculación con Canarias y su amistad con Sabin Berthelot?
“Grasset conoció a Sabin Berthelot al final del año 1854, con ocasión de un viaje a Senegal. El archipiélago canario, al encontrarse en su ruta, fue una parada en su periplo. En aquel entonces Berthelot dirigía el viceconsulado francés, que era un lugar de paso imprescindible para los franceses que paraban en Santa Cruz, especialmente para los naturalistas. Berthelot era toda una referencia para quienes necesitaban orientación en sus excursiones por la isla de Tenerife. Después de este primer encuentro, los dos hombres siguieron en contacto por carta. Parece que se vieron en una ocasión en Francia, hacia el año 1861. Ese mismo año, Berthelot lo presentó a la Sociedad Geográfica, y quedó elegido socio de la asociación. Pero no fue hasta 1877 cuando cumplió su promesa de volver a visitar a su amigo. Ese año, se encontró con un hombre debilitado por la edad. Berthelot tenía 83 años, perdía un poco la memoria, pero aún disfrutaba de la buena compañía. En su casa de la calle de Las Flores, en Santa Cruz de Tenerife, organizaba reuniones y compartía su mesa con René Verneau, que estaba realizando su primera misión científica en las islas. En ese momento, Berthelot estaba escribiendo la obra que se publicaría con el título Antiquités Canariennes. La cuestión del origen de las primeras poblaciones del archipiélago, que también ocupaba a Verneau, debió de ser un tema de conversación durante estos encuentros en la calle de las Flores. Aunque Grasset tenía otras amistades en Tenerife, es probable que los tres viajes realizados entre 1877 y 1881 tuvieran algo que ver con Berthelot. El de 1881 tuvo lugar unos tres meses después del fallecimiento del viejo cónsul. Ese año, Grasset conoció a Elías Zerolo, que, junto con el marsellés León Lavialle, era uno de los albaceas testamentarios de Berthelot. Durante los dos siguientes, participó en las gestiones para la publicación, en la editorial parisina Plon, de la obra póstuma Souvenirs intimes ou miscellanées épistolaires. Se trata de una obra de 1883, que Luis Diego Cuscoy tradujo al español y dio a conocer en 1980 como Recuerdos e epistolario”.
- ¿Es cierto que Berthelot le publicó un libro de viajes que realizó alrededor del mundo?
“Sí, totalmente cierto. En 1879, Berthelot le publicó en Francia los diarios de un viaje que realizó entre abril de 1850 y enero de 1853. Fue un viaje por las costas suramericanas, el litoral occidental norteamericano, los archipiélagos del Pacífico, Australia, China, Indonesia y la costa occidental de África. Pero como bien indica el título del libro, Journal d’un voyageur ou Recueil de notes pendant un voyage autour du monde, mis en ordre par S. Berthelot, en este caso no se trata de una reproducción fiel de los textos, sino de la publicación de fragmentos de los diarios, pasajes seleccionados por Berthelot y comentados por él. Estos diarios contenían dibujos, que no se reprodujeron en el libro”.
- ¿Qué cree que pueden aportar estos Apuntes de viaje a la bibliografía que ha escrito sobre el Archipiélago canario?
“Estos diarios vienen a enriquecer un corpus de textos ya conocidos, escritos por extranjeros que estuvieron en Canarias en el último tercio del siglo XIX, como, por ejemplo, los ya mencionados Jules Leclercq y René Verneau, pero también Eugène Goblet d’Alviella, Olivia Stone, etc. Pertenecen al género de la literatura de viajes, de viajes reales, que nos permiten descubrir las islas a través de los ojos de los europeos y entender qué lugar ocupaban en su cartografía mental del mundo. Por supuesto, nos proporcionan además valiosos detalles sobre las islas en sí y los isleños, sobre cómo se relacionaban entre ellos, sus hábitos y costumbres, y también, en el caso de los diarios de Grasset, sobre cómo se viajaba al final del siglo XIX. El viajero nos cuenta todo lo que sufría el que navegaba bordeando la costa africana, para ir y venir entre el Mediterráneo y el Archipiélago”.
- En uno de los apartados de la introducción señala los estereotipos y prejuicios que caracterizan a Arthur Jean-Philibert Grasset. ¿Podría indicarnos algunos? ¿Se conoce si logró desembarazarse de ellos?
“Ya he mencionado algunos, como la imagen de una España atrasada, que era un estereotipo bastante arraigado en Francia en el siglo XIX. Podemos señalar también los prejuicios judeófobos, muy presentes en las páginas escritas en Gibraltar y Tánger, los estereotipos como el del judío avaro, que no hacen sino reflejar el antisemitismo creciente en la sociedad francesa de esa época. Pasa también con la comunidad musulmana, especialmente con sus componentes masculinos vistos como seres bastante brutales, a veces guiados por pulsiones violentas. Grasset busca entre los estereotipos los recursos necesarios para describir a la otredad dentro de una lógica de separación que va del distanciamiento, en el caso de los isleños, por ejemplo, a la exclusión en el caso de las poblaciones del Magreb. Tiene cierto trato social con los habitantes de Canarias, pero no con los judíos ni con los musulmanes. En relación con el choque cultural que experimentaban los viajeros en una época en la que viajar era más complicado que ahora, y a modo anecdótico, podemos mencionar una experiencia vivida por Grasset en Canarias. Me refiero a su descubrimiento del vino de Lanzarote. Él partía del principio de que todo lo que se comía y se bebía en las islas era malo. La primera vez que probó el vino, no le gustó para nada. Al segundo día, tampoco le pareció bueno, pero dijo que se bebía a pesar de todo. Pero al final, al tercer día, ya no le parecía tan malo. Este ejemplo nos muestra cómo la confrontación con lo diferente da lugar a veces a comentarios negativos, pero si aceptamos o nos tomamos el tiempo de aprender a conocer, nuestro juicio puede cambiar y volverse positivo”.
