Periodistas, periodismo, Anuario, cuchipanda y lo que salga…

No sé si tiene cabida en este blog escribir sobre lo que voy a escribir pero me da francamente igual. Ayer martes se presentó en la Presidencia del Gobierno de Canarias en Santa Cruz de Tenerife el Anuario 2007 que desde hace tres años elabora la Asociación de la Prensa de Tenerife y el motivo fue suficiente para que me diera un paseo y fingiera de paso confraternizar con los compañeros de esta encallecida profesión que es la de contar (no mentir) cosas. La llaman periodismo, aunque visto, oido y leido lo que últimamente se hace no sé si es  correcta esta palabra por mucha buena fe que tengan los amigos de la APT. Asociación de la que, todo sea dicho de paso y para no levantar suspicacias, no soy miembro. Y eso que amigos y colegas que sí forman parte de la tribu me animan a que lo sea. El problema es que soy un desastre y como decía el maestro Groucho Marx pues siempre he desconfiado de todos esos clubes donde son capaces de admitir a una persona como yo.

Dando una vuelta entre tantas caras conocidas, políticos en ascenso y otros en descenso, y algún que otro amigo que debo de tener en este mundillo cada día más servil, me pregunté cuánto mal hacen las lecturas y sobre todo el ejercicio de pensar. Lo de las lecturas es porque fui de los idiotas que se creyó este oficio devorando literalmente el México insurgente o Los 10 días que conmovieron al mundo de John Reed, también lo que grandes y hoy olvidos periodistas españoles como Ismael Herráiz y José Antonio Jiménez Arnau describieron sobres sus experiencias en la Italia fascista y en la Alemania nazi, respectivamente, con un impecable y por lo tanto vívido estilo periodístico.

Pero no iba por ahí la cosa. O el objeto de este comentario porque no me quedé mucho rato en la cuchipanda montada por la APT porque las cuchipandas son para disfrutarlas a tu manera. Es decir, con total libertad para reír y llorar y queridos amiguos la Presidencia del Gobierno es un sitio que últimamente da más para llorar que para reír. Eso quizá explique la entrañable melancolía que hoy por hoy me está tocando el corazón.

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