Un asesino incómodo

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Resulta incómoda por lo que un telespectador que ha sido educado en las creencias judeocristianas tiene que verla a distancia y casi a hurtadillas o de reojo. Qué más da. A mí, sin embargo, es precisamente por su espíritu transgresor lo que más me llama la atención. Que resulte tan antipática y fría. Distante, que casi huela alcohol alcanforado. Además, se trata de una ficción con vocación de ficción. Es decir, que no presume de contarnos cosas de la vida real ni bucear en las relaciones para desnudar el alma de sus protagonistas. No. En Dexter todo es gélido o tan frío como un cubo de hielo.
Viéndola me he dado cuenta que ésta y no otra se convertirá con el paso del tiempo en una serie de culto. Ya saben, una serie a la que un grupo de iniciado venera  porque ha descubierto en ella las claves secretas que la hace grande. A mí me da igual, pero háganme caso porque tengo ojo para estas cosas.
Dexter no es para todos los públicos. Pero tal y como están las cosas las mejores series de televisión (en la que no entra, naturalmente, ninguna española) no son para telespectadores con encefalograma plano. Hablo de A dos metros bajo tierra, de Los Soprano, incluso de Los Simpson y si me apuran de Dexter. Sólo que Dexter manda a paseo la unidad familiar para contarnos la historia de un monstruo razonablemente bueno.
¿Dónde se ha visto esto?
Si no han seguido la serie, que actualmente emite la Fox, les cuento sucintamente de qué va Dexter. Pues se trata de la historia de un asesino en serie a quien su padre adoptivo, un policía, domesticó en su turbulenta adolescencia. El padre murió pero Dexter que ahora trabaja de forense para la misma policía, lo evoca de tanto en tanto para justificar sus carnicerías. Vamos, que el asesino adolescente se ha transmutado en un asesino adulto pero domesticado. Es decir, continúa con sus malos hábitos, pero ahora canaliza su instinto depredador con otros asesinos.
Dexter está protagonizado por Michael C. Hall, que era el hermano alegre de A dos metros bajo tierra. El actor demuestra con su nuevo papel que es un tipo con numerosos registros y una futura estrella de la televisión porque resulta creíble en un papel tan increíble. Claro que, en el fondo, no deja de ser un Harry el sucio pero fino. Y sin Mágnum aunque sí con estilete.

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Y sí, estoy enganchado a la serie hasta que algún episodio me demuestre lo contrario. Pero más que por ver cómo se le despierta su instinto justiciero, por las complejas elucubraciones mentales que se plantea para justificar sus actos. Todo el rato viene a decirnos algo así como que quién mata a un asesino tiene cien años de perdón y no… No, pero por eso me tiene cogido, por mostrarme el otro lado de la bestia. O de un tipo congelado, sin sentimientos y que ni siquiera sueña. El monstruo, vaya, que quiere ser como el resto de los mortales: un tipo que paga la hipoteca de su casa y que se preocupa por la salud de sus hijos.

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