Donde soplan los alisios, diez cuentos escritos por Pedro M. García
Los premios literarios que concede la Fundación CajaCanarias son unos, por no decir prácticamente los únicos, que resisten el paso del tiempo en estas islas abandonada de la mano de los dioses. El que dedica a la novela, el Benito Pérez Armas, se ha convertido así en toda una distinción, distinción que enriquece el currículo de los premiados. Este premio, que lleva en activo desde los años 50 aunque después haya pasado por épocas en las que aparecía y desaparecía como dicen que hace el río Guadiana, ha terminado en todo caso en permearse en la sociedad, siendo muchos las escritoras y los escritores que optan a él. Conozco casos de hecho de autoras y autores que se sienten francamente dolidos por no haberlo recibido aún, lo que incita, afirmaríamos que resulta natural, sospechas varias aunque hasta donde sabemos la transparencia está garantizado en un concurso literario que además de entregar al ganador en sus distintas modalidades una determinada cantidad de dinero también publica la obra ganadora.
Por otro lado, si se conoce la historia tanto de su premio de novela como el de relatos y el de poesía uno se puede ir dando cuenta de por dónde soplan edición tras edición los gustos del jurado, jurado que como pasa en casi todos los jurados, los miembros están sujetos a sus prejuicios particulares.
Donde soplan los alisios, de Pedro M. García, fue la colección de cuentos que en la edición del año pasado, ese 2022 que parece que todavía fue ayer, se hizo con el Premio de Relato Corto Isaac de Vega. Antes de todo, indicar que se trata de un libro interesante aunque no redondo pese a que hurga en las entrañas de la nostalgia desde una perspectiva a la que no le falta cierta sorna, ironía o un sentido del humor que está, afortunadamente, controlado.
Diez son las historias que forman Donde soplan los alisios, todas piezas más o menos regulares que ahondan en las raíces de un mundo que parece que se disolvió. Pesa, en este sentido y mucho, un pasado que se idealiza frente a una realidad donde casi todo está en proceso de transformación. El primer cuento que inicia el libro, titulado precisamente Raíces, ya nos advierte del contenido más o menos sostenido que llevará esta compilación de relatos:
“A través de los cristales de la guagua observo cómo trabajan la montaña, cómo, con máquinas cuyos nombre ignoro, taladran la roca y abren surcos en la tierra mientras el cielo se cubre de nubes”.
La voz que nos habla en primera persona es la de una mujer cuya edad sin determinar –debe ser la de la adolescencia– recrea en el presente un momento de su existencia que se convierte en pasado cuando se lee.
Tras Raíces, Donde soplan los alisios continúa con Crónicas de un revés anticipado, un relato que protagonizan personajes que llevan nombres como Berta y Ayoze, y que nos conduce de la mano a la infancia de sus protagonistas. En todo momento parece que sobrevuela algo amenazador la páginas del cuento pero no termina de manifestarse esa sensación de temor leve a medida que se avanza en su lectura. Como cuento me parece uno de los mejores que reúne el libro, también es de los más cortos, un territorio en el que sospecho que se mueve mejor Pedro M. García, que cuando estira sus historias más allá de las cuatro o seis páginas.
Donde soplan los alisios presenta a continuación los relatos Bolardos, que protagoniza un hombre casado; uno de los más largos y esforzadamente experimentales del libro; Emma, igual de extenso y destacable sobre todo por su sencilla reivindicación de la infancia y del cariño que los suyos le expresan a su protagonista, un pequeño que responde al nombre de Periquín; La guía, que refleja una de las pesadillas constantes de las viejas y nuevas generaciones: buscarse la vida mientras trabajan en oficios que no desean pero que prestan para sobrevivir; San Simplón el justo que como indica ya en su título se toma a broma y por eso muy en serio las primeras relaciones de amistad que, se pierde un poco, debido al número de sus páginas, siendo otro de los cuentos más largos de un libro que ya en su recta final recuerda con una insistencia que no se hace reiterativa que todas las historias que se cuentan, que todas las historias que se narran, están ambientadas en un archipiélago que los que vivimos en estas islas conocemos meridianamente bien.
En esta lista entran La higuera y los cuervos, que no es una fábula aunque así lo haga pensar su título; Cerveza y media, otro regreso a la infancia aunque en esta ocasión bajo la mirada de un padre que no sale de su sorpresa, quizá la de haberse levantado una mañana y descubrir que es un adulto y Orgullo herido y Atis Tirma, que son dos cuentos en los que parece que se va a desbordar la fantasía con la que están escritos, un perro coprotagoniza Orgullo herido y tiene incluso frase en el relato aunque sea en forma de ladrido y un relato que confunde realidad con leyenda e inspirado en la conquista de Gran Canaria sirve para que Pedro M. García más que actualizarlo se sirva en Atis Tirma para narrar una historia de playa y surf con un protagonista que se llama Doramas.
En conclusión, me sorprende la variedad de estilos en las que se cuentan estas diez historias y la variedad de personajes y perfiles narrativos en los que se mueve su autor, el escritor Pedro M. García, un narrador al que a partir de ahora se debe seguir con la atención que se merece.
Saludos, lo hablamos, desde este lado del ordenador