- De los dibujos que realizó en sus viajes a las islas, ¿resaltaría alguno? ¿Por qué?
“Me resulta interesante, por ejemplo, la acuarela del idolillo de la antigua colección de la familia Maffiotte, por lo que nos sugiere y no se cuenta en los diarios. Grasset viajó a Canarias en un momento en que la élite isleña se interesaba por las poblaciones prehispánicas y se estaba desarrollando el coleccionismo. Estamos hablando de finales de la década de 1870, y no olvidemos que la fundación del Museo Canario data de 1879. Como dije antes, Sabin Berthelot estaba escribiendo su obra Antiquités canariennes y esto coincidió, además, con la primera misión de René Verneau en el archipiélago. Una de las primeras tareas que se propuso este antropólogo al llegar a Santa Cruz fue precisamente visitar a las personas que poseían colecciones de objetos prehispánicos. Este idolillo que pintó Grasset y también se reproduce en la obra del cónsul, no está representado en la obra que publicó Verneau en 1891, Cinq années de séjours aux Canaries, aunque sí, se menciona en sus publicaciones. No cabe duda de que tanto Verneau como Berthelot vieron esta colección o una parte de ella, y no podemos descartar que Grasset también. Por otra parte, me llama la atención una serie de paisajes, en particular de Gran Canaria, como el Barranco Seco, el de la Angostura, que se corresponden con los que, más adelante, se fotografiaron y salieron en las primeras postales que circularon por Europa con el turismo de las primeras décadas del siglo XIX”
- Es autora, entre otros, de Un francés entre guanches e Informes y memorias consulares de Sabino Berthelot (1847-1874), ¿por qué este interés en la Historia de Canarias y en concreto en la vida y obra de Berthelot?
“Existe un cierto apego a la figura de Sabin Berthelot no solo en el mundo académico canario sino de forma general entre las personas interesadas en la cultura y la historia del archipiélago. Esto siempre me ha llamado la atención, como francesa que ha pasado muchas estancias en Tenerife. Mis primeras lecturas de las obras de Berthelot se remontan a mi época de estudiante, y las hice en un ambiente propicio al descubrimiento y al estudio, en la biblioteca universitaria de La Laguna. La idea de desarrollar su biografía a partir de fuentes archivísticas francesas surgió más tarde, en un momento en que yo vivía en París y me encontraba en una situación ideal para intentarlo. Son muchos años de investigación, pero aún queda mucho por hacer. En cuanto a las memorias y los informes consulares, fue un proyecto que nos planteamos, de forma conjunta, un compañero de la Universidad de Estrasburgo, Cristian Díaz Rodríguez, y yo. El objetivo de esta iniciativa era poner las fuentes documentales a disposición de un público que no siempre tiene acceso a los archivos. De hecho, la idea que guio la publicación de los diarios de Arthur Grasset es la misma. Me refiero a hacer lo necesario para difundir un documento que podría haber permanecido “encerrado”, por así decirlo, en una gaveta o un armario, y hacer lo posible para que su significado sea accesible a un amplio número de lectores mediante su traducción y notas explicativas”.
- ¿Cuál es la visión que tenían los intelectuales franceses de las islas en el XIX? ¿Y cuál piensa que es la aportación que Berthelot a suscitar esta curiosidad?
“El interés por las Islas Canarias surgió en Francia en gran medida gracias a la contribución de Sabin Berthelot, no solo mediante la publicación de obras, sino también por su gran implicación en diversas sociedades científicas francesas, como la Sociedad de Geografía, la Sociedad Etnológica, de la que fue uno de los fundadores en 1839, o, posteriormente, la Sociedad Imperial de Aclimatación Zoológica y la Sociedad de Antropología de París. Tres de ellas llegaron a ser reconocidas de interés público por el Estado francés. Los trabajos que Berthelot presentó allí y la información que trató de difundir a través de ellas pusieron a Canarias en el centro de la atención de los científicos, especialmente entre 1835 y 1847. A partir de 1870, una nueva generación de intelectuales tomó el relevo, sobre todo en lo que se refiere al estudio de las antiguas poblaciones del archipiélago: pensamos, por ejemplo, en Gregorio Chil y Naranjo y Diego Ripoche, que publicaron algunos trabajos en Francia, así como en René Verneau, que llegó a Tenerife en junio de 1877 con la intención de continuar lo iniciado por Berthelot. Verneau sólo tenía 25 años en ese entonces y rápidamente se alejó de Berthelot. Pero no es menos cierto que, inicialmente, este fue una referencia para él”.
FOTOS:
1.- Portada del libro-
2.- La profesora Nathalie Le Bruen
3, 4 y 5: ilustraciones de las islas Canarias realizadas por Arthur Jean-Philibert Grasset y que se incluyen en el libro.
Saludos, maravillados, desde este lado del ordenador