Pablo Milanés, el trovador que se fue
A Pablo Milanés se le quería más que a Silvio Rodríguez. Eso saqué en claro estando de visita en la ciudad de las cien mil columnas, La Habana, la majestuosa capital de Cuba que se desmorona con indefinida dignidad año tras año. A la gente de la calle le gustaba el negrito porque lo sentían como alguien cercano… Silvio además de blanco presumía de arrogante cantautor. Una desventaja en un país como Cuba donde a mal tiempo, buena cara y en la que la segregación pese a que oficialmente no exista, sí que se mantiene en una sociedad más que revolucionaria, esquizofrénica, que así fue como me la definió na amiga en la cocina de su casa mientras calentaba un poco de leche que había comprado horas antes en una tienda para turistas, abastecida, vergonzosamente occidental, ajena a la precaria realidad de la calle.
En mi casa, no obstante, siempre se escuchó a Silvio y no a Pablo de quien me sabía versos sueltos de algunas de sus canciones como Yolanda o Yo no te pido… entre otras muchas que compuso e interpretó el artista a quien metieron en los años 60 en las cárceles cubanas no por cuestiones políticas sino por vender y consumir marihuana. Así lo cuenta el periodista Pierre Golendorf en un libro, Siete años en Cuba. 38 meses en las prisiones de Fidel Castro que hizo mucho dinero en su momento. Lo tengo en casa, la portada es roja y aparece el comandante en jefe y un plano dibujado de Cuba.
Pablo Milanés fallece en Madrid y las redes sociales se inundan de mensajes de condolencia. Se lo merecía el cantante aunque la mejor manera de recordarlo sea escuchando su música, su potente voz… En los últimos años le dejaron que se montara un estudio privado en un país en el que (dicen) no existe la propiedad privada para sacar adelante proyectos y a cantantes de distinto sexo que le impresionaran. No sé cómo quedó ese negocio. Si sigue adelante o quebró como quiebran las cosas buenas. Espero que no.
Ignoro además si hubo rivalidad entre Silvio y Pablo. Si la hubo no me enteré aunque con el paso de los años a mi también terminó por caerme mejor Pablo que Silvio. Y no solo por una rueda de prensa a la que asistí en la que Silvio Rodríguez no admitía preguntas que le obligaran a dar su impresión de la revolución castrista sino por lo que previamente me habían contado los cubanos que conocí en La Habana. Uno me dijo que había detenido un concierto en el teatro Karl Marx de la capital cubana porque le molestaba el murmullo del público, otros, anécdotas que no sé si serán verdad pero que ya conforman una mitología negra con nnombre y apellido, Silvio Rodríguez, dentro y fuera del país.
Al margen de cómo caiga uno y el otro, el caso es que fallece Pablo Milanés y más que lamentar recuerdo otro tiempo donde lo que se escuchaba en determinados círculos eran las canciones de la Nueva Trova cubana. Y entre los integrantes de aquel movimiento, el que más sonaba en mis proximidades eran las canciones que componía e interpretaba Silvio Rodríguez.
No puedo decir me gustara más musicalmente Milanés pero sí que me agradaba más como persona. Alguien lo calificó de tierno, casi como ese osito de peluche que dan ganas de abrazar antes de dormir, pero poco más porque en mi caso, si alguien formó parte de la banda sonora de su ya lejana adolescencia y primera juventud fue Silvio, del que llegué a tener dos discos de vinilo. Sacó muchos más pero connel paso de los años dejé de interesarme en aquella música aunque ahora la recupere ocasionalmente.
El caso es que ha muerto Pablo Milanés y que con él se muere una parte del espíritu que nos hizo personas. Tarareo de hecho y mientras escribo estas líneas una sus canciones aunque más que repetir la letra con mi característica falta de oído lo que hago es murmurar palabras en las que solo se identifica alguna. Más tarde interpreto con la boca pequeña aquella canción tan hermosa que dedicó a Salvador Allende.
En Cuba, no obstante, si queda algo de aquella Nueva Trova que hoy se nos ha vuelto irremediablemente vieja son un puñado de canciones y dos intérpretes por encima del resto: Milanés y Rodríguez, algo así como los Zipi y Zape de una renovada canción cubana que se hacía poeta, sus letras se impregnaban de metáforas y La Habana, ya saben, día de un año….
Saludos, ya te lo he dije, desde este lado del ordenador