Después de la tormenta

Qué escándalo, que maremoto o tsunami que se dice ahora, qué pavor, que terrible desgracia para la muy noble e invicta Santa Cruz de Tenerife… Si uno lo piensa con seriedad, digamos que la ya famosa carta que los del museo Rodin enviaron al Ayuntamiento de la capital tinerfeña para comunicarle que lo sentimos mucho, pero mejor olvidamos está historia de amor que nació viciada, le ha venido como anillo al dedo al alcarde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, bastante desgastado por una polémica que se montó él y su equipo en torno a un proyectado museo cuyo informe no se correspondía con la realidad.

Por otro lado pone de manifiesto que el sector de la cultura cuando así lo quiere tiene músculo, y que por una vez –ya lo hemos dicho– unido puede mover incluso montañas. Y una montaña de despropósitos ha sido todo este asunto desde un principio. ¿El culpable? El señó alcarde y su equipo, así que poco favor le prestan sus corifeos, lamentable por cierto el artículo que publicaba hace unos pocos días uno de sus camorristas más conocidos, quien no hace tanto, y en esos mismos papeles, venía a decir que no había que preocuparse por la escalada de críticas argumentadas de artistas y culturos al proyectado museo frustrado porque estos chicos (artistas y culturos) son como niños, y como niños hay que dejarlos berrear que ya se cansarán y cerrarán la boca. Desgraciadamente para el sujeto, por llamarlo de alguna manera, su cálculo erró lo que es comprensible por aquello de la edad.

Me he dedicado estos días a visitar redes sociales varias para ojear que dicen unos y otros sobre este asunto. A ver qué opinaban los que estaban a favor y los que estaban en contra de que los franceses tomaran la decisión de cerrar el kiosco en la capital tinerfeña, y todo huele mal.

Los que lamentan la decisión de que Rodin no se quede, le echan la culpa a los canariones (un clásico ya en nuestra tierra: ¡¡¡Gran Canaria es culpable!!!) o a conjuras judeo masónicas. El alcarde de hecho afirmaba hace unos pocos días que toda esta campaña tenía tufo electoralista (son en mayo de este mismo año) pero con la discreta retirada de los populares del terrero, la verdad es que lo dejaron literalmente solo con un asunto que no supo ni él ni su equipo gestionar desde el minuto uno.

Por ello, y si hay que lamentar algo de todo este desaguisado, ha sido la falta de sensatez en torno a una iniciativa que pedía a gritos por lo menos un informe en condiciones y que no vendiera humo como se pretendió vender. Recomendaría, en este sentido, a que se hiciera público ese informe que ha sido el origen de toda esta protesta civilizada porque es falso que desde el lado de los que criticaron este proyecto se haya faltado (como ahora sí faltan los que apoyaban el museo Rodin) a nadie. De hecho, una vez se calmen los ánimos, es momento de buscar ese diálogo que no existió desde que se anunció lo del museo. Lo del museo Rodin.

Es tiempo ahora también de que se nos informe a los chicharreros de cuánto nos ha costado todo este asunto que al final terminó siendo nada. De momento, y para que estén mejor informados, les invito a que consulten las de noticias que ha suscitado el caso, incluso el interés que a nivel nacional despertó en medios a los que se las resbala Canarias. Solo así se harán más o menos una idea de por donde han ido los tiros y por donde van las políticas mediáticas de un archipiélago, el nuestro, que hoy más que nunca amanece abandonado de la mano de los dioses. También se harán una idea del nivel de nuestros representantes públicos y de quienes le sirven de intermediarios, algunos periodistas que, siendo del gremio, me han dado vergüenza ajena.

No es la primera vez que gracias a las redes sociales se pone coto a un acción que no contaba con el consenso de la mayoría, pero sí que se trata de la primera vez en que un sector tan dividido y acostumbrado a que cada uno tire por su lado, se uniera para manifestar su indignación. Incluso desde las propias administraciones autonómicas, comenzando por el Cabildo de Tenerife, donde algún que otro cargo público manifestó en un escrito que circuló en ámbito privado su crítica no a Rodin sino al museo Rodin.

Lo insólito, aunque no debería de extrañarme de todo este asunto, es que tras la retirada francesa, medios y opinadores que hasta la fecha no habían escrito ni una puñetera línea sobre el caso, asomaran la cabeza para mostrar una indignación sospechosa. Sobre todo cuando acusaban a los que desde hace meses venían denunciado este desaguisado porque así no, así no se hacen las cosas.

Pero dentro de todo este estropicio, de toda esta penosa campaña de contra información que emprendió el Ayuntamiento a través de sus corifeos, los franceses se retiran con una carta que a mi, la verdad, me hace pensar que le ha venido muy bien al alcarde. Y a su equipo. Es como si el destino le hubiera dado la oportunidad de darle la vuelta a una tortilla cuyos huevos desde el principio ya estaban podridos y cuyo hedor recordaba al que sale de la refinería cuando limpia sus tanques.

De momento, y es una esperanza en el poquito tiempo que nos queda hasta mayo, espero que todo esto haya servido de algo a las políticas culturales que deberían de emanar del Ayuntamiento y que la situación generada contribuya a dar un golpe de timón y las encarrile en una capital de provincias que perdió este mismo año su tradicional Feria del Libro por una cosa que daba vergüenza ajena, y continúe, eso sí, muy tarde, con la proyectada rehabilitación de su patrimonio urbanístico, hasta el día de ayer igual de abandonado que las famosas esculturas en la calle.

Por eso, unos y otros, los que estaban en contra y así lo manifestaron, y los que estaban a favor, que se manifiestan ahora a través del insulto porque sobrar, no les sobraban argumentos precisamente, sean conscientes que todos, absolutamente todos, perdimos esta batalla pero no la guerra. La frase, por cierto, es de otro francés, para mi igual de ilustre que Rodin, el general Charles de Gaulle.

Saludos, Allons enfant de la patrie, desde este lado del ordenador

